/ lunes 7 de mayo de 2018

La sucia política

EL MURO

Un joven político emprende un viaje. En la ausencia un amigo le gana a su amada, por lo que al enterarse el viajante convence a la mujer de su rival de estar con él. Toda esta lindura condujo a un desorden que terminó con modificaciones constitucionales.

Existen razones más exquisitas para las conspiraciones palaciegas, como la de aquel caballero molesto por que un gobernante lo entregó para recibir castigo, resultando el castigador muy indignado porque se enteró que el castigado hizo referencia a su mal aliento.

Súmele traiciones, como la del señor que prometió a su hija en matrimonio, pero tiempo después el padre del desposado, una vez en el poder, se las arregló para imponerle una multa, por lo que el ofendido formó un partido integrado por personas destituidas de sus derechos.

Una sentencia sobre un caso de adulterio, con un excesivo castigo -amarrar y exhibir a la pareja en la plaza pública-, llevó al levantamiento de otra comunidad. Por si fueran poco los simplones casos que mueven al sacudimiento político, habrá que sumarle otras causas que motivan a alguien a levantarse contra el sistema: El lucro, el honor, la soberbia, el miedo, el afán de superioridad, el desprecio y la acumulación desproporcionada de poder. Uno puede comenzar a leer “Política” de Aristóteles (de donde salieron todos los ejemplos anteriores, más lo que siguen) por diversos motivos, pero al finalizar la lectura uno termina con la extraña, pero contundente convicción de que este mundillo siempre ha sido la misma cochinada.

Por extraño que parezca, existió un tiempo en que la habilidad oratoria para el convencimiento de un prosélito era desconocida, así que fueron los militares quienes conducían a la masa, pero una vez fortalecida la retórica comenzó la llegada al poder de todo aquel capaz de decirle al pueblo lo que quiere escuchar.

La desgastante rivalidad política producto de un modelo donde el mejor manipulador es quien recibe los aplausos, llevó a cambios drásticos en la elección de gobernantes, haciendo a un lado el sistema de elección por voto, dando pie al sistema de distribución de puestos a través de un sorteo (busque en Google el concepto “demarquía” para que compruebe que hay vida más allá de las elecciones; además los puestos por sorteo aún existen, solo que le llaman “insaculación” –poner papelitos con nombres en un saquito- y el puesto no es muy popular que digamos: Funcionario de casilla).

El eterno problema es que cuando el pueblo resulta agraviado entonces cualquiera puede ser su valedor (la persona que protege), pero hay que tener cuidado a quién se engrandece “porque los hombres se corrompen fácilmente y no cualquiera puede llevar la buena fortuna”. Luego, con el salvador de moda, llega la pasional ceguera de sus seguidores: “Quienes consideran que no hay más virtud que la de su partido, llevan todo al extremo. No advierten que una nariz que se desvía de la rectitud ideal y tiende a ser encorvada o chata, puede ser aun con todo bella…”.

Lo dicho: Una milenaria cochinada.

vicmarcen09@gmail.com

EL MURO

Un joven político emprende un viaje. En la ausencia un amigo le gana a su amada, por lo que al enterarse el viajante convence a la mujer de su rival de estar con él. Toda esta lindura condujo a un desorden que terminó con modificaciones constitucionales.

Existen razones más exquisitas para las conspiraciones palaciegas, como la de aquel caballero molesto por que un gobernante lo entregó para recibir castigo, resultando el castigador muy indignado porque se enteró que el castigado hizo referencia a su mal aliento.

Súmele traiciones, como la del señor que prometió a su hija en matrimonio, pero tiempo después el padre del desposado, una vez en el poder, se las arregló para imponerle una multa, por lo que el ofendido formó un partido integrado por personas destituidas de sus derechos.

Una sentencia sobre un caso de adulterio, con un excesivo castigo -amarrar y exhibir a la pareja en la plaza pública-, llevó al levantamiento de otra comunidad. Por si fueran poco los simplones casos que mueven al sacudimiento político, habrá que sumarle otras causas que motivan a alguien a levantarse contra el sistema: El lucro, el honor, la soberbia, el miedo, el afán de superioridad, el desprecio y la acumulación desproporcionada de poder. Uno puede comenzar a leer “Política” de Aristóteles (de donde salieron todos los ejemplos anteriores, más lo que siguen) por diversos motivos, pero al finalizar la lectura uno termina con la extraña, pero contundente convicción de que este mundillo siempre ha sido la misma cochinada.

Por extraño que parezca, existió un tiempo en que la habilidad oratoria para el convencimiento de un prosélito era desconocida, así que fueron los militares quienes conducían a la masa, pero una vez fortalecida la retórica comenzó la llegada al poder de todo aquel capaz de decirle al pueblo lo que quiere escuchar.

La desgastante rivalidad política producto de un modelo donde el mejor manipulador es quien recibe los aplausos, llevó a cambios drásticos en la elección de gobernantes, haciendo a un lado el sistema de elección por voto, dando pie al sistema de distribución de puestos a través de un sorteo (busque en Google el concepto “demarquía” para que compruebe que hay vida más allá de las elecciones; además los puestos por sorteo aún existen, solo que le llaman “insaculación” –poner papelitos con nombres en un saquito- y el puesto no es muy popular que digamos: Funcionario de casilla).

El eterno problema es que cuando el pueblo resulta agraviado entonces cualquiera puede ser su valedor (la persona que protege), pero hay que tener cuidado a quién se engrandece “porque los hombres se corrompen fácilmente y no cualquiera puede llevar la buena fortuna”. Luego, con el salvador de moda, llega la pasional ceguera de sus seguidores: “Quienes consideran que no hay más virtud que la de su partido, llevan todo al extremo. No advierten que una nariz que se desvía de la rectitud ideal y tiende a ser encorvada o chata, puede ser aun con todo bella…”.

Lo dicho: Una milenaria cochinada.

vicmarcen09@gmail.com