/ miércoles 7 de abril de 2021

Migración: El dolor de un calvario

CUCHILLITO DE PALO

Las escenas son desgarradoras. Madres con niños en brazos, mientras de la mano arrastran a otro pequeñito; caras de hambre, de profundo dolor, en jóvenes que ya tienen los surcos del calvario labrados en el rostro.

Las corrientes migratorias crecen en todo el mundo. Hay quien deja su terruño por hambre y por temor a la violencia; otros huyen de guerras, persecuciones y conflictos internos que dejan miles de muertos. El orbe está plagado de tragedias económicas, políticas y sociales, que obligan a moverse a un cada vez mayor número de personas.

Un problema sin solución, al que más gobiernos tienen que enfrentarse. Es irresoluble porque las “tierras prometidas”, a las que tantos aspiran a llegar, pierden capacidad para recibirlos, sea por su economía, por el rechazo de sus habitantes o la renuencia de sus gobernantes.

La desigualdad se generaliza y son pocos los enclaves en los que hay equidad. Donde la pobreza es mínima y la administración pública ofrece ayudas excepcionales para permitir una sobrevivencia digna. Algunos países de la vieja Europa ejemplifican lo que debería ser connatural al resto del planeta. Existe la seguridad social y se tiene acceso a la educación, la vivienda, la alimentación y la salud. Son garbanzo de a libra frente a continentes como el Africano o las realidades de América.

Joe Biden llegó con un gran ímpetu por paliar los sentimientos xenófobos, de odio hacia los extranjeros, impulsados desde la bocaza trumpiana. Miró hacia los “dreamers”, los más de 100 mil “hispanos” que llegaron de pequeños a la que consideran su patria, pero siempre indocumentados y en la mira de la

autoridad migratoria. Buscó de entrada que se les reconozca y dote de papeles.

Llamó a permitir la “entrada ordenada” de los miles que tratan de cruzar la frontera, desde México. El cruel convenio con el amiguete del tlatoani, Trump, hizo que el tabasqueño desplazara a la Guardia Nacional a la frontera sur para detener el intento de las enormes caravanas. Lo consiguió hasta que salió de la Casa Blanca, el peor presidente de Estados Unidos, pero cercanísimo al populista de Palacio.

En una especie de revanchismo, AMLO abrió lo que ahora tiene que cerrar, en vista de su incapacidad para adquirir vacunas contra el Covid, las que mendigó a Biden, aunque el intercambio tuvo precio.

Por humanista que sea un gobierno, un mandatario, se requiere una migración ordenada, que a la vez evite que entren al país fugitivos de la justicia y delincuentes indeseables. Se necesitan controles para apoyar a los que llegan y darles un trato digno y conforme a Derechos Humanos.

AMLO insiste en que con la ayuda monetaria a Centroamérica se frenarán estas olas: Quimera pura. Estas naciones tienen tales precariedades que ni se solucionan regalándoles dinero ni tienen solución a corto plazo. Una tragedia actual de una humanidad doliente que solo busca se le trate con dignidad.


CUCHILLITO DE PALO

Las escenas son desgarradoras. Madres con niños en brazos, mientras de la mano arrastran a otro pequeñito; caras de hambre, de profundo dolor, en jóvenes que ya tienen los surcos del calvario labrados en el rostro.

Las corrientes migratorias crecen en todo el mundo. Hay quien deja su terruño por hambre y por temor a la violencia; otros huyen de guerras, persecuciones y conflictos internos que dejan miles de muertos. El orbe está plagado de tragedias económicas, políticas y sociales, que obligan a moverse a un cada vez mayor número de personas.

Un problema sin solución, al que más gobiernos tienen que enfrentarse. Es irresoluble porque las “tierras prometidas”, a las que tantos aspiran a llegar, pierden capacidad para recibirlos, sea por su economía, por el rechazo de sus habitantes o la renuencia de sus gobernantes.

La desigualdad se generaliza y son pocos los enclaves en los que hay equidad. Donde la pobreza es mínima y la administración pública ofrece ayudas excepcionales para permitir una sobrevivencia digna. Algunos países de la vieja Europa ejemplifican lo que debería ser connatural al resto del planeta. Existe la seguridad social y se tiene acceso a la educación, la vivienda, la alimentación y la salud. Son garbanzo de a libra frente a continentes como el Africano o las realidades de América.

Joe Biden llegó con un gran ímpetu por paliar los sentimientos xenófobos, de odio hacia los extranjeros, impulsados desde la bocaza trumpiana. Miró hacia los “dreamers”, los más de 100 mil “hispanos” que llegaron de pequeños a la que consideran su patria, pero siempre indocumentados y en la mira de la

autoridad migratoria. Buscó de entrada que se les reconozca y dote de papeles.

Llamó a permitir la “entrada ordenada” de los miles que tratan de cruzar la frontera, desde México. El cruel convenio con el amiguete del tlatoani, Trump, hizo que el tabasqueño desplazara a la Guardia Nacional a la frontera sur para detener el intento de las enormes caravanas. Lo consiguió hasta que salió de la Casa Blanca, el peor presidente de Estados Unidos, pero cercanísimo al populista de Palacio.

En una especie de revanchismo, AMLO abrió lo que ahora tiene que cerrar, en vista de su incapacidad para adquirir vacunas contra el Covid, las que mendigó a Biden, aunque el intercambio tuvo precio.

Por humanista que sea un gobierno, un mandatario, se requiere una migración ordenada, que a la vez evite que entren al país fugitivos de la justicia y delincuentes indeseables. Se necesitan controles para apoyar a los que llegan y darles un trato digno y conforme a Derechos Humanos.

AMLO insiste en que con la ayuda monetaria a Centroamérica se frenarán estas olas: Quimera pura. Estas naciones tienen tales precariedades que ni se solucionan regalándoles dinero ni tienen solución a corto plazo. Una tragedia actual de una humanidad doliente que solo busca se le trate con dignidad.


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