/ viernes 18 de junio de 2021

Mi temor al Covid

QUO VADIS

Aunque ya me aplicaron y por partida doble la vacuna Pfizer, reconozco que le tengo miedo al virus por muchas razones: Porque sé que el Covid 19 sigue activo por todas partes, tantas como millones de personas que siguen desobedeciendo las principales medidas preventivas o siguen deambulando por aquí, allá y acullá un número desconocido de asintomáticos.

Porque ya es un hecho no realizar pruebas de manera gratuita y masiva en México para identificar enfermos y darles seguimiento, obligando a los que no tienen para pagar un laboratorio y jugar a la ruleta rusa en su devenir.

Porque el virus no desaparecerá nunca, llegó para quedarse y con mutaciones que pueden ser mucho más agresivas que el que ha matado a alrededor de 4 millones de personas en el mundo… Porque me asusta ver cómo se desmantelan hospitales en México, se reactivan espacios y actividades públicas –como espectáculos y clases presenciales-- sin medir consecuencias, solo con el soporte de estadísticas parciales como circunstanciales que, en pocas horas, obligan a recular.

Porque me sigue doliendo la trágica muerte de personas cercanas –jóvenes y adultas-- aun teniendo capacidad económica para recibir los mejores y más costosos tratamientos. Porque veo llorar quienes saben que en su trabajo alguien resultó infectado y temen estar contagiados y, de paso, ser inhabilitados o de plano despedidos de su fuente de empleo.

Porque México es el país donde más personal médico ha fallecido en su misión de salvar vidas y buena parte de la población a la que sirve poco le importa…Porque si bien no son suficientes los esfuerzos gubernamentales para garantizar vacunas a todos y con mayor rapidez, hay millones de personas que en nuestro país se niegan a vacunarse por argumentos inválidos.

Porque quiero seguir viendo y conviviendo con mis seres queridos, mis amistades, mi gente…y también la que no lo es porque protagoniza hechos maravillosos que enaltecen el quehacer humano. Porque la vida hay que vivirla con intensidad, con amor y con respeto a nuestra existencia para ser y hacer lo que nuestros padres, con infinita entrega y dedicación, procuraron.

Por eso y mucho más entiendo que mi temor al Covid está justificado; que no es una gripe cualquiera y, sobre todo, que no hay cura garantizada, sino solo vacunas que pueden, si acaso, hacer posible que la enfermedad se desarrolle sin severidad.

En fin, hay mucho que decir, pero mucho más qué hacer para mantenerse a salvo del contagio, de tal suerte que gobernados y gobernantes tenemos la obligación de cuidarnos y evitar espacios a tolerancias o permisibilidades injustificadas, que si bien pueden costar en lo material no se justifica el sacrificio de más vidas y menos de inocentes, frágiles, débiles, enfermos y quienes pueden y quieren vivir al margen de la amenaza pandémica como los menores de edad, cuya voz no se escucha porque por ellos hablan (o hablaron) millones de adultos cuya irresponsabilidad -quizá- los condujo a la muerte. ¿O no?

pibenavarro@gmail.com


QUO VADIS

Aunque ya me aplicaron y por partida doble la vacuna Pfizer, reconozco que le tengo miedo al virus por muchas razones: Porque sé que el Covid 19 sigue activo por todas partes, tantas como millones de personas que siguen desobedeciendo las principales medidas preventivas o siguen deambulando por aquí, allá y acullá un número desconocido de asintomáticos.

Porque ya es un hecho no realizar pruebas de manera gratuita y masiva en México para identificar enfermos y darles seguimiento, obligando a los que no tienen para pagar un laboratorio y jugar a la ruleta rusa en su devenir.

Porque el virus no desaparecerá nunca, llegó para quedarse y con mutaciones que pueden ser mucho más agresivas que el que ha matado a alrededor de 4 millones de personas en el mundo… Porque me asusta ver cómo se desmantelan hospitales en México, se reactivan espacios y actividades públicas –como espectáculos y clases presenciales-- sin medir consecuencias, solo con el soporte de estadísticas parciales como circunstanciales que, en pocas horas, obligan a recular.

Porque me sigue doliendo la trágica muerte de personas cercanas –jóvenes y adultas-- aun teniendo capacidad económica para recibir los mejores y más costosos tratamientos. Porque veo llorar quienes saben que en su trabajo alguien resultó infectado y temen estar contagiados y, de paso, ser inhabilitados o de plano despedidos de su fuente de empleo.

Porque México es el país donde más personal médico ha fallecido en su misión de salvar vidas y buena parte de la población a la que sirve poco le importa…Porque si bien no son suficientes los esfuerzos gubernamentales para garantizar vacunas a todos y con mayor rapidez, hay millones de personas que en nuestro país se niegan a vacunarse por argumentos inválidos.

Porque quiero seguir viendo y conviviendo con mis seres queridos, mis amistades, mi gente…y también la que no lo es porque protagoniza hechos maravillosos que enaltecen el quehacer humano. Porque la vida hay que vivirla con intensidad, con amor y con respeto a nuestra existencia para ser y hacer lo que nuestros padres, con infinita entrega y dedicación, procuraron.

Por eso y mucho más entiendo que mi temor al Covid está justificado; que no es una gripe cualquiera y, sobre todo, que no hay cura garantizada, sino solo vacunas que pueden, si acaso, hacer posible que la enfermedad se desarrolle sin severidad.

En fin, hay mucho que decir, pero mucho más qué hacer para mantenerse a salvo del contagio, de tal suerte que gobernados y gobernantes tenemos la obligación de cuidarnos y evitar espacios a tolerancias o permisibilidades injustificadas, que si bien pueden costar en lo material no se justifica el sacrificio de más vidas y menos de inocentes, frágiles, débiles, enfermos y quienes pueden y quieren vivir al margen de la amenaza pandémica como los menores de edad, cuya voz no se escucha porque por ellos hablan (o hablaron) millones de adultos cuya irresponsabilidad -quizá- los condujo a la muerte. ¿O no?

pibenavarro@gmail.com