/ domingo 8 de julio de 2018

Nada nuevo bajo el Sol

VIENTOS

No hay manecillas del tiempo: hay una medida artificial de eso que llamamos tiempo, ignoro su origen oral y del porqué del término, pero supongo que nace desde que con gruñidos los primeros hombres se percataron de que el Sol (como lo hayan llamado) salía por ese tiempo que llamaron mañanas y se ponía en el tiempo que llamaron sombras y luego noche. Y de ahí en adelante la fenomenología del tiempo.

Creo que algo así aconteció. Y luego las plantas que nacen y mueren; las lluvias van y vienen; todos los fenómenos indescifrables confundidos con el misterio y su descubrimiento al través de miles y miles de años. Y llegó nuestro tiempo y la forma de medirlo para saber cuántos vivimos y entender que al nacer comenzamos a morir y nadie quiere acordarse de ello. ¿Por qué el temor? Pues es razonable en los humanos: si no sabemos qué diablos venimos hacer aquí y tampoco hacia dónde se dirige nuestra muerte que deja el ropaje humano por acá ¿para enfundarse en otro? Si es así, ¿en dónde es el cambio?

Y caminando por esos caminos de tantos dioses como misterios, han surgido en nuestra prodigiosa mente (en unos nada más), aterrizamos en el cómo ordenarnos. De qué manera podíamos vivir en armonía antes de exterminarnos con una maza de piedra o una lanza de hueso o como haya sido. Y sí, llegamos a encontrar casi perfectos modos, sistemas, maneras de encontrar los caminos de la paz y la tranquilidad que luego se descomponen porque hay mentes obnubiladas que vinieron de alguna parte en donde son todavía salvajes y sin autoridad alguna, lo que probaría que los dioses sólo están en donde los humanos o como se llamen en otros lados sean como por acá: generalmente positivos, tranquilos, quizá por temerosos, tal vez porque entienden que la fuerza solo en algunos deportes es válida. Porque para el trato social, lo mejor es la paz.

Y bien, en las elecciones pasadas, el “Peje” que tan comprometido está con millones de esperanzados, se aventó varios discursos de agradecimiento. Estaba eufórico y es natural: tanto tiempo de condesa hasta poder soplarse con su abanico. Y en su triunfo tendrá también su contraparte. Nada es gratis en este mundo. Y sufrirá el encanto de la Silla de Leonor en Palacio Nacional. A él no lo molestarán los fantasmas de los héroes de verdad y los de mentiritas. Vivirá su tiempo de gracia y luego a ver qué.

Nada hay nuevo bajo el Sol. Todo es repetitivo. Los ciclos se muerden la cola y se engullen los mismos en sí mismos y por sí mismos.

Los príncipes de que hablaba Maquiavelo o Feijoo o San Ambrosio o… escoja usted porque la lista es millonaria, han dicho en diferente tiempo lo mismo. Nada hay que decir que no se haya dicho ya desde los tiempos en que la escritura era con un palo y en la arena. Y no se acelere porque los bienes no vienen tan pronto y ustedes los requieran: llegan cuando se pueda y “ahí está el detalle”, aunque tampoco es nuevo: por eso las deudas enormes del país y de los mortales de acá abajo, los del suelo, no lo que usted supuso…

jaimepardoverdugo@yahoo.com.mx



VIENTOS

No hay manecillas del tiempo: hay una medida artificial de eso que llamamos tiempo, ignoro su origen oral y del porqué del término, pero supongo que nace desde que con gruñidos los primeros hombres se percataron de que el Sol (como lo hayan llamado) salía por ese tiempo que llamaron mañanas y se ponía en el tiempo que llamaron sombras y luego noche. Y de ahí en adelante la fenomenología del tiempo.

Creo que algo así aconteció. Y luego las plantas que nacen y mueren; las lluvias van y vienen; todos los fenómenos indescifrables confundidos con el misterio y su descubrimiento al través de miles y miles de años. Y llegó nuestro tiempo y la forma de medirlo para saber cuántos vivimos y entender que al nacer comenzamos a morir y nadie quiere acordarse de ello. ¿Por qué el temor? Pues es razonable en los humanos: si no sabemos qué diablos venimos hacer aquí y tampoco hacia dónde se dirige nuestra muerte que deja el ropaje humano por acá ¿para enfundarse en otro? Si es así, ¿en dónde es el cambio?

Y caminando por esos caminos de tantos dioses como misterios, han surgido en nuestra prodigiosa mente (en unos nada más), aterrizamos en el cómo ordenarnos. De qué manera podíamos vivir en armonía antes de exterminarnos con una maza de piedra o una lanza de hueso o como haya sido. Y sí, llegamos a encontrar casi perfectos modos, sistemas, maneras de encontrar los caminos de la paz y la tranquilidad que luego se descomponen porque hay mentes obnubiladas que vinieron de alguna parte en donde son todavía salvajes y sin autoridad alguna, lo que probaría que los dioses sólo están en donde los humanos o como se llamen en otros lados sean como por acá: generalmente positivos, tranquilos, quizá por temerosos, tal vez porque entienden que la fuerza solo en algunos deportes es válida. Porque para el trato social, lo mejor es la paz.

Y bien, en las elecciones pasadas, el “Peje” que tan comprometido está con millones de esperanzados, se aventó varios discursos de agradecimiento. Estaba eufórico y es natural: tanto tiempo de condesa hasta poder soplarse con su abanico. Y en su triunfo tendrá también su contraparte. Nada es gratis en este mundo. Y sufrirá el encanto de la Silla de Leonor en Palacio Nacional. A él no lo molestarán los fantasmas de los héroes de verdad y los de mentiritas. Vivirá su tiempo de gracia y luego a ver qué.

Nada hay nuevo bajo el Sol. Todo es repetitivo. Los ciclos se muerden la cola y se engullen los mismos en sí mismos y por sí mismos.

Los príncipes de que hablaba Maquiavelo o Feijoo o San Ambrosio o… escoja usted porque la lista es millonaria, han dicho en diferente tiempo lo mismo. Nada hay que decir que no se haya dicho ya desde los tiempos en que la escritura era con un palo y en la arena. Y no se acelere porque los bienes no vienen tan pronto y ustedes los requieran: llegan cuando se pueda y “ahí está el detalle”, aunque tampoco es nuevo: por eso las deudas enormes del país y de los mortales de acá abajo, los del suelo, no lo que usted supuso…

jaimepardoverdugo@yahoo.com.mx