/ jueves 19 de abril de 2018

La oratoria del señor Presidente

VIENTOS

A veces me sorprende el presidente Peña Nieto; me desorienta con sus afirmaciones que sin duda son ejemplares expresiones de la buena oratoria, aunque no necesariamente de la buena interpretación histórica.

En la inauguración de la Exposición mal titulada “La Pieza, Muro de Berlín” en el Museo de Memoria y Tolerancia (qué mazacote) de la Ciudad de México, hizo (el presidente) una manifestación más cerca del querer ser que del ser: “Poner en duda la valía de las organizaciones de la sociedad civil, es injusto e irresponsable” –versión del reportero de casa El Sol de México, Carlos Lara-, alocución presidencial que tiene un valor semántico relativo por la referencia a grupos de seres humanos, que precisamente somos la causa de lo bueno y lo malo que edifica o derrumba la estructura social. Hay que estudiar Sociología. Luego agregó el señor presidente que “un gobierno que no acepte la crítica, el escrutinio público y la libertad de expresión, es un gobierno que siembra la intolerancia y la confrontación en la sociedad”.

Me parece que el simplismo en la pretensión concretante soslaya lo más importante: la falta de cultura en general (ilustración pues) y la falta de cultura política en lo particular, pues de ahí la interrogante sobre la confrontación actual de la sociedad mexicana, tan evidente, ¿qué la causa? Lo que dice el presidente Peña que encierra entre líneas una presunción de su gobierno o lo que afirma este escribidor. He aquí el reto.

Más allá, dijo también, que “la historia de México es el recorrido de un camino que pasó por el respeto de las diferencias y el papel protagónico de la sociedad”. Permítame el señor presidente de todos mis respetos como tal, apuntar que México nunca pasó por el respeto por las diferencias, a menos que su prosa contenga lo que mi imaginación supone que usted disfrazó para el lucimiento de su gobierno. Y si acaso hubiese sido así y pasó por ahí, lo hizo por un lado, tangencialmente, en lo oscuro (no su gobierno, pero sí el de todos los gobiernos a partir de la Independencia en donde las diferencias fueron, precisamente, la causa de toda la negrura entre Iturbide y Juárez, primero, y luego entre Juárez y hasta el gobierno de Zedillo, porque con Fox, sin duda, se abrió la crítica y es su aportación indiscutible a la libertad de expresión y búsqueda de acuerdos con las diferencias.

La historia nos relata el cómo esas diferencias dieron al traste con la democracia que unos pocos buscaron con seriedad, porque el común de nuestro pueblo por muchos siglos se ha venido preocupando por sobrevivir en un medio de pocos que todo tienen y muchos que carecen de todo. Y esto es, apenas, una de las diferencias.

Y ya terminaré: todos los humanos traen un hado al nacer que llamamos vitalidad. El nombrecito poco importa y su creador también. El hecho cierto es que desde que nació el hombre inició su lucha por la subsistencia y tuvo que matar a sus iguales. Luego vio que era preciso asociarse y se reunió con parientes primero y con sus iguales después y mató al enemigo que le quitaba la presa y la vida. Y desde entonces la muerte es nuestra compañera de viaje, de un viaje que todavía no entendemos para qué. La Naturaleza es muy discreta y tanto, que a veces hasta oculta la inteligencia o la hace brillar en donde hay materia gris. Digo… sin saber para qué.

jaimepardoverdugo@yahoo.com.mx


VIENTOS

A veces me sorprende el presidente Peña Nieto; me desorienta con sus afirmaciones que sin duda son ejemplares expresiones de la buena oratoria, aunque no necesariamente de la buena interpretación histórica.

En la inauguración de la Exposición mal titulada “La Pieza, Muro de Berlín” en el Museo de Memoria y Tolerancia (qué mazacote) de la Ciudad de México, hizo (el presidente) una manifestación más cerca del querer ser que del ser: “Poner en duda la valía de las organizaciones de la sociedad civil, es injusto e irresponsable” –versión del reportero de casa El Sol de México, Carlos Lara-, alocución presidencial que tiene un valor semántico relativo por la referencia a grupos de seres humanos, que precisamente somos la causa de lo bueno y lo malo que edifica o derrumba la estructura social. Hay que estudiar Sociología. Luego agregó el señor presidente que “un gobierno que no acepte la crítica, el escrutinio público y la libertad de expresión, es un gobierno que siembra la intolerancia y la confrontación en la sociedad”.

Me parece que el simplismo en la pretensión concretante soslaya lo más importante: la falta de cultura en general (ilustración pues) y la falta de cultura política en lo particular, pues de ahí la interrogante sobre la confrontación actual de la sociedad mexicana, tan evidente, ¿qué la causa? Lo que dice el presidente Peña que encierra entre líneas una presunción de su gobierno o lo que afirma este escribidor. He aquí el reto.

Más allá, dijo también, que “la historia de México es el recorrido de un camino que pasó por el respeto de las diferencias y el papel protagónico de la sociedad”. Permítame el señor presidente de todos mis respetos como tal, apuntar que México nunca pasó por el respeto por las diferencias, a menos que su prosa contenga lo que mi imaginación supone que usted disfrazó para el lucimiento de su gobierno. Y si acaso hubiese sido así y pasó por ahí, lo hizo por un lado, tangencialmente, en lo oscuro (no su gobierno, pero sí el de todos los gobiernos a partir de la Independencia en donde las diferencias fueron, precisamente, la causa de toda la negrura entre Iturbide y Juárez, primero, y luego entre Juárez y hasta el gobierno de Zedillo, porque con Fox, sin duda, se abrió la crítica y es su aportación indiscutible a la libertad de expresión y búsqueda de acuerdos con las diferencias.

La historia nos relata el cómo esas diferencias dieron al traste con la democracia que unos pocos buscaron con seriedad, porque el común de nuestro pueblo por muchos siglos se ha venido preocupando por sobrevivir en un medio de pocos que todo tienen y muchos que carecen de todo. Y esto es, apenas, una de las diferencias.

Y ya terminaré: todos los humanos traen un hado al nacer que llamamos vitalidad. El nombrecito poco importa y su creador también. El hecho cierto es que desde que nació el hombre inició su lucha por la subsistencia y tuvo que matar a sus iguales. Luego vio que era preciso asociarse y se reunió con parientes primero y con sus iguales después y mató al enemigo que le quitaba la presa y la vida. Y desde entonces la muerte es nuestra compañera de viaje, de un viaje que todavía no entendemos para qué. La Naturaleza es muy discreta y tanto, que a veces hasta oculta la inteligencia o la hace brillar en donde hay materia gris. Digo… sin saber para qué.

jaimepardoverdugo@yahoo.com.mx