/ miércoles 14 de abril de 2021

Ocupamos el cubrebocas

EL MURO

Hoy usar el cinturón de seguridad del carro es algo normal, un acto casi casi automático el cual parece que nos ha acompañado a los mexicalenses toda la vida, cuando en realidad es algo relativamente nuevo, cuya consolidación vivió un proceso lento.

Obligar a cambiar una costumbre es algo complicado básicamente porque a las personas nos molestan las imposiciones. Las modificaciones culturales que se reflejan en nuestro comportamiento son graduales, imperceptibles solo hasta que alguien, al transcurrir de los años, hace una comparación generacional del tipo “¿te acuerdas cuando…?”.

Por ejemplo, el acto de leer nos parece normal. Sin embargo, es una creación cultural que tomó siglos adaptarnos a ella. No hay genes para el lector, de hecho el cerebro toma prestadas áreas diseñadas para otros fines, con tal de facilitarnos la lectura. Leer en silencio fue algo que las personas tuvieron que acostumbrarse, en principio porque no entendían aquello que sonaba a una contradicción: La gente leía a voz alzada. Quizá como una muestra de lo anti natural que es leer en voz alta, son las personas que en la actualidad al leer en silencio mueven sus labios.

Regresando al cinturón, a comienzos de los años 90’s nadie, absolutamente nadie en esta ciudad tomaba en cuenta ese trozo de tela unido al asiento, con una especie de clip en uno de los extremos. El cinturón de seguridad lo usaban solo las personas que venían de California o lo usábamos nosotros, únicamente al cruzar a Calexico. Además de considerarlo un estorbo, aquel que se animaba a usarlo, corría el riesgo de ser objeto de burlas.

Los argumentos técnicos sobre la forma en que el artefacto salva vidas, eran ignorados. Tuvieron que pasar muchos años, muchas multas, muchas campañas publicitarias y un poco de voluntad ciudadana, para que al día de hoy, el raro sea aquel que no usa el cinturón. Tomando en cuenta lo anterior, el caso del cubrebocas es aún más especial porque la aceptación ocurrió en tiempo récord, en menos de 6 meses.

Es casi un hecho que parte de las razones de que esta tercera ola covidiana no sea tan destructiva como las anteriores, se deba al uso casi generalizado del cubrebocas por encima de las otras medidas de intervención como el gel, los tapetes, la sanitización. Lo ideal sería que usar cubrebocas termine por convertirse en un nuevo hábito, uno que llegó para quedarse, lo ocupamos, dadas las insalubres condiciones de nuestro medio ambiente cachanilla.

vicmarcen09@gmail.com

EL MURO

Hoy usar el cinturón de seguridad del carro es algo normal, un acto casi casi automático el cual parece que nos ha acompañado a los mexicalenses toda la vida, cuando en realidad es algo relativamente nuevo, cuya consolidación vivió un proceso lento.

Obligar a cambiar una costumbre es algo complicado básicamente porque a las personas nos molestan las imposiciones. Las modificaciones culturales que se reflejan en nuestro comportamiento son graduales, imperceptibles solo hasta que alguien, al transcurrir de los años, hace una comparación generacional del tipo “¿te acuerdas cuando…?”.

Por ejemplo, el acto de leer nos parece normal. Sin embargo, es una creación cultural que tomó siglos adaptarnos a ella. No hay genes para el lector, de hecho el cerebro toma prestadas áreas diseñadas para otros fines, con tal de facilitarnos la lectura. Leer en silencio fue algo que las personas tuvieron que acostumbrarse, en principio porque no entendían aquello que sonaba a una contradicción: La gente leía a voz alzada. Quizá como una muestra de lo anti natural que es leer en voz alta, son las personas que en la actualidad al leer en silencio mueven sus labios.

Regresando al cinturón, a comienzos de los años 90’s nadie, absolutamente nadie en esta ciudad tomaba en cuenta ese trozo de tela unido al asiento, con una especie de clip en uno de los extremos. El cinturón de seguridad lo usaban solo las personas que venían de California o lo usábamos nosotros, únicamente al cruzar a Calexico. Además de considerarlo un estorbo, aquel que se animaba a usarlo, corría el riesgo de ser objeto de burlas.

Los argumentos técnicos sobre la forma en que el artefacto salva vidas, eran ignorados. Tuvieron que pasar muchos años, muchas multas, muchas campañas publicitarias y un poco de voluntad ciudadana, para que al día de hoy, el raro sea aquel que no usa el cinturón. Tomando en cuenta lo anterior, el caso del cubrebocas es aún más especial porque la aceptación ocurrió en tiempo récord, en menos de 6 meses.

Es casi un hecho que parte de las razones de que esta tercera ola covidiana no sea tan destructiva como las anteriores, se deba al uso casi generalizado del cubrebocas por encima de las otras medidas de intervención como el gel, los tapetes, la sanitización. Lo ideal sería que usar cubrebocas termine por convertirse en un nuevo hábito, uno que llegó para quedarse, lo ocupamos, dadas las insalubres condiciones de nuestro medio ambiente cachanilla.

vicmarcen09@gmail.com