/ lunes 26 de marzo de 2018

No es la economía, es la corrupción

ESTRATEGIA$

En esta contienda electoral, el tema central de las campañas no es el desempeño que ha tenido la economía en los últimos años, sino el problema que representa la corrupción y la impunidad.

De acuerdo con la organización Transparencia Internacional (TI), en 2007 México ocupó el lugar 72 en la tabla de Índice de Percepción de la Corrupción al obtener una calificación de 3.5 puntos entre 179 países evaluados. Diez años después, en 2017, el país retrocedió 63 posiciones para colocarse en el lugar 135 de un total de 180 países con una calificación de sólo 29 puntos.

Existen otros indicadores que refuerzan la realidad en este tema. No obstante, tanto el Gobierno federal como la mayoría de los Estados y municipios parecen no entender el hartazgo social al respecto o prefieren no hacerlo.

Es innegable que la administración del presidente Enrique Peña Nieto, si bien no alcanzó el desempeño económico extraordinario como lo prometió, ha tenido resultados favorables. Y es justo reconocer, como dice el eslogan oficial, que “…muchas cosas que se piensa que están de cabeza, en realidad no lo están”. Sin embargo, esto no tiene por qué excluir el reclamo generalizado de que todo podría estar mejor.

Aunque la mayoría carece de los conocimientos técnicos para entender el complejo funcionamiento de la economía, percibe el potencial para un desarrollo mayor. Saben que mientras no haya acontecimientos internacionales que incidan negativamente sobre el avance del país y los gobiernos actúen de manera responsable, la economía alcanzará resultados positivos gracias al esfuerzo de todos.

En este contexto, la sociedad está en un punto en el que ya no acepta se le siga negando participar de los frutos del crecimiento, mientras ve cómo los encargados de servirle “se sirven con la cuchara grande”. De aquí que haya un clima de encono y resentimiento hacia los políticos y servidores públicos de primeros niveles, situación que crece día con día gracias a la información que brindan las redes sociales.

Hay la exigencia de combatir frontalmente la corrupción. Sin simulaciones, ni borrón y cuenta nueva. El peso de la ley para quien cometa actos ilegales, independientemente de su posición o partido al que pertenezca. Y si las leyes requieren adecuarse, pues que los candidatos digan qué van a hacer para lograrlo.

Otros temas de la agenda política como el combate a la inseguridad, la reforma educativa, la energética, los derechos humanos, los derechos laborales, etc., si bien son igual de importantes para conocer el posible desempeño de un candidato cuando llegue al poder, han pasado a segundo plano para el grueso de los electores. Y es que al atacar la corrupción y la impunidad en sus múltiples expresiones y formas, se tendrá un mejor desempeño en todos los frentes.

Así, por ejemplo, la selección de candidatos para ocupar un cargo público podrá hacerse en base a sus destrezas y habilidades y no, como ocurre hoy día, en base a parentescos, compadrazgos o pago de favores.

En la medida que el Gobierno federal o los estatales y municipales persistan en hacer campañas para presumir sus logros en vez de ejercer acciones en contra de la corrupción, les harán un favor a los candidatos de oposición en sus respectivas demarcaciones. Y demostrarán con ello también su ignorancia sobre la transformación política que reina en el país desde la última elección presidencial.

Afortunadamente, la mayoría de los mexicanos no somos los mismos, gracias a que se entendió que la prioridad no es la economía, sino la corrupción.

erovirosa01@gmail.com

ESTRATEGIA$

En esta contienda electoral, el tema central de las campañas no es el desempeño que ha tenido la economía en los últimos años, sino el problema que representa la corrupción y la impunidad.

De acuerdo con la organización Transparencia Internacional (TI), en 2007 México ocupó el lugar 72 en la tabla de Índice de Percepción de la Corrupción al obtener una calificación de 3.5 puntos entre 179 países evaluados. Diez años después, en 2017, el país retrocedió 63 posiciones para colocarse en el lugar 135 de un total de 180 países con una calificación de sólo 29 puntos.

Existen otros indicadores que refuerzan la realidad en este tema. No obstante, tanto el Gobierno federal como la mayoría de los Estados y municipios parecen no entender el hartazgo social al respecto o prefieren no hacerlo.

Es innegable que la administración del presidente Enrique Peña Nieto, si bien no alcanzó el desempeño económico extraordinario como lo prometió, ha tenido resultados favorables. Y es justo reconocer, como dice el eslogan oficial, que “…muchas cosas que se piensa que están de cabeza, en realidad no lo están”. Sin embargo, esto no tiene por qué excluir el reclamo generalizado de que todo podría estar mejor.

Aunque la mayoría carece de los conocimientos técnicos para entender el complejo funcionamiento de la economía, percibe el potencial para un desarrollo mayor. Saben que mientras no haya acontecimientos internacionales que incidan negativamente sobre el avance del país y los gobiernos actúen de manera responsable, la economía alcanzará resultados positivos gracias al esfuerzo de todos.

En este contexto, la sociedad está en un punto en el que ya no acepta se le siga negando participar de los frutos del crecimiento, mientras ve cómo los encargados de servirle “se sirven con la cuchara grande”. De aquí que haya un clima de encono y resentimiento hacia los políticos y servidores públicos de primeros niveles, situación que crece día con día gracias a la información que brindan las redes sociales.

Hay la exigencia de combatir frontalmente la corrupción. Sin simulaciones, ni borrón y cuenta nueva. El peso de la ley para quien cometa actos ilegales, independientemente de su posición o partido al que pertenezca. Y si las leyes requieren adecuarse, pues que los candidatos digan qué van a hacer para lograrlo.

Otros temas de la agenda política como el combate a la inseguridad, la reforma educativa, la energética, los derechos humanos, los derechos laborales, etc., si bien son igual de importantes para conocer el posible desempeño de un candidato cuando llegue al poder, han pasado a segundo plano para el grueso de los electores. Y es que al atacar la corrupción y la impunidad en sus múltiples expresiones y formas, se tendrá un mejor desempeño en todos los frentes.

Así, por ejemplo, la selección de candidatos para ocupar un cargo público podrá hacerse en base a sus destrezas y habilidades y no, como ocurre hoy día, en base a parentescos, compadrazgos o pago de favores.

En la medida que el Gobierno federal o los estatales y municipales persistan en hacer campañas para presumir sus logros en vez de ejercer acciones en contra de la corrupción, les harán un favor a los candidatos de oposición en sus respectivas demarcaciones. Y demostrarán con ello también su ignorancia sobre la transformación política que reina en el país desde la última elección presidencial.

Afortunadamente, la mayoría de los mexicanos no somos los mismos, gracias a que se entendió que la prioridad no es la economía, sino la corrupción.

erovirosa01@gmail.com