/ lunes 3 de diciembre de 2018

La crítica al discurso de asunción de AMLO

Estrategia$



El discurso de toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) levantó severas críticas de algunos representantes empresariales, particularmente por el ataque en contra de las políticas económicas neoliberales que imperaron desde el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado.

Refirió: “El modelo económico neoliberal ha sido un desastre, una calamidad para la vida pública del país”, a la vez que afirmó “El hijo del neoliberalismo es la corrupción. No tiene precedente”.

Claudio X. González Guajardo, empresario y presidente de la organización “Mexicanos contra la Corrupción”, fue el más contundente al pronosticar en su cuenta de Twitter: “Nos va a ir mal, muy mal. Lástima”. Explicó que los mercados van a reaccionar de manera negativa por la postura de AMLO “en contra del libre mercado, en contra de la reforma energética y a favor de una visión retrógrada, estatista, intervencionista, anquilosada”.

Por separado, Gustavo de Hoyos Walther, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), consideró que el mensaje inaugural tuvo un “saldo negativo” por sus “expresiones polarizantes, ideología retrógrada y reversa a reformas energética y educativa”.

La verdad, éstas y otras manifestaciones en contra eran de esperarse y seguro habrá más.

En la campaña electoral “El Peje” prometió un cambio de rumbo del país. Utilizó su primera alocución oficial para reafirmar promesas hechas en ese sentido. Claro que no gustó a muchos, especialmente a quienes verán afectados sus intereses personales o de grupo. Mas no hubo nada nuevo ni extraordinario en su decir. Todo se conocía con anterioridad, por lo que mostró congruencia de pensamiento y estilo.

Está claro que a nadie conviene un enfrentamiento entre empresarios y gobierno. Y para evitarlo, los primeros deben reconocer que algunos se han beneficiado en exceso gracias a su complacencia, complicidad y/o promotoría de la corrupción rampante en el país. Esa de la que la mayoría de los mexicanos estamos hartos y exigimos se ponga límite.

La corrupción, al igual que las monedas, tiene dos caras. Y si bien la mayoría identificó plenamente a la administración de Enrique Peña Nieto en el anverso, hay empresarios que tienen bien ganado su lugar en el reverso.

Corruptos los hay por doquier. En el sector privado no sólo están los grandes que integran lo que AMLO llamó la “mafia del poder”, acusándoles de haber secuestrado al gobierno para tenerlo a su servicio, sino aquellos que replicaron dicho esquema en Estados y municipios. En petit comité no sólo participan en las decisiones gubernamentales, sino influyen en el cambio de leyes y reglamentos a fin de facilitar la consolidación y expansión de sus negocios.

Una característica del capitalismo salvaje que se extendió con la adopción del modelo neoliberal en México.

Es cierto que dicho modelo per se no es responsable de la concentración de poder en beneficio de unos pocos. No obstante, al tener como centro de gravitación la intervención mínima del Estado en la actividad económica, ante la ausencia de contrapesos propios de una verdadera democracia, ayudó al resurgimiento de una oligarquía que sólo vela por su beneficio y cierra los ojos ante la pobreza y sufrimiento de los demás. Y esto tiene que cambiar.

Independientemente de cómo reaccione cada cual, México seguirá avanzando. Somos más los dispuestos a sumar que restar. Aun en la adversidad los pueblos subsisten y tarde o temprano, con esfuerzo y tenacidad logran revertir los malos momentos.

No sólo debemos mantener la esperanza de que el cambio de gobierno traerá consigo mejores oportunidades para todos, sino hay que asumir el compromiso de exigir que así sea.


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El discurso de toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) levantó severas críticas de algunos representantes empresariales, particularmente por el ataque en contra de las políticas económicas neoliberales que imperaron desde el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado.

Refirió: “El modelo económico neoliberal ha sido un desastre, una calamidad para la vida pública del país”, a la vez que afirmó “El hijo del neoliberalismo es la corrupción. No tiene precedente”.

Claudio X. González Guajardo, empresario y presidente de la organización “Mexicanos contra la Corrupción”, fue el más contundente al pronosticar en su cuenta de Twitter: “Nos va a ir mal, muy mal. Lástima”. Explicó que los mercados van a reaccionar de manera negativa por la postura de AMLO “en contra del libre mercado, en contra de la reforma energética y a favor de una visión retrógrada, estatista, intervencionista, anquilosada”.

Por separado, Gustavo de Hoyos Walther, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), consideró que el mensaje inaugural tuvo un “saldo negativo” por sus “expresiones polarizantes, ideología retrógrada y reversa a reformas energética y educativa”.

La verdad, éstas y otras manifestaciones en contra eran de esperarse y seguro habrá más.

En la campaña electoral “El Peje” prometió un cambio de rumbo del país. Utilizó su primera alocución oficial para reafirmar promesas hechas en ese sentido. Claro que no gustó a muchos, especialmente a quienes verán afectados sus intereses personales o de grupo. Mas no hubo nada nuevo ni extraordinario en su decir. Todo se conocía con anterioridad, por lo que mostró congruencia de pensamiento y estilo.

Está claro que a nadie conviene un enfrentamiento entre empresarios y gobierno. Y para evitarlo, los primeros deben reconocer que algunos se han beneficiado en exceso gracias a su complacencia, complicidad y/o promotoría de la corrupción rampante en el país. Esa de la que la mayoría de los mexicanos estamos hartos y exigimos se ponga límite.

La corrupción, al igual que las monedas, tiene dos caras. Y si bien la mayoría identificó plenamente a la administración de Enrique Peña Nieto en el anverso, hay empresarios que tienen bien ganado su lugar en el reverso.

Corruptos los hay por doquier. En el sector privado no sólo están los grandes que integran lo que AMLO llamó la “mafia del poder”, acusándoles de haber secuestrado al gobierno para tenerlo a su servicio, sino aquellos que replicaron dicho esquema en Estados y municipios. En petit comité no sólo participan en las decisiones gubernamentales, sino influyen en el cambio de leyes y reglamentos a fin de facilitar la consolidación y expansión de sus negocios.

Una característica del capitalismo salvaje que se extendió con la adopción del modelo neoliberal en México.

Es cierto que dicho modelo per se no es responsable de la concentración de poder en beneficio de unos pocos. No obstante, al tener como centro de gravitación la intervención mínima del Estado en la actividad económica, ante la ausencia de contrapesos propios de una verdadera democracia, ayudó al resurgimiento de una oligarquía que sólo vela por su beneficio y cierra los ojos ante la pobreza y sufrimiento de los demás. Y esto tiene que cambiar.

Independientemente de cómo reaccione cada cual, México seguirá avanzando. Somos más los dispuestos a sumar que restar. Aun en la adversidad los pueblos subsisten y tarde o temprano, con esfuerzo y tenacidad logran revertir los malos momentos.

No sólo debemos mantener la esperanza de que el cambio de gobierno traerá consigo mejores oportunidades para todos, sino hay que asumir el compromiso de exigir que así sea.