/ miércoles 4 de marzo de 2020

Mexicali: La Capital

El Muro


En octubre de 1900 había ya suficientes personas trabajando en la canalización del Río Colorado al otro lado de la línea; se necesitaban puntos de suministros constantes de víveres, motivo por el cual la empresa responsable del proyecto se vio orillada a establecer pueblos para sustituir a los campamentos existentes.

Imperial fue colocado en el centro geográfico del Distrito de Irrigación Calexico, pegado a la frontera. La arraigada creencia de que la fundación de Mexicali se debe a mexicanos que “con esfuerzo, sudor, tesón, sacrificio, fortaleza, sufrimiento, sacaron lo mejor de esta tierra hasta convertirla en lo que es hoy, un lugar de oportunidades” es cursi verborrea fuera de contexto, manipulada, parcialmente real, que funciona bien para los políticos o para chovinistas, pero que aportan poco para entender nuestra cachanillidad. Además es cerrar los ojos a una serie de hechos innegables.

Si en la actualidad Mexicali (y Baja California en general) es ignorado por las autoridades en el centro del país, a pesar de ser prácticamente autosustentable, hace 120 años, sin un sólido proyecto mexicano para darle vida moderna a la zona, sin transporte eficaz, el pueblo era casi un cero a la izquierda.

Pero en Estados Unidos la perspectiva era otra: Emprendedores visionarios que apostaron por un fértil terreno de clima adverso. Se podría decir que la historia del inicio de la vida en la región, tal como la conocemos hoy, es digna de Hollywood y en realidad lo fue. A comienzos de los años 20, Samuel Goldwyn llevó al cine la novela “The winning of Barbara Worth” que narra la lucha de dos ingenieros por el amor de una dama. La película describe escenas de cómo era la vida cotidiana en la región. Llama la atención la recreación de las inundaciones, demasiado reales tomando en cuenta la tecnología disponible aquel entonces.

Mexicali no fue fundado; Mexicali es una especie de beneficio colateral resultado del trabajo norteamericano. El verbo fundar implica un acto consciente, deliberado, por desarrollar algo. Se puede fundar una escuela y para ello antes es necesario cumplir protocolos o bien puede fundarse un puesto de tacos que al transcurrir de los años, termine convirtiéndose en una exitosa cadena de taquerías, pero en ambos casos existió un objetivo en la mente de los desarrolladores.

No podemos cerrar los ojos a nuestro entorno. El diseño arquitectónico de nuestros edificios emblemáticos, los sótanos en algunos locales y casas, algunas de nuestras costumbres reflejadas en nuestra lengua coloquial, modismos, todo eso y muchos otros elementos más, son pruebas inocultables de la influencia norteamericana.

Somos mucho más que los estereotipos que hemos adoptado: El calorón termonuclear, la carne asada, la caguama entre las piernas mientras manejamos el carro; los terremotos. Somos una tierra privilegiada, a la que sin embargo estamos aniquilando poco a poco. Somos una tierra de visionarios, de emprendedores, somos Mexicali y somos La Capital.

El Muro


En octubre de 1900 había ya suficientes personas trabajando en la canalización del Río Colorado al otro lado de la línea; se necesitaban puntos de suministros constantes de víveres, motivo por el cual la empresa responsable del proyecto se vio orillada a establecer pueblos para sustituir a los campamentos existentes.

Imperial fue colocado en el centro geográfico del Distrito de Irrigación Calexico, pegado a la frontera. La arraigada creencia de que la fundación de Mexicali se debe a mexicanos que “con esfuerzo, sudor, tesón, sacrificio, fortaleza, sufrimiento, sacaron lo mejor de esta tierra hasta convertirla en lo que es hoy, un lugar de oportunidades” es cursi verborrea fuera de contexto, manipulada, parcialmente real, que funciona bien para los políticos o para chovinistas, pero que aportan poco para entender nuestra cachanillidad. Además es cerrar los ojos a una serie de hechos innegables.

Si en la actualidad Mexicali (y Baja California en general) es ignorado por las autoridades en el centro del país, a pesar de ser prácticamente autosustentable, hace 120 años, sin un sólido proyecto mexicano para darle vida moderna a la zona, sin transporte eficaz, el pueblo era casi un cero a la izquierda.

Pero en Estados Unidos la perspectiva era otra: Emprendedores visionarios que apostaron por un fértil terreno de clima adverso. Se podría decir que la historia del inicio de la vida en la región, tal como la conocemos hoy, es digna de Hollywood y en realidad lo fue. A comienzos de los años 20, Samuel Goldwyn llevó al cine la novela “The winning of Barbara Worth” que narra la lucha de dos ingenieros por el amor de una dama. La película describe escenas de cómo era la vida cotidiana en la región. Llama la atención la recreación de las inundaciones, demasiado reales tomando en cuenta la tecnología disponible aquel entonces.

Mexicali no fue fundado; Mexicali es una especie de beneficio colateral resultado del trabajo norteamericano. El verbo fundar implica un acto consciente, deliberado, por desarrollar algo. Se puede fundar una escuela y para ello antes es necesario cumplir protocolos o bien puede fundarse un puesto de tacos que al transcurrir de los años, termine convirtiéndose en una exitosa cadena de taquerías, pero en ambos casos existió un objetivo en la mente de los desarrolladores.

No podemos cerrar los ojos a nuestro entorno. El diseño arquitectónico de nuestros edificios emblemáticos, los sótanos en algunos locales y casas, algunas de nuestras costumbres reflejadas en nuestra lengua coloquial, modismos, todo eso y muchos otros elementos más, son pruebas inocultables de la influencia norteamericana.

Somos mucho más que los estereotipos que hemos adoptado: El calorón termonuclear, la carne asada, la caguama entre las piernas mientras manejamos el carro; los terremotos. Somos una tierra privilegiada, a la que sin embargo estamos aniquilando poco a poco. Somos una tierra de visionarios, de emprendedores, somos Mexicali y somos La Capital.