/ sábado 26 de febrero de 2022

La historia de un sastre, un zar y su oso

PENSARES

Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído. El zar era caprichoso, autoritario y cruel, como todos los que enmarañan por demasiado tiempo el poder, así que furioso por la ausencia del botón, mandó a buscar al sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo.

Nadie contradecía al emperador. Así que el guardia fue hasta la casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo llevó a la mazmorra del palacio para esperar ahí la muerte. Al atardecer cuando un guardia le llevó al sastre la última cena, éste meneó la cabeza y musitó pobre zar. El guardia no pudo evitar la risa:

Imagen ilustrativa | Freepik/wirestock

-¿Pobre del zar? Pobre de ti, tu cabeza quedará bastante lejos de tu cuerpo mañana mismo.

-Tú no entiendes -dijo el sastre-. ¿Qué es lo más importante para nuestro zar?

-¿Lo más importante? -contestó el guardia-. No sé, su pueblo

-No seas tonto, digo algo realmente importante para él.

-¿Su esposa?

-Más importante

-Los diamantes -creyó adivinar el guardia-.

-¿Qué es lo que le importa más en el mundo?,

-Ya sé, su oso. ¿Tú eres entrenador de osos?

-Un viejo secreto familiar -dijo el sastre-. Pobre del zar.

Deseoso de ganar los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano su descubrimiento. El sastre sabía enseñarles a hablar a los osos. El zar estaba encantado, mandó a buscar inmediatamente al sastre y cuando lo tuvo frente a sí le ordenó:

-Enséñale a mi oso nuestro lenguaje.

El sastre bajó la cabeza y dijo:

-Me gustaría complacerte ilustrísima, pero enseñar a hablar a un oso es una tarea ardua, lleva tiempo y lamentablemente tiempo es lo que menos tengo.

-¿Cuánto tiempo llevaría el aprendizaje? -preguntó el zar-.

-Depende de la inteligencia del oso.

-El oso es muy inteligente -interrumpió el zar-. De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.

-Bien, si el oso es inteligente y siente deseos de aprender, yo creo que el aprendizaje duraría no menos de dos años.

El zar pensó un momento y luego ordenó:

-Tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto tú entrenas al oso y mañana empezarás.

-Alteza -dijo el sastre-. Si tú mandas al verdugo a ocuparse de mi cabeza, mañana estaré muerto y mi familia se las ingeniará para sobrevivir, pero si me conmutas la pena yo tendré tiempo para dedicarme a tu oso, sabré trabajar de sastre para mantener a mi familia.

-Eso no es problema -dijo el zar-. A partir de hoy y durante dos años tú y tu familia estarán bajo la protección real; serán ustedes alimentados, vestidos y educados con el dinero del zar y nada que necesiten o deseen les será negado, pero eso sí, si dentro de dos años el oso no habla te arrepentirás de haber pensado en esta propuesta; rogarás haber muerto por el verdugo. Entiendes ¿verdad?

-Sí alteza.

Cuando todos lloraban en la casa del sastre por la pérdida del padre de familia, el sastre se apareció en la casa en el carruaje del zar sonriente, eufórico y con regalos para todos. La esposa del sastre no cabía en su asombro, su marido -que pocas horas antes había sido llevado al cadalso- volvía ahora exitoso y acaudalado. Ya estando a solas con su esposa él

le contó los hechos:

-Estás loco -chilló la mujer-. Enseñar a hablar al oso, tú que ni siquiera has visto un oso de cerca.

-Calma, mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer. Ahora tengo dos años y pueden pasar muchas cosas en dos años. Siguió: El sastre se puede morir, me

puedo morir yo y lo más importante: A lo mejor el oso habla.

* COLUMNA POST MORTEM

PENSARES

Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído. El zar era caprichoso, autoritario y cruel, como todos los que enmarañan por demasiado tiempo el poder, así que furioso por la ausencia del botón, mandó a buscar al sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo.

Nadie contradecía al emperador. Así que el guardia fue hasta la casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo llevó a la mazmorra del palacio para esperar ahí la muerte. Al atardecer cuando un guardia le llevó al sastre la última cena, éste meneó la cabeza y musitó pobre zar. El guardia no pudo evitar la risa:

Imagen ilustrativa | Freepik/wirestock

-¿Pobre del zar? Pobre de ti, tu cabeza quedará bastante lejos de tu cuerpo mañana mismo.

-Tú no entiendes -dijo el sastre-. ¿Qué es lo más importante para nuestro zar?

-¿Lo más importante? -contestó el guardia-. No sé, su pueblo

-No seas tonto, digo algo realmente importante para él.

-¿Su esposa?

-Más importante

-Los diamantes -creyó adivinar el guardia-.

-¿Qué es lo que le importa más en el mundo?,

-Ya sé, su oso. ¿Tú eres entrenador de osos?

-Un viejo secreto familiar -dijo el sastre-. Pobre del zar.

Deseoso de ganar los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano su descubrimiento. El sastre sabía enseñarles a hablar a los osos. El zar estaba encantado, mandó a buscar inmediatamente al sastre y cuando lo tuvo frente a sí le ordenó:

-Enséñale a mi oso nuestro lenguaje.

El sastre bajó la cabeza y dijo:

-Me gustaría complacerte ilustrísima, pero enseñar a hablar a un oso es una tarea ardua, lleva tiempo y lamentablemente tiempo es lo que menos tengo.

-¿Cuánto tiempo llevaría el aprendizaje? -preguntó el zar-.

-Depende de la inteligencia del oso.

-El oso es muy inteligente -interrumpió el zar-. De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.

-Bien, si el oso es inteligente y siente deseos de aprender, yo creo que el aprendizaje duraría no menos de dos años.

El zar pensó un momento y luego ordenó:

-Tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto tú entrenas al oso y mañana empezarás.

-Alteza -dijo el sastre-. Si tú mandas al verdugo a ocuparse de mi cabeza, mañana estaré muerto y mi familia se las ingeniará para sobrevivir, pero si me conmutas la pena yo tendré tiempo para dedicarme a tu oso, sabré trabajar de sastre para mantener a mi familia.

-Eso no es problema -dijo el zar-. A partir de hoy y durante dos años tú y tu familia estarán bajo la protección real; serán ustedes alimentados, vestidos y educados con el dinero del zar y nada que necesiten o deseen les será negado, pero eso sí, si dentro de dos años el oso no habla te arrepentirás de haber pensado en esta propuesta; rogarás haber muerto por el verdugo. Entiendes ¿verdad?

-Sí alteza.

Cuando todos lloraban en la casa del sastre por la pérdida del padre de familia, el sastre se apareció en la casa en el carruaje del zar sonriente, eufórico y con regalos para todos. La esposa del sastre no cabía en su asombro, su marido -que pocas horas antes había sido llevado al cadalso- volvía ahora exitoso y acaudalado. Ya estando a solas con su esposa él

le contó los hechos:

-Estás loco -chilló la mujer-. Enseñar a hablar al oso, tú que ni siquiera has visto un oso de cerca.

-Calma, mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer. Ahora tengo dos años y pueden pasar muchas cosas en dos años. Siguió: El sastre se puede morir, me

puedo morir yo y lo más importante: A lo mejor el oso habla.

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