/ viernes 4 de octubre de 2019

Lágrimas, risas y amor…con el Príncipe

Quo Vadis


Lo escribí en mi Face y lo repito aquí: “Todos tenemos el placer de oír a José José, pero solo algunos la oportunidad de platicar personalmente con él en sus tiempos de gloria y tristeza...DESCANSE EN PAZ este ídolo latinoamericano…”.

Esta expresión la compartí el mismo 28 de septiembre que se supo del deceso y sin saber aún del vodevil que habrían de protagonizar algunos familiares del artista e incontables “comunicadores” que más con morbo que con respeto comenzaron a diluir y multiplicar versiones que confundieron y molestaron a millones de seguidores del irrepetible cantante.

Mi frase, claro, la acompañé de una foto cuando hace 31 años tuve la primera de dos ocasiones de entrevistarlo personalmente (no de forma “banquetera”) previo a sus presentaciones en el palenque de las Fiestas del Sol en Mexicali, tiempos en que el Príncipe brillaba por su don y ni qué decir de las explosivas y exponenciales versiones de su vida íntima.

Luego, hace 4 años, en un baile “Blanco y Negro” en el salón Teotihuacán en Mexicali, mi hija (oírla en Youtube como Mariella Moraga) tuvo la oportunidad de cantar frente al Príncipe, tomarse fotos con él y pedirle autógrafo en dos de sus mejores LP’s que en familia tenemos…Gratísimos recuerdos y breves en el devenir de José Rómulo Sosa Ortiz, su nombre real, pero muy significativos para quienes los vivimos con especial intensidad y dedicación.

Así las cosas y sin escudriñar las sucias como irreverentes versiones acerca de la verdadera causa de su muerte, el destino de sus restos y su modus vivendi en la antesala del viaje eterno que ya emprendió y el que todos tenemos que cumplir tarde o temprano, rememoro los momentos de dialogar con él, dueño de una fama a plenitud muy superior a la que creen gozar muchos príncipes o reyes producto de monarquías, riquezas malhabidas o con ego sobrenatural; con actitud siempre noble, amable y respetuosa con quienes le rodeaban y con tantos destellos que en nada opacaron sus días de infortunio porque al fin como ser humano --como todos-- fue imperfecto.

Descanse en paz un verdadero grande entre los grandes del canto en México y el mundo, inolvidable por su herencia discográfica que para oírla a plenitud se nos iría la vida misma y por ello habría que intensificar las oraciones al Creador para que el Príncipe transite en su viaje a la eternidad sin entorpecerle las lágrimas que pronto se multiplicarán cuando se le rindan tributos masivos, con risas que esbozarán quienes recuerden sus grandes momentos y con amor, el que con cada letra, frase y composición que entonó, motivó sentimientos en millones de personas que -como él- fueron legítimas para vivir con intensidad y asumir retos de la vida que enaltecieron su nombre, porque por lo demás ¿de qué o para qué pueden servir tantas anécdotas de su intimidad? cuando su destino lo encaminó a estremecer corazones y entonar con su especial estilo un epitafio a la humanidad que a la letra dice: “…Casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar”. ¿O no?

Quo Vadis


Lo escribí en mi Face y lo repito aquí: “Todos tenemos el placer de oír a José José, pero solo algunos la oportunidad de platicar personalmente con él en sus tiempos de gloria y tristeza...DESCANSE EN PAZ este ídolo latinoamericano…”.

Esta expresión la compartí el mismo 28 de septiembre que se supo del deceso y sin saber aún del vodevil que habrían de protagonizar algunos familiares del artista e incontables “comunicadores” que más con morbo que con respeto comenzaron a diluir y multiplicar versiones que confundieron y molestaron a millones de seguidores del irrepetible cantante.

Mi frase, claro, la acompañé de una foto cuando hace 31 años tuve la primera de dos ocasiones de entrevistarlo personalmente (no de forma “banquetera”) previo a sus presentaciones en el palenque de las Fiestas del Sol en Mexicali, tiempos en que el Príncipe brillaba por su don y ni qué decir de las explosivas y exponenciales versiones de su vida íntima.

Luego, hace 4 años, en un baile “Blanco y Negro” en el salón Teotihuacán en Mexicali, mi hija (oírla en Youtube como Mariella Moraga) tuvo la oportunidad de cantar frente al Príncipe, tomarse fotos con él y pedirle autógrafo en dos de sus mejores LP’s que en familia tenemos…Gratísimos recuerdos y breves en el devenir de José Rómulo Sosa Ortiz, su nombre real, pero muy significativos para quienes los vivimos con especial intensidad y dedicación.

Así las cosas y sin escudriñar las sucias como irreverentes versiones acerca de la verdadera causa de su muerte, el destino de sus restos y su modus vivendi en la antesala del viaje eterno que ya emprendió y el que todos tenemos que cumplir tarde o temprano, rememoro los momentos de dialogar con él, dueño de una fama a plenitud muy superior a la que creen gozar muchos príncipes o reyes producto de monarquías, riquezas malhabidas o con ego sobrenatural; con actitud siempre noble, amable y respetuosa con quienes le rodeaban y con tantos destellos que en nada opacaron sus días de infortunio porque al fin como ser humano --como todos-- fue imperfecto.

Descanse en paz un verdadero grande entre los grandes del canto en México y el mundo, inolvidable por su herencia discográfica que para oírla a plenitud se nos iría la vida misma y por ello habría que intensificar las oraciones al Creador para que el Príncipe transite en su viaje a la eternidad sin entorpecerle las lágrimas que pronto se multiplicarán cuando se le rindan tributos masivos, con risas que esbozarán quienes recuerden sus grandes momentos y con amor, el que con cada letra, frase y composición que entonó, motivó sentimientos en millones de personas que -como él- fueron legítimas para vivir con intensidad y asumir retos de la vida que enaltecieron su nombre, porque por lo demás ¿de qué o para qué pueden servir tantas anécdotas de su intimidad? cuando su destino lo encaminó a estremecer corazones y entonar con su especial estilo un epitafio a la humanidad que a la letra dice: “…Casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar”. ¿O no?