/ martes 20 de noviembre de 2018

Los catrachos llegaron ya…

El Muro


Ahora que la chusmacracia -con sus voluntariosos opinócratas- domina la agenda comunitaria vía redes sociales, se potencia la cursilería e impera el desorden. Pero no todo está perdido. A continuación brindo tres elementos para observar el fenómeno migratorio, sin sufrir en el intento:

1.- Con equis de xenofobia.- Quizá sea la palabra más utilizada en los últimos días, pero la menos comprendida. Literalmente xenofobia quiere decir temor al que viene de otro lugar y no significa odio, ganas de matar al fuereño, imitadores de Trump, ni racista.

La xenofobia es un mecanismo intuitivo de protección comunitaria, su contraparte es “El mundo no tiene fronteras”, un concepto simplón con muchos adeptos, que se fortalece en el mundillo académico de las ciencias sociales.

Los humanos estamos cableados para la suspicacia, porque una comunidad de bonachones sería devorada con suma facilidad (en “Did Warfare Among Ancestral Hunter-Gatherers Affect the Evolution of Human Social Behaviors?” y en “The Coevolution of Parochial Altruism and War” se plantea la posibilidad de que los conflictos intergrupales resultaran útiles para el fortalecimiento del altruismo intragrupal).

Muchos de nuestros actos, los cuales creemos bien razonados, en realidad son una respuesta automática del cerebro. Por ejemplo, la saciedad al beber agua está directamente ligada a la velocidad de ingesta (y no a la cantidad o a nuestra decisión de parar cuando queramos), porque dedicarle mucho tiempo a la hidratación era un riesgo ante los depredadores.

2.- Con equis de catracho.- Definimos gentilicio a la forma en que se denomina a las personas de acuerdo a su lugar de origen: Mexicalenses para los de Mexicali, hondureños para los de Honduras. Sin embargo, existe el hipocorístico, que es la versión melosa: Decirles Kiko a los Franciscos o a nosotros cachanillas.

Cuando el general Florencio Xatruch (pronúnciese la equis con el sonido sh) junto a su tropa y a las de los aliados, evitó que un grupo de piratas norteamericanos se apoderara de Nicaragua (recuerde el caso de los filibusteros que intentaron adueñarse de la Baja California), ganó la admiración de todos. Los nicaragüenses agradecidos (sin saber cómo se pronunciaba el apellido) gritaban en reconocimiento ¡ahí vienen los catrachos!

3.- Con zeta de la zorra no se ve su cola.- Muchos países aplican medidas denigrantes contra los inmigrantes, entre ellos los de la

Unión Europea (empujar lanchas hacia altamar hasta dejarlas a la buena de Dios), pero muestran otra cara al mundo, solo Donald Trump alardea sus fanfarronadas (por las razones que sea).

En esto de las migraciones los que siempre terminan raspados son los receptores, mientras nadie toca a los expulsores, responsables del bienestar de los suyos. Ya sabemos que nuestros gobernantes no harán algo contundente para resolver este asunto porque temen al castigo electoral de la chusmacracia bipolar.

(Posdata: Apoye a los albergues. Lo cortés no quita lo patriota).


El Muro


Ahora que la chusmacracia -con sus voluntariosos opinócratas- domina la agenda comunitaria vía redes sociales, se potencia la cursilería e impera el desorden. Pero no todo está perdido. A continuación brindo tres elementos para observar el fenómeno migratorio, sin sufrir en el intento:

1.- Con equis de xenofobia.- Quizá sea la palabra más utilizada en los últimos días, pero la menos comprendida. Literalmente xenofobia quiere decir temor al que viene de otro lugar y no significa odio, ganas de matar al fuereño, imitadores de Trump, ni racista.

La xenofobia es un mecanismo intuitivo de protección comunitaria, su contraparte es “El mundo no tiene fronteras”, un concepto simplón con muchos adeptos, que se fortalece en el mundillo académico de las ciencias sociales.

Los humanos estamos cableados para la suspicacia, porque una comunidad de bonachones sería devorada con suma facilidad (en “Did Warfare Among Ancestral Hunter-Gatherers Affect the Evolution of Human Social Behaviors?” y en “The Coevolution of Parochial Altruism and War” se plantea la posibilidad de que los conflictos intergrupales resultaran útiles para el fortalecimiento del altruismo intragrupal).

Muchos de nuestros actos, los cuales creemos bien razonados, en realidad son una respuesta automática del cerebro. Por ejemplo, la saciedad al beber agua está directamente ligada a la velocidad de ingesta (y no a la cantidad o a nuestra decisión de parar cuando queramos), porque dedicarle mucho tiempo a la hidratación era un riesgo ante los depredadores.

2.- Con equis de catracho.- Definimos gentilicio a la forma en que se denomina a las personas de acuerdo a su lugar de origen: Mexicalenses para los de Mexicali, hondureños para los de Honduras. Sin embargo, existe el hipocorístico, que es la versión melosa: Decirles Kiko a los Franciscos o a nosotros cachanillas.

Cuando el general Florencio Xatruch (pronúnciese la equis con el sonido sh) junto a su tropa y a las de los aliados, evitó que un grupo de piratas norteamericanos se apoderara de Nicaragua (recuerde el caso de los filibusteros que intentaron adueñarse de la Baja California), ganó la admiración de todos. Los nicaragüenses agradecidos (sin saber cómo se pronunciaba el apellido) gritaban en reconocimiento ¡ahí vienen los catrachos!

3.- Con zeta de la zorra no se ve su cola.- Muchos países aplican medidas denigrantes contra los inmigrantes, entre ellos los de la

Unión Europea (empujar lanchas hacia altamar hasta dejarlas a la buena de Dios), pero muestran otra cara al mundo, solo Donald Trump alardea sus fanfarronadas (por las razones que sea).

En esto de las migraciones los que siempre terminan raspados son los receptores, mientras nadie toca a los expulsores, responsables del bienestar de los suyos. Ya sabemos que nuestros gobernantes no harán algo contundente para resolver este asunto porque temen al castigo electoral de la chusmacracia bipolar.

(Posdata: Apoye a los albergues. Lo cortés no quita lo patriota).