/ jueves 6 de septiembre de 2018

¿Nuevo imperio?

Vientos


Baja California es, indubitablemente, un crisol que ha fundido diversas culturas -incluso internacionales- de carácter sociológico, político, educativo y religioso que ya parece haber parido una cultura que se dispara del resto de la República fundiendo una nueva concepción que nos diferencia ostensiblemente.

Este singular modo de ser del bajacaliforniano, conforma una curiosa tranquila diversidad de intereses materiales, espirituales e intelectuales, en donde la democracia tiene sentido en el ánimo social cotidiano, con el paso perdido en lo electoral. Aún así, la reciente acción electoral pareciera regresarnos al concepto correcto de la democracia que veníamos experimentando, pero sin rescatar aún la casi masiva responsabilidad cívica acuñada en el camino de nuestro desarrollo y que se fue perdiendo en las batallas que dieron los partidos de oposición cuando el poder político lo asía el PRI, al que terminaron por destruir sin advertir que abrían el campo a una corriente no necesariamente nueva, de corte autoritarista en su empuje al parecer poderoso por la gracia del carisma de su guía piramidal.

Lo curioso de este triunfo novísimo en nuestra cultura general, es decir nacional, de organización piramidal que evidencia la tradición antidemocrática en lo real, está nutrida por actores de bajo nivel ilustrativo en donde la “crema y nata” lo conforman unos cuantos de capacidad inobjetable, que repiten la tradición del “jefe máximo” al que repudiaron los mismos actores civiles que fortificaron el voto para caer en lo mismo que se pretende destruir. Y peor aún, con altos índices de centralismo cuando poco a poco se habían venido descentralizando los poderes centrales abriendo los cauces de una democracia soñada quizá por ilusos como este escribidor.

Cuando Andrés Manuel López Obrador era apenas un obcecado aspirante a la silla presidencial, sus ánimos comunicaban un espíritu democrático que capturó entusiasmos en el largo sendero (como decía Mao). Pero ahora nos sorprende maquinando un centralismo que incluye la afirmación de simpatizar con “el mando único” (así lo dice) y eso es antidemocrático que obligará al análisis profundo de los politólogos.

Nuestro presidente electo ya está operando y el que se va no lo estorba para nada. ¿Por qué esa aterciopelada transmisión?

Andrés Manuel nos habla de la “Cuarta Transformación”; no de una “Cuarta República”. ¿Por qué? Afirmo que hay una sola razón: el espíritu campeador de un nuevo imperio, haciendo más cierto el título constitucional del tlatoani mexicano: Supremo Poder Ejecutivo (Artículo 80).

¿Es eso lo que conscientemente quiere “Morena” como Partido del Movimiento de Regeneración Nacional? ¿Cuál será la regeneración para Baja California?


Vientos


Baja California es, indubitablemente, un crisol que ha fundido diversas culturas -incluso internacionales- de carácter sociológico, político, educativo y religioso que ya parece haber parido una cultura que se dispara del resto de la República fundiendo una nueva concepción que nos diferencia ostensiblemente.

Este singular modo de ser del bajacaliforniano, conforma una curiosa tranquila diversidad de intereses materiales, espirituales e intelectuales, en donde la democracia tiene sentido en el ánimo social cotidiano, con el paso perdido en lo electoral. Aún así, la reciente acción electoral pareciera regresarnos al concepto correcto de la democracia que veníamos experimentando, pero sin rescatar aún la casi masiva responsabilidad cívica acuñada en el camino de nuestro desarrollo y que se fue perdiendo en las batallas que dieron los partidos de oposición cuando el poder político lo asía el PRI, al que terminaron por destruir sin advertir que abrían el campo a una corriente no necesariamente nueva, de corte autoritarista en su empuje al parecer poderoso por la gracia del carisma de su guía piramidal.

Lo curioso de este triunfo novísimo en nuestra cultura general, es decir nacional, de organización piramidal que evidencia la tradición antidemocrática en lo real, está nutrida por actores de bajo nivel ilustrativo en donde la “crema y nata” lo conforman unos cuantos de capacidad inobjetable, que repiten la tradición del “jefe máximo” al que repudiaron los mismos actores civiles que fortificaron el voto para caer en lo mismo que se pretende destruir. Y peor aún, con altos índices de centralismo cuando poco a poco se habían venido descentralizando los poderes centrales abriendo los cauces de una democracia soñada quizá por ilusos como este escribidor.

Cuando Andrés Manuel López Obrador era apenas un obcecado aspirante a la silla presidencial, sus ánimos comunicaban un espíritu democrático que capturó entusiasmos en el largo sendero (como decía Mao). Pero ahora nos sorprende maquinando un centralismo que incluye la afirmación de simpatizar con “el mando único” (así lo dice) y eso es antidemocrático que obligará al análisis profundo de los politólogos.

Nuestro presidente electo ya está operando y el que se va no lo estorba para nada. ¿Por qué esa aterciopelada transmisión?

Andrés Manuel nos habla de la “Cuarta Transformación”; no de una “Cuarta República”. ¿Por qué? Afirmo que hay una sola razón: el espíritu campeador de un nuevo imperio, haciendo más cierto el título constitucional del tlatoani mexicano: Supremo Poder Ejecutivo (Artículo 80).

¿Es eso lo que conscientemente quiere “Morena” como Partido del Movimiento de Regeneración Nacional? ¿Cuál será la regeneración para Baja California?