/ miércoles 24 de noviembre de 2021

La suerte del bonobo

EL MURO

La suerte existe aunque a los triunfadores les moleste escucharlo, porque creen que al hablar de eso les restamos méritos por sus logros, cuando en verdad no buscamos importunarlos, sino destacar que la suerte es tan democrática, que brinda potenciales oportunidades para cualquiera capaz de aprovecharlas.

La suerte involucra aquello sobre lo cual ninguno de nosotros puede controlar y un ejemplo es el destino. Frans B.M. De Waal en "Bonobo, Sex and Society", pregunta qué hubiera pasado en la historia de la humanidad si en vez de haber estudiado el comportamiento de los chimpancés, antes hubiéramos conocido a los bonobos. Quizá nuestra suerte como humanidad sería diferente.

lavozdelafrontera_admin

Hoy vemos a la violencia como algo, si bien no aceptable, si como algo hasta cierto punto normal y por lo tanto, inevitable. El mundo feliz no existe –creemos firmemente- porque si hasta los chimpancés, nuestros parientes lejanos, tienden a resolver sus diferencias básicamente a punta de golpes, ¿por qué no habríamos de hacerlo también nosotros, en un momento de irracionalidad? Además, la evidencia de humanos como homicidas violentos data desde el pleistoceno (“Lethal Interpersonal Violence in the Middle Pleistocene”).

De manera que parecemos destinados a contemplar el incremento de la violencia en nuestra entidad como un hecho cotidiano y lo peor de todo, como si no hubiera otra cosa por hacer tan solo resignarnos ante aquello que la autoridad pueda hacer con sus fuerzas policiacas, los castigos, la vigilancia, las cárceles, la prevención.

Pero volvamos a los bonobos, la parte medular de este relato, una en la que mostramos que la consigna jipi “hagamos el amor y no la guerra” sí funciona y funciona muy bien. En resumidas cuentas, la del bonobo, un primate sumamente parecido al chimpancé, es una sociedad dominada por la mujer, una sociedad donde los pocos conflictos tienden a ser resueltos con encuentros sexuales, sí, así como lo ha leído, para el bonobo el sexo es el método para conseguir comida, para aliviar tensión muscular o del alma.

Una sociedad donde si una hembra es amenazada por un macho, las demás se juntan para alejar al agresor. Una sociedad donde la madre cría al hijo, una donde la hembra adolescente se va del seno familiar para unirse a otro grupo, pero sobre todo una sociedad prácticamente sin violencia.

De haberlos estudiado a ellos primero, tal vez algunas teorías sociológicas serían distintas, quizá no estaríamos tan convencidos hoy en día de la inevitabilidad de las agresiones, de la dominación masculina, quizá veríamos al sexo con menos recelo y con más valor práctico, quizá tendríamos otra suerte, una suerte de bonobo.

mailto:vicmarcen09@gmail.com

EL MURO

La suerte existe aunque a los triunfadores les moleste escucharlo, porque creen que al hablar de eso les restamos méritos por sus logros, cuando en verdad no buscamos importunarlos, sino destacar que la suerte es tan democrática, que brinda potenciales oportunidades para cualquiera capaz de aprovecharlas.

La suerte involucra aquello sobre lo cual ninguno de nosotros puede controlar y un ejemplo es el destino. Frans B.M. De Waal en "Bonobo, Sex and Society", pregunta qué hubiera pasado en la historia de la humanidad si en vez de haber estudiado el comportamiento de los chimpancés, antes hubiéramos conocido a los bonobos. Quizá nuestra suerte como humanidad sería diferente.

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Hoy vemos a la violencia como algo, si bien no aceptable, si como algo hasta cierto punto normal y por lo tanto, inevitable. El mundo feliz no existe –creemos firmemente- porque si hasta los chimpancés, nuestros parientes lejanos, tienden a resolver sus diferencias básicamente a punta de golpes, ¿por qué no habríamos de hacerlo también nosotros, en un momento de irracionalidad? Además, la evidencia de humanos como homicidas violentos data desde el pleistoceno (“Lethal Interpersonal Violence in the Middle Pleistocene”).

De manera que parecemos destinados a contemplar el incremento de la violencia en nuestra entidad como un hecho cotidiano y lo peor de todo, como si no hubiera otra cosa por hacer tan solo resignarnos ante aquello que la autoridad pueda hacer con sus fuerzas policiacas, los castigos, la vigilancia, las cárceles, la prevención.

Pero volvamos a los bonobos, la parte medular de este relato, una en la que mostramos que la consigna jipi “hagamos el amor y no la guerra” sí funciona y funciona muy bien. En resumidas cuentas, la del bonobo, un primate sumamente parecido al chimpancé, es una sociedad dominada por la mujer, una sociedad donde los pocos conflictos tienden a ser resueltos con encuentros sexuales, sí, así como lo ha leído, para el bonobo el sexo es el método para conseguir comida, para aliviar tensión muscular o del alma.

Una sociedad donde si una hembra es amenazada por un macho, las demás se juntan para alejar al agresor. Una sociedad donde la madre cría al hijo, una donde la hembra adolescente se va del seno familiar para unirse a otro grupo, pero sobre todo una sociedad prácticamente sin violencia.

De haberlos estudiado a ellos primero, tal vez algunas teorías sociológicas serían distintas, quizá no estaríamos tan convencidos hoy en día de la inevitabilidad de las agresiones, de la dominación masculina, quizá veríamos al sexo con menos recelo y con más valor práctico, quizá tendríamos otra suerte, una suerte de bonobo.

mailto:vicmarcen09@gmail.com