/ sábado 28 de septiembre de 2019

La pesadilla

Pensares


Hoy tuve el peor sueño de mi vida. Soñé con un mundo perfecto en donde verdaderamente el amor era el guía de las acciones humanas y la tolerancia y comprensión eran los estandartes de una sociedad hambrienta de progreso y mejora.

Vi claramente cómo cada ser humano pugnaba por su prójimo y erogaba sus bienes para aquellos que más lo necesitaban. Fue horrible ver cómo las sonrisas de los niños eran actos involuntarios de felicidad que sus corazones albergaban, mientras sus padres disfrutaban día a día sin dar paso a la soberbia, al orgullo y al egoísmo. No había oscuridad, no había llanto, no había dolor, era un mundo perfecto.

Las desgracias humanas eran pretextos para reafirmar su condición humana y de amor; era el pretexto para crecer y demostrar compasión. Por donde volteara solo encontraba optimismo, aun cuando el sacrificio fuera más duro que la recompensa en sí; no había espacio para la tristeza o la depresión, todos aceptaban su condición y su terapia era el trabajo y mejorar era su aspiración.

El arrepentimiento era un acto tan común como la contrición, que dignificaba al pecador y lo instalaba en su lugar dentro de la sociedad, sin necesidad de cárceles ni castigos. El hambre, la pobreza y la enfermedad eran meramente recuerdos oscuros de un mundo que yo no creía haber acabado; de un mundo que añoraba y me negaba a dejar o abandonar tan fácilmente, pero por más que tentaba un corazón éste no solo se resistía, sino que peleaba ferozmente acompañado de un millón de corazones y junto batían con cada latido mis ataques.

Ya no había soledad, el asesino ahora predicaba, el ladrón cuidaba y juntos enseñaban un mundo mejor y en su diccionario las palabras horror habían borrado. No había guerras, no había fronteras, no había político, solo un mundo hermoso.

Cuando desperté sonreí y me di cuenta que solo fue una pesadilla. ¿Sí saben quién soy verdad? Lucifer.

Pensares


Hoy tuve el peor sueño de mi vida. Soñé con un mundo perfecto en donde verdaderamente el amor era el guía de las acciones humanas y la tolerancia y comprensión eran los estandartes de una sociedad hambrienta de progreso y mejora.

Vi claramente cómo cada ser humano pugnaba por su prójimo y erogaba sus bienes para aquellos que más lo necesitaban. Fue horrible ver cómo las sonrisas de los niños eran actos involuntarios de felicidad que sus corazones albergaban, mientras sus padres disfrutaban día a día sin dar paso a la soberbia, al orgullo y al egoísmo. No había oscuridad, no había llanto, no había dolor, era un mundo perfecto.

Las desgracias humanas eran pretextos para reafirmar su condición humana y de amor; era el pretexto para crecer y demostrar compasión. Por donde volteara solo encontraba optimismo, aun cuando el sacrificio fuera más duro que la recompensa en sí; no había espacio para la tristeza o la depresión, todos aceptaban su condición y su terapia era el trabajo y mejorar era su aspiración.

El arrepentimiento era un acto tan común como la contrición, que dignificaba al pecador y lo instalaba en su lugar dentro de la sociedad, sin necesidad de cárceles ni castigos. El hambre, la pobreza y la enfermedad eran meramente recuerdos oscuros de un mundo que yo no creía haber acabado; de un mundo que añoraba y me negaba a dejar o abandonar tan fácilmente, pero por más que tentaba un corazón éste no solo se resistía, sino que peleaba ferozmente acompañado de un millón de corazones y junto batían con cada latido mis ataques.

Ya no había soledad, el asesino ahora predicaba, el ladrón cuidaba y juntos enseñaban un mundo mejor y en su diccionario las palabras horror habían borrado. No había guerras, no había fronteras, no había político, solo un mundo hermoso.

Cuando desperté sonreí y me di cuenta que solo fue una pesadilla. ¿Sí saben quién soy verdad? Lucifer.

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