/ sábado 11 de julio de 2020

La leyenda de las mil grullas

PENSARES

Cuenta una leyenda japonesa que si alguien puede pegar mil grullas, puede con ellas pedir un deseo y éste se cumplirá.

Una pareja de jóvenes japoneses creía que el mundo era nuevo y que ellos también eran nuevos en el mundo, pero el mundo era viejo en el año de 1945 y otra vez estaba en guerra; ellos no entendían muy bien qué estaba pasando.

Ella poblaba el corazón de él, se le anudaba en los sueños con sus largas trenzas, le hacía tener ganas de crecer de golpe para poder casarse con ella, pero ese futuro quedaba aún más lejos. Era el primero de agosto y ella se despertó inquieta, acababa de soñar que caminaba sobre la nieve sola y descalza, sin casas ni árboles a su alrededor, un desierto helado y ella atravesándolo.

A las 6:00 de la mañana del 8 de agosto ella recuerda a su amigo y se pregunta ¿qué estará haciendo ahora él?, mientras él piensa ¿qué estará haciendo ella? En ese momento un avión enemigo sobrevuela el cielo de Hiroshima. En el avión hombres blancos pulsan botones y la bomba atómica surca por primera vez el cielo de Hiroshima. Un extraño resplandor y gente que piensa en el mañana por última vez. Ella sale para hacer unos mandados y silenciosa explota la bomba.

Recién en diciembre logró averiguar dónde estaba ella y aún estaba viva. Ella y su familia habían sido internados en un hospital de una localidad próxima a Hiroshima. Como tantos que sobrevivieron al horror, aunque el horror estaba instalado en ellos en su sangre.

Hacia ese hospital se dirigió él una mañana, ella estaba en una cama junto a la ventana, sobre su mesa de luz unas cuantas grullas de papel desparramadas y dijo: Nunca completaré las mil grullas que hacen falta.

Él llegó a su casa y buscó todos los papeles que tuvieran hojas de diario; esperó a que todos se durmieran, sacó los papeles, unas tijeras y completó las mil grullas que ansiaba ella, las colocó dentro de su bolso y partió rumbo al hospital. La vida de ella dependía de esas grullas. Ella dormía. Tratando de no hacer ruido, las colgó en el techo, cuando advirtió que ella estaba observando le dijo: Son hermosas, gracias.

Los ojos de ella sonreían; la niña murió al día siguiente, ¿Cómo podrían esa mil frágiles avecitas de papel vencer el horror? En febrero de 1976 él cumplió 40 años y vive en Inglaterra; se casó, tiene 3 hijos y es gerente de una sucursal bancaria en Londres. Ninguno de sus empleados se atreve a preguntarle por qué el montón de papeles con importantes informes siempre se encuentran en grullas. Ellos comentan divertidos que el gerente debe de creer en aquella leyenda japonesa.

Ninguno sospecha siquiera la entrañable relación que esas grullas tienen con la pérdida de ella en su niñez.


PENSARES

Cuenta una leyenda japonesa que si alguien puede pegar mil grullas, puede con ellas pedir un deseo y éste se cumplirá.

Una pareja de jóvenes japoneses creía que el mundo era nuevo y que ellos también eran nuevos en el mundo, pero el mundo era viejo en el año de 1945 y otra vez estaba en guerra; ellos no entendían muy bien qué estaba pasando.

Ella poblaba el corazón de él, se le anudaba en los sueños con sus largas trenzas, le hacía tener ganas de crecer de golpe para poder casarse con ella, pero ese futuro quedaba aún más lejos. Era el primero de agosto y ella se despertó inquieta, acababa de soñar que caminaba sobre la nieve sola y descalza, sin casas ni árboles a su alrededor, un desierto helado y ella atravesándolo.

A las 6:00 de la mañana del 8 de agosto ella recuerda a su amigo y se pregunta ¿qué estará haciendo ahora él?, mientras él piensa ¿qué estará haciendo ella? En ese momento un avión enemigo sobrevuela el cielo de Hiroshima. En el avión hombres blancos pulsan botones y la bomba atómica surca por primera vez el cielo de Hiroshima. Un extraño resplandor y gente que piensa en el mañana por última vez. Ella sale para hacer unos mandados y silenciosa explota la bomba.

Recién en diciembre logró averiguar dónde estaba ella y aún estaba viva. Ella y su familia habían sido internados en un hospital de una localidad próxima a Hiroshima. Como tantos que sobrevivieron al horror, aunque el horror estaba instalado en ellos en su sangre.

Hacia ese hospital se dirigió él una mañana, ella estaba en una cama junto a la ventana, sobre su mesa de luz unas cuantas grullas de papel desparramadas y dijo: Nunca completaré las mil grullas que hacen falta.

Él llegó a su casa y buscó todos los papeles que tuvieran hojas de diario; esperó a que todos se durmieran, sacó los papeles, unas tijeras y completó las mil grullas que ansiaba ella, las colocó dentro de su bolso y partió rumbo al hospital. La vida de ella dependía de esas grullas. Ella dormía. Tratando de no hacer ruido, las colgó en el techo, cuando advirtió que ella estaba observando le dijo: Son hermosas, gracias.

Los ojos de ella sonreían; la niña murió al día siguiente, ¿Cómo podrían esa mil frágiles avecitas de papel vencer el horror? En febrero de 1976 él cumplió 40 años y vive en Inglaterra; se casó, tiene 3 hijos y es gerente de una sucursal bancaria en Londres. Ninguno de sus empleados se atreve a preguntarle por qué el montón de papeles con importantes informes siempre se encuentran en grullas. Ellos comentan divertidos que el gerente debe de creer en aquella leyenda japonesa.

Ninguno sospecha siquiera la entrañable relación que esas grullas tienen con la pérdida de ella en su niñez.


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