/ jueves 18 de octubre de 2018

Maquiavelo: ser extraordinario

Vientos


Seguramente usted escucha con cierta frecuencia el nombre de Maquiavelo y casi siempre con un mal atribuido sentido de maldad. Tratemos de entenderlo en su tiempo y en su circunstancia, aportando un pequeño obsequio: la inteligencia.

Nicolás Maquiavelo nació en Florencia, Italia, en 1469 –fíjese bien la fecha- y ahí mismo murió, pero en 1527. Fue secretario del gobierno “dei dieci”, de la República florentina, Embajador en Italia, Francia y Alemania; consejero de León X… y entonces sus enemigos lo encarcelaron y torturaron terminando sus últimos días en el ostracismo y desolada pobreza.

Maquiavelo fue un escritor de profunda cultura universal (del universo de su tiempo) y su biógrafo Alfonso Francisco Ramírez, lo califica de “primoroso estilo” a eso que este modesto escribidor llama “sutil profundidad filosófica”.

Su talento político fue inmenso y claro, le originó enemigos que utilizaron sus razonamientos de manera sesgada siendo esto lo que trascendió a la historia. Sin embargo dejó en sus obras escritas plasmado su espíritu y su inteligencia, como en “El Príncipe” que hay que leer y bien para poderlo entender y comentar. Y ahí está su “Discursos de Tito Livio”, “La Mandrágora”, “Anales de Italia” y su novela “Fellegor”, por citar algunas.

Maquiavelo fue un político armado en su tiempo, pero con los ojos puestos en el horizonte del futuro. Sus conceptos fluyen en las corrientes políticas del hoy con validez indubitable. Su cincelación recogió las espigas de su entono y empalagó algunos cerebros, pero agrió otros. He ahí su trascendencia errónea y mal aprovechada. Dijo y usted saque sus conclusiones: “Los pueblos tienen dos pasiones: la de engrandecerse y la de conservar su libertad”. Casi un siglo hubo de transcurrir para que Miguel de Cervantes Saavedra pusiera en boca de su manchego Don Quijote al dirigirse a su fiel escudero: “Por la libertad, Sancho, hay que arriesgar hasta la vida”. Y en la Revolución francesa el primer grito de su trípode de lucha fue “¡Liberté!”. ¿Quiénes pues son aquellos que niegan cordura y sapiencia a Maquiavelo sacando de su contexto sus expresiones?

Ya no tengo espacio, pero lea “El Príncipe” y ahí encontrará como define una situación de inseguridad que estamos pasando los mexicanos y cómo resolverla, si de una vez roja (con toda la fuerza permitida), o dejar que las cosas la resuelvan los humanos (amor y paz). Y sí le afirmo: en el 2019 veremos quién tiene razón: Maquiavelo o AMLO. ¿A quién le va usted?


Vientos


Seguramente usted escucha con cierta frecuencia el nombre de Maquiavelo y casi siempre con un mal atribuido sentido de maldad. Tratemos de entenderlo en su tiempo y en su circunstancia, aportando un pequeño obsequio: la inteligencia.

Nicolás Maquiavelo nació en Florencia, Italia, en 1469 –fíjese bien la fecha- y ahí mismo murió, pero en 1527. Fue secretario del gobierno “dei dieci”, de la República florentina, Embajador en Italia, Francia y Alemania; consejero de León X… y entonces sus enemigos lo encarcelaron y torturaron terminando sus últimos días en el ostracismo y desolada pobreza.

Maquiavelo fue un escritor de profunda cultura universal (del universo de su tiempo) y su biógrafo Alfonso Francisco Ramírez, lo califica de “primoroso estilo” a eso que este modesto escribidor llama “sutil profundidad filosófica”.

Su talento político fue inmenso y claro, le originó enemigos que utilizaron sus razonamientos de manera sesgada siendo esto lo que trascendió a la historia. Sin embargo dejó en sus obras escritas plasmado su espíritu y su inteligencia, como en “El Príncipe” que hay que leer y bien para poderlo entender y comentar. Y ahí está su “Discursos de Tito Livio”, “La Mandrágora”, “Anales de Italia” y su novela “Fellegor”, por citar algunas.

Maquiavelo fue un político armado en su tiempo, pero con los ojos puestos en el horizonte del futuro. Sus conceptos fluyen en las corrientes políticas del hoy con validez indubitable. Su cincelación recogió las espigas de su entono y empalagó algunos cerebros, pero agrió otros. He ahí su trascendencia errónea y mal aprovechada. Dijo y usted saque sus conclusiones: “Los pueblos tienen dos pasiones: la de engrandecerse y la de conservar su libertad”. Casi un siglo hubo de transcurrir para que Miguel de Cervantes Saavedra pusiera en boca de su manchego Don Quijote al dirigirse a su fiel escudero: “Por la libertad, Sancho, hay que arriesgar hasta la vida”. Y en la Revolución francesa el primer grito de su trípode de lucha fue “¡Liberté!”. ¿Quiénes pues son aquellos que niegan cordura y sapiencia a Maquiavelo sacando de su contexto sus expresiones?

Ya no tengo espacio, pero lea “El Príncipe” y ahí encontrará como define una situación de inseguridad que estamos pasando los mexicanos y cómo resolverla, si de una vez roja (con toda la fuerza permitida), o dejar que las cosas la resuelvan los humanos (amor y paz). Y sí le afirmo: en el 2019 veremos quién tiene razón: Maquiavelo o AMLO. ¿A quién le va usted?