/ martes 14 de mayo de 2019

Las malas experiencias

El Muro


En 105 años, desde Francisco L. Montejano hasta Gustavo Sánchez, han fungido -por lo menos- 43 caballeros como alcaldes (derivado del árabe que significa “el juez”) entre electos, impuestos, sustitutos, interinos, concejales, consejeros y Mexicali en la actualidad no es precisamente una ciudad modelo por su desarrollo ordenado, más bien parece una capirotada.

Cualquier cachanilla sin relación alguna con el gobierno municipal en turno o simpatía por el partido en el poder que busca reelegirse o un militante de partido rival, es decir la mayoría, puede dar fe sin sesgo de las condiciones del municipio (la calidad de sus calles, el medio ambiente, la tranquilidad social) que contrasta con lo que la Constitución Local señala como obligaciones de un Ayuntamiento: “… La satisfacción de sus necesidades colectivas, tendientes a lograr su desarrollo integral sustentable; proteger y fomentar los valores de la convivencia…”.

Pero según el ego de cada edil que ha ocupado la silla, lo hecho durante su responsabilidad ha sido lo mejor porque el inmediato anterior había sido un desastre. Para autoalabarse antes eran usados los pomposos informes de gobierno que debían ser un poco menos ostentosos que los realizados por el titular del Ejecutivo en turno.

Hoy los spots institucionales hacen mucho más sencillo resaltar las virtudes, porque aunque el argumento sea débil el valor está en la repetición, tanto como para convertirse en verdad.

Si hacemos un ejercicio de deconstrucción (separar cada parte de atrás hacia adelante, como ingeniería inversa) veremos que es más probable que la falta de foco a la mayor parte de las necesidades comunitarias, sea el sello que caracteriza a cada una de las administraciones, sobre todo las del siglo XXI. Aunque cada Ayuntamiento bien pudo hacer mucho por resolver un tema en particular -digamos la pavimentación- el deseo de trascender, de cuidar su futuro político, los hizo manosear todas las áreas para mostrarse cumplidores.

Por más que duela, los políticos llegan al poder ignorantes (algunos ignaros e ignotos) y aunque presumir experiencia es la marca distintiva del que busca llegar más allá, quizá dejarían de usar esa palabra si descubrieran que el significado original es “aprendí a hacer algo porque antes me equivoqué”. En el protoindoeuropeo, también en el latín, “pre” quiere decir “a través (de ese método puedo…)”, de ahí derivó “experior”: “Lo intento, lo pongo a prueba”; luego aterrizó en “experientia” o el conocimiento adquirido gracias a los múltiples ensayos previos fallidos.

Por ejemplo, los mexicalenses tenemos una mala experiencia con los gobernantes por la capirotada que nos están heredando…


El Muro


En 105 años, desde Francisco L. Montejano hasta Gustavo Sánchez, han fungido -por lo menos- 43 caballeros como alcaldes (derivado del árabe que significa “el juez”) entre electos, impuestos, sustitutos, interinos, concejales, consejeros y Mexicali en la actualidad no es precisamente una ciudad modelo por su desarrollo ordenado, más bien parece una capirotada.

Cualquier cachanilla sin relación alguna con el gobierno municipal en turno o simpatía por el partido en el poder que busca reelegirse o un militante de partido rival, es decir la mayoría, puede dar fe sin sesgo de las condiciones del municipio (la calidad de sus calles, el medio ambiente, la tranquilidad social) que contrasta con lo que la Constitución Local señala como obligaciones de un Ayuntamiento: “… La satisfacción de sus necesidades colectivas, tendientes a lograr su desarrollo integral sustentable; proteger y fomentar los valores de la convivencia…”.

Pero según el ego de cada edil que ha ocupado la silla, lo hecho durante su responsabilidad ha sido lo mejor porque el inmediato anterior había sido un desastre. Para autoalabarse antes eran usados los pomposos informes de gobierno que debían ser un poco menos ostentosos que los realizados por el titular del Ejecutivo en turno.

Hoy los spots institucionales hacen mucho más sencillo resaltar las virtudes, porque aunque el argumento sea débil el valor está en la repetición, tanto como para convertirse en verdad.

Si hacemos un ejercicio de deconstrucción (separar cada parte de atrás hacia adelante, como ingeniería inversa) veremos que es más probable que la falta de foco a la mayor parte de las necesidades comunitarias, sea el sello que caracteriza a cada una de las administraciones, sobre todo las del siglo XXI. Aunque cada Ayuntamiento bien pudo hacer mucho por resolver un tema en particular -digamos la pavimentación- el deseo de trascender, de cuidar su futuro político, los hizo manosear todas las áreas para mostrarse cumplidores.

Por más que duela, los políticos llegan al poder ignorantes (algunos ignaros e ignotos) y aunque presumir experiencia es la marca distintiva del que busca llegar más allá, quizá dejarían de usar esa palabra si descubrieran que el significado original es “aprendí a hacer algo porque antes me equivoqué”. En el protoindoeuropeo, también en el latín, “pre” quiere decir “a través (de ese método puedo…)”, de ahí derivó “experior”: “Lo intento, lo pongo a prueba”; luego aterrizó en “experientia” o el conocimiento adquirido gracias a los múltiples ensayos previos fallidos.

Por ejemplo, los mexicalenses tenemos una mala experiencia con los gobernantes por la capirotada que nos están heredando…