¡Y los que van en compañía de sus estatuas por los caminos sin historia…!: Vicente Huidobro
Dialogando con un veterano taxista de Mexicali que todavía cubre la ruta Centro Histórico-Pro Hogar, nos comenta sobre sus experiencias cotidianas en la conducción de su automóvil por las calles de nuestra ciudad.
En primer lugar la nostalgia y los recuerdos del ayer, cuando de chamaco acompañaba a su padre -también de oficio taxista- nos dice: “Mi papá trabajaba la ruta Centro-Ferrocarril, tenía un Ford Galaxy modelo grande, amplio, le cabían hasta ocho pasajeros…Cuando el cruce Mexicali-Calexico era por la calle Melgar, la estacionada de taxis era frente al consultorio del Dr. Fausto García Merino por la Av. Madero. Ahí levantábamos pasajeros que venían de Calexico con sus bolsas de mandado; eran bolsas grandes de papel, cajas de cartón con todas las provisiones… Como la Av. Colón era de dos sentidos, por ahí podíamos darle hasta la calle B, de ahí a la Obregón hasta la calle F…”.
Durante los años sesenta, la calle Ulises Irigoyen -mejor conocida como la F- era muy transitada, tenía mucha vida comercial, muchos negocios, escuelas, bancos, hoteles, cantinas… “Todo esto se debía al ferrocarril de pasajeros y de carga Sonora-Baja California que iba de Mexicali hasta Guadalajara… llegaba y salía mucha gente de su terminal, de sus amplios andenes, ellos buscaban hoteles, el Consulado gringo, el Palacio de Gobierno, las escuelas y bancos, iban a la línea fronteriza, a Pueblo Nuevo o a los ejidos del Valle…”,
Nuestro taxista, el Sr. Nicanor, recuerda que el carro de su papá era verde con blanco, pertenecía a una organización gremial afiliada al partido en el poder.
Los taxistas de Mexicali eran y son actualmente trabajadores bastante esforzados, todos en la búsqueda del sustento familiar. Nos dice don Nicanor: “En aquellos años sesenta, Mexicali no estaba tan poblado, no había tantos vehículos; la agricultura dejaba mucha economía, todavía en los veranos la gente dormía fuera de sus casas…la ventaja de los taxistas era que podías conocer a mucha gente, teníamos a pasajeros ya fijos que los llevábamos a sus trabajos, oficinas y comercios; de entrada o de salida subías a personas conocidas o medio conocidas…muy seguido teníamos a clientes que ocupaban ir más lejos, fuera de la ruta, entonces se podía ganar una feria extra, ir a Palaco era como salir a un rancho agrícola, lleno de parcelas y de calles de tierra…”.