/ miércoles 6 de enero de 2021

Milagros clorados

EL MURO

El dióxido de cloro -un agente desinfectante- como herramienta para aniquilar el coronavirus no es algo nuevo: Fue considerado como opción (pero fue rechazado) en la epidemia del 2003.

En la actualidad ha regresado con fuerza, apoyado en testimonios, algunos muy impactantes, tanto como para hacer dudar al más pintado, pero usar dióxido de cloro como alternativa para la cura del Covid se parece más a un acto de superchería como el biomagnetismo o las píldoras chupapanza, que a un protocolo médico confiable.

Esto, aunque existan estudios no concluyentes que establecen que el dióxido de cloro sí parece tener injerencia en evitar que el virus conecte con las células (“Evaluation of the antiviral effect of chlorine dioxide (CIO2) using a vertebrate model inoculated with avian coronavirus” y “Efficacy and safety evaluation of a chlorine dioxide solution”), pero no es lo mismo un estudio usando animales que un ensayo clínico aleatorio doble ciego, practicado en humanos.

Todo apunta a que las recuperaciones exitosas presumidas en redes sociales representan una correlación ilusoria, es decir, la gente sana por otros factores (al final el organismo libera al virus), pero existen quienes por inocencia, ignorancia o malicia sobredimensionan la influencia del cloro, sin evidencia científica. Ingerir cloro es a todas luces un peligro para la salud, pero sin importar eso hay quienes lo ofrecen como una solución milagrosa capaz de curar no solo el Covid, sino el cáncer o el autismo.

Los amantes de las teorías de conspiración sostienen que la negativa oficial a utilizar el dióxido de cloro se debe a la presión de las empresas farmacéuticas, cuando la realidad es que los organismos de salud lo tienen catalogado como fraude.

Ni siquiera la hidroxicloroquina, que sí es medicina, ha sido aprobada como potencial cura de la enfermedad del virus, a pesar de las decenas de reportes de investigación (1 de cada 6 de los más de 1 mil ensayos hechos en Estados Unidos desde enero del 2020, tienen relación con el medicamento). Una situación de emergencia sanitaria como la que vivimos en la actualidad, no justifica la aplicación de productos de dudosa eficacia y riesgo latente.

Por cierto, si fuéramos respetuosos de los protocolos de intervención no sanitarias, como el confinamiento, la sana distancia o el cubrebocas, no habría necesidad de estar buscando productos milagrosos. No tomen cloro, mejor cuídense.

vicmarcen@gmail.com

EL MURO

El dióxido de cloro -un agente desinfectante- como herramienta para aniquilar el coronavirus no es algo nuevo: Fue considerado como opción (pero fue rechazado) en la epidemia del 2003.

En la actualidad ha regresado con fuerza, apoyado en testimonios, algunos muy impactantes, tanto como para hacer dudar al más pintado, pero usar dióxido de cloro como alternativa para la cura del Covid se parece más a un acto de superchería como el biomagnetismo o las píldoras chupapanza, que a un protocolo médico confiable.

Esto, aunque existan estudios no concluyentes que establecen que el dióxido de cloro sí parece tener injerencia en evitar que el virus conecte con las células (“Evaluation of the antiviral effect of chlorine dioxide (CIO2) using a vertebrate model inoculated with avian coronavirus” y “Efficacy and safety evaluation of a chlorine dioxide solution”), pero no es lo mismo un estudio usando animales que un ensayo clínico aleatorio doble ciego, practicado en humanos.

Todo apunta a que las recuperaciones exitosas presumidas en redes sociales representan una correlación ilusoria, es decir, la gente sana por otros factores (al final el organismo libera al virus), pero existen quienes por inocencia, ignorancia o malicia sobredimensionan la influencia del cloro, sin evidencia científica. Ingerir cloro es a todas luces un peligro para la salud, pero sin importar eso hay quienes lo ofrecen como una solución milagrosa capaz de curar no solo el Covid, sino el cáncer o el autismo.

Los amantes de las teorías de conspiración sostienen que la negativa oficial a utilizar el dióxido de cloro se debe a la presión de las empresas farmacéuticas, cuando la realidad es que los organismos de salud lo tienen catalogado como fraude.

Ni siquiera la hidroxicloroquina, que sí es medicina, ha sido aprobada como potencial cura de la enfermedad del virus, a pesar de las decenas de reportes de investigación (1 de cada 6 de los más de 1 mil ensayos hechos en Estados Unidos desde enero del 2020, tienen relación con el medicamento). Una situación de emergencia sanitaria como la que vivimos en la actualidad, no justifica la aplicación de productos de dudosa eficacia y riesgo latente.

Por cierto, si fuéramos respetuosos de los protocolos de intervención no sanitarias, como el confinamiento, la sana distancia o el cubrebocas, no habría necesidad de estar buscando productos milagrosos. No tomen cloro, mejor cuídense.

vicmarcen@gmail.com