/ viernes 29 de marzo de 2019

Nuestros ancianos

PENSARES

Nuestros viejos, los más hermosos seres quienes al igual que los niños necesitan tanto de nosotros, pero son muchos los detalles que se desvanecen por insensibilidad y descuido, sin tomar en consideración las alteraciones que sufren por el viejo amigo tiempo.

Son tan completos con todo un cúmulo de experiencias, sabiduría, logros, historia, valores y amores. Tienen todo cuanto necesitan para compartir con sus seres queridos, pero la mayoría de las veces son ignorados por nosotros, los que somos sus hijos, sus nietos, sus amigos.

¿Cuántas veces los hemos arrojado lentamente a un rincón donde ya no podrán hablar ni opinar?, pues si emite su opinión será censurado y en muchos casos maltratado por la familia, se quedan solitarios recordando esos viejos momentos que vivieron cuando eran importantes y necesarios en la casa…

Lejos y ensimismados, algunos no soportan su realidad y llegan a tomar medidas tan extremas como el suicidio. Ya su tiempo está declinando, los granos de arena ya fueron casi por completo consumidos por el reloj; el viento se acerca más y más para romper el cristal del reloj y ya no habrá momento para volver atrás;, para decirles lo mucho que los necesitamos, que los amamos y agradecemos todo cuanto han podido hacer por nosotros y se irán con ese vacío de soledad.

La vejez ocasiona arrugas, el cabello se encanece, aumentan los dolores de los huesos; se pierde la visión, el oído, la memoria, la autoestima. Aparece el síndrome depresivo, frustración, pesimismo; se alteran las tallas y posturas, disminuye la fuerza; pierden afectivamente a sus familiares, compañeros, amigos, todo lo han perdido.

Nuestra forma de tratarlos no les ayuda a superar sus carencias. Por el contrario, se acentúa su soledad y abandono, los arrojamos en geriátricos y en otras fundaciones donde jamás lograrán reemplazar nuestra participación en el proceso de terapia. Se requiere nuestra participación plena en el hogar. El calor del hogar fortalece el espíritu, compartir con los seres más importantes y ser comprendidos por ellos estimula para sentir que todavía nos necesitan, pero si ellos no aceptan pensar, hablar y opinar como la familia lo necesita, son maltratados. Ellos necesitan más amor, mayor comunicación y ser estimulados a intentarlo una vez más cuando se tropiezan y caen.

No se imagina uno lo que puede ser la soledad de la vejez, hasta que empieza a aparecer día a día a nuestros ojos; en el rostro lleno de arrugas del anciano que pasa sus días esperando la llegada de un hermano que jamás vendrá a visitarlo o en el silencio de una anciana que reza por sus hijos que no han vuelto a preguntar por ella o cuando no hay respuesta para la anciana que pregunta: ¿Qué me va a mandar doctor para que se me quite la tristeza?...

Nunca hagas lo que no te gustaría que te hicieran. Les recuerdo amigos que nosotros también algún día seremos ancianos. De ustedes depende si la historia se repite.

PENSARES

Nuestros viejos, los más hermosos seres quienes al igual que los niños necesitan tanto de nosotros, pero son muchos los detalles que se desvanecen por insensibilidad y descuido, sin tomar en consideración las alteraciones que sufren por el viejo amigo tiempo.

Son tan completos con todo un cúmulo de experiencias, sabiduría, logros, historia, valores y amores. Tienen todo cuanto necesitan para compartir con sus seres queridos, pero la mayoría de las veces son ignorados por nosotros, los que somos sus hijos, sus nietos, sus amigos.

¿Cuántas veces los hemos arrojado lentamente a un rincón donde ya no podrán hablar ni opinar?, pues si emite su opinión será censurado y en muchos casos maltratado por la familia, se quedan solitarios recordando esos viejos momentos que vivieron cuando eran importantes y necesarios en la casa…

Lejos y ensimismados, algunos no soportan su realidad y llegan a tomar medidas tan extremas como el suicidio. Ya su tiempo está declinando, los granos de arena ya fueron casi por completo consumidos por el reloj; el viento se acerca más y más para romper el cristal del reloj y ya no habrá momento para volver atrás;, para decirles lo mucho que los necesitamos, que los amamos y agradecemos todo cuanto han podido hacer por nosotros y se irán con ese vacío de soledad.

La vejez ocasiona arrugas, el cabello se encanece, aumentan los dolores de los huesos; se pierde la visión, el oído, la memoria, la autoestima. Aparece el síndrome depresivo, frustración, pesimismo; se alteran las tallas y posturas, disminuye la fuerza; pierden afectivamente a sus familiares, compañeros, amigos, todo lo han perdido.

Nuestra forma de tratarlos no les ayuda a superar sus carencias. Por el contrario, se acentúa su soledad y abandono, los arrojamos en geriátricos y en otras fundaciones donde jamás lograrán reemplazar nuestra participación en el proceso de terapia. Se requiere nuestra participación plena en el hogar. El calor del hogar fortalece el espíritu, compartir con los seres más importantes y ser comprendidos por ellos estimula para sentir que todavía nos necesitan, pero si ellos no aceptan pensar, hablar y opinar como la familia lo necesita, son maltratados. Ellos necesitan más amor, mayor comunicación y ser estimulados a intentarlo una vez más cuando se tropiezan y caen.

No se imagina uno lo que puede ser la soledad de la vejez, hasta que empieza a aparecer día a día a nuestros ojos; en el rostro lleno de arrugas del anciano que pasa sus días esperando la llegada de un hermano que jamás vendrá a visitarlo o en el silencio de una anciana que reza por sus hijos que no han vuelto a preguntar por ella o cuando no hay respuesta para la anciana que pregunta: ¿Qué me va a mandar doctor para que se me quite la tristeza?...

Nunca hagas lo que no te gustaría que te hicieran. Les recuerdo amigos que nosotros también algún día seremos ancianos. De ustedes depende si la historia se repite.

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