/ viernes 4 de octubre de 2019

Los vaivenes de la memoria

En algún lugar...


“Si el pasado es una ausencia que sólo puede colmarse a través de las huellas, las memorias públicas no forzosamente están unidas a estas marcas”. Eugenia Allier Montaño


En algún lugar versátil se configuran y reconfiguran las memorias colectivas con los matices imperantes en una secuencia estigmatizada por la visión oficial…

Escribo en la víspera del 2 de octubre cuando todos los inmuebles ubicados en el trayecto de las marchas conmemorativas se pertrechan para resistir los daños de los vándalos y anárquicos infiltrados, en una deleznable tradición que se agudiza cada año.

No siempre fue así. Recuerdo que durante muchos años el tema fue censurado y las demandas ninguneadas. Para evitar los claroscuros de mi memoria, busqué información de los inicios y la secuencia de las conmemoraciones del 2 de octubre. Encontré un ensayo excelente de Eugenia Allier Montaño (Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM) que documenta brillantemente la trayectoria de la memoria colectiva en torno a la masacre de Tlatelolco en 1968.

Desde el primer aniversario, todavía en el régimen de Gustavo Díaz Ordaz la esencia de las conmemoraciones fue la petición de la libertad de los dirigentes e integrantes del movimiento (presos en Lecumberri); eran marchas de universitarios que invariablemente bajo la lluvia, encendían veladoras y guardaban un minuto de silencio a las 18:10 horas. En aquel entonces persistía la versión de la conjura del comunismo internacional contra el Estado mexicano y bajo esa lógica, todo lo relacionado con el movimiento se consideró clandestino, ilegal y hasta inmoral; la izquierda era casi invisible y aunque el Estado controlaba a la prensa y a los medios de comunicación, en el editorial del periódico El Día, el 2 de octubre del 1969, aparece por primera vez la consigna social de “no olvidar” que acompañará a los manifestantes cada aniversario.

En el sexenio de Echeverría se consuma el debilitamiento de la izquierda e inicia la desintegración del movimiento mediante la cooptación del Estado de “amplios sectores de los jóvenes” involucrados. En los sexenios siguientes, la marcha conmemorativa del 2 de octubre fue el breve espacio para los reclamos sociales de la liberación de presos políticos y la denuncia de desapariciones forzadas en la guerra sucia, pero aquellas manifestaciones nunca fueron un motivo de alarma ni el foco de atención en los gobiernos del Priato. Fue hasta finales de los 80’s cuando la exigencia por una apertura democrática derivó en el surgimiento de la sociedad civil que dignificó la conmemoración del 68 y en los 90’s, los medios y la clase política reivindicaron el movimiento y el reclamo era por el juicio y el castigo a los culpables.

Ha sido un largo y sinuoso camino. Por eso es lamentable, insufrible, el espectáculo grotesco en el que han convertido una conmemoración histórica y un reclamo legítimo. Me queda claro que persiste el vicio de vulgarizar la memoria y deslegitimar los movimientos sociales con huestes de vándalos que obedecen los matices imperantes en una secuencia estigmatizada por la visión oficial…

En algún lugar...


“Si el pasado es una ausencia que sólo puede colmarse a través de las huellas, las memorias públicas no forzosamente están unidas a estas marcas”. Eugenia Allier Montaño


En algún lugar versátil se configuran y reconfiguran las memorias colectivas con los matices imperantes en una secuencia estigmatizada por la visión oficial…

Escribo en la víspera del 2 de octubre cuando todos los inmuebles ubicados en el trayecto de las marchas conmemorativas se pertrechan para resistir los daños de los vándalos y anárquicos infiltrados, en una deleznable tradición que se agudiza cada año.

No siempre fue así. Recuerdo que durante muchos años el tema fue censurado y las demandas ninguneadas. Para evitar los claroscuros de mi memoria, busqué información de los inicios y la secuencia de las conmemoraciones del 2 de octubre. Encontré un ensayo excelente de Eugenia Allier Montaño (Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM) que documenta brillantemente la trayectoria de la memoria colectiva en torno a la masacre de Tlatelolco en 1968.

Desde el primer aniversario, todavía en el régimen de Gustavo Díaz Ordaz la esencia de las conmemoraciones fue la petición de la libertad de los dirigentes e integrantes del movimiento (presos en Lecumberri); eran marchas de universitarios que invariablemente bajo la lluvia, encendían veladoras y guardaban un minuto de silencio a las 18:10 horas. En aquel entonces persistía la versión de la conjura del comunismo internacional contra el Estado mexicano y bajo esa lógica, todo lo relacionado con el movimiento se consideró clandestino, ilegal y hasta inmoral; la izquierda era casi invisible y aunque el Estado controlaba a la prensa y a los medios de comunicación, en el editorial del periódico El Día, el 2 de octubre del 1969, aparece por primera vez la consigna social de “no olvidar” que acompañará a los manifestantes cada aniversario.

En el sexenio de Echeverría se consuma el debilitamiento de la izquierda e inicia la desintegración del movimiento mediante la cooptación del Estado de “amplios sectores de los jóvenes” involucrados. En los sexenios siguientes, la marcha conmemorativa del 2 de octubre fue el breve espacio para los reclamos sociales de la liberación de presos políticos y la denuncia de desapariciones forzadas en la guerra sucia, pero aquellas manifestaciones nunca fueron un motivo de alarma ni el foco de atención en los gobiernos del Priato. Fue hasta finales de los 80’s cuando la exigencia por una apertura democrática derivó en el surgimiento de la sociedad civil que dignificó la conmemoración del 68 y en los 90’s, los medios y la clase política reivindicaron el movimiento y el reclamo era por el juicio y el castigo a los culpables.

Ha sido un largo y sinuoso camino. Por eso es lamentable, insufrible, el espectáculo grotesco en el que han convertido una conmemoración histórica y un reclamo legítimo. Me queda claro que persiste el vicio de vulgarizar la memoria y deslegitimar los movimientos sociales con huestes de vándalos que obedecen los matices imperantes en una secuencia estigmatizada por la visión oficial…

ÚLTIMASCOLUMNAS