Uno de los logros mayores de la Revolución Mexicana fue la promoción de la educación pública de calidad, laica, gratuita y obligatoria, cuya garantía máxima quedó debidamente registrada en la Constitución Política de 1917.
Para Baja California, los gobiernos surgidos de la Revolución tuvieron clara su misión de generar espacios y oportunidades educativas para la población. Notables profesoras y profesores recién llegados al Distrito Norte de BC tenían claro que los procesos de enseñanza-aprendizaje que se iban a realizar debían incluir aspectos escolares, morales, sociales y de cultura física.
El maestro Manuel Quiroz Miranda para 1928 y desde Mexicali propone que las escuelas primarias y secundarias de nuestra entidad deberían inculcar en el alumnado hábitos de trabajo, de aseo y limpieza, de formalidad, de orden y compostura, de cooperación, constancia y tenacidad, de previsión para la economía y el ahorro, de pulcritud en el lenguaje, de cortesía y urbanidad.
Además se debían promover sentimientos de dignidad, de valor cívico, de patriotismo, de responsabilidad, disciplina, justicia y equidad, de confianza, de amor a la familia y a la escuela, además de sentimientos estéticos ligados a la belleza, armonía y sensibilidad.
Egresados de las más prestigiadas Escuelas Normales del país, aquellos educadores no trabajaban exclusivamente por el dinero, sino que tenían una mística de trabajo que los proveía de nobleza y espiritualidad. Traer a la lejana BC esas elevadas nociones de superación humana fue su mayor contribución, la idea era no sólo alfabetizar a la población, pero además generar hábitos de estudio, de comportamientos éticos, de solidaridad y altruismo.
Educar a la niñez y juventud bajacalifornianas era no sólo un compromiso profesional, era además un deber con la nación que acababa de salir de una cruenta guerra revolucionaria e iniciaba un camino hacia nuevos horizontes de progreso, de armonía y de inclusión social.
Después de la prolongada guerra civil, llegaba el tiempo para construir instituciones, para crear nuevos esquemas de vida comunitaria ligados a los valores supremos de la justicia social. Se trataba de reconstruir al país después de la prolongada dictadura porfirista persiguiendo los ideales de la democracia liberal.
En las aulas escolares, en los talleres de artes y oficios; en los teatros, gimnasios y estadios deportivos; en los hogares, en las calles y centros de reunión debían imperar los conocimientos impartidos por las maestras y maestros del Nuevo México, de la Raza Cósmica producto del mestizaje y del anhelo de universalidad.