/ viernes 2 de agosto de 2019

Percepción ciudadana

QUO VADIS

Cualquier persona en sano juicio sabe que no debe, aunque pueda, gastar más de lo que gana porque más temprano que tarde sufrirá consecuencias indeseables que lo pueden llevar (coloquialmente hablando) a vender su alma al diablo, por eso ahorita se observa prudencia del consumidor común que no tiene garantizado su futuro económico y cuida sobremanera su trabajo.

Y también cualquier persona informada sabe que para donde voltee hay crispación, confrontación, irritación de tirios y troyanos, culpables e inocentes, fifís y chairos que no abonan a fortalecer un ambiente de justicia, paz, concordia y mejora continua en la calidad de vida, como lo exige la mayoría de la sociedad.

Estas dos realidades, las limitantes económicas como las confrontaciones políticas o sociales, son realidades con las que hay que coexistir -aunque no se quiera- mientras surtan el efecto esperado las políticas públicas federales y, en ese contexto, no solo las autoridades mejoren su quehacer y el manejo del dinero del pueblo (los impuestos, pues), sino también -y de manera prioritaria- se refleje en el salario del trabajador común, una mejora sustancial en su poder adquisitivo.

Por ahí quizá comience a reactivarse e interesarse la mayoría de la sociedad en los asuntos públicos, porque si ahorita le pregunta a cualquier persona común ¿cuál es su mayor preocupación?, seguramente responderá que primero el bienestar personal y de sus seres queridos y por ende la estabilidad y mejora continua en su trabajo y luego la seguridad. Compruébelo informándose; lea o escuche cómo en casi todos los medios de comunicación masiva y redes hay ponderación de hechos lamentables, muchos ociosos o morbosos y muy pocos espacios a lo positivo y creativo, de tal forma que parece no fortalecerse, sino minarse -sin culpar a los medios como mensajeros- lo que debe ser ejemplos de mutua cordialidad, respeto y sana participación ciudadana en asuntos públicos.

Al contrario, el escenario general presenta reprobables y dolorosas realidades por causas humanas o naturales.

Estos dos componentes, la espera para que fructifiquen las políticas públicas que consoliden una mejora en la economía familiar de la mayoría de los mexicanos y los temas ajenos al interés común que abundan y se bombardean en el día a día, hacen imposible que renazca la corresponsabilidad social del ciudadano en los asuntos públicos.

Por eso, por ejemplo, el preocupante abstencionismo de los mexicanos para participar en elecciones; por eso el desaliento o desconfianza de inversionistas y empresarios que son los que realmente crean riqueza y multiplican oportunidades y peor aún, por eso la ignominia a no pocos hechos que ofenden a gran parte de la sociedad, dejando los ciudadanos que las cosas pasen “nadando de a muertito”. Vaya disyuntiva y no hay cómo, cuándo o porqué “ponerlos las pilas” la mayoría para mejorar nuestro devenir con determinación, claridad y voluntad a toda prueba. ¿O no?

pibenavarro@gmail.com

QUO VADIS

Cualquier persona en sano juicio sabe que no debe, aunque pueda, gastar más de lo que gana porque más temprano que tarde sufrirá consecuencias indeseables que lo pueden llevar (coloquialmente hablando) a vender su alma al diablo, por eso ahorita se observa prudencia del consumidor común que no tiene garantizado su futuro económico y cuida sobremanera su trabajo.

Y también cualquier persona informada sabe que para donde voltee hay crispación, confrontación, irritación de tirios y troyanos, culpables e inocentes, fifís y chairos que no abonan a fortalecer un ambiente de justicia, paz, concordia y mejora continua en la calidad de vida, como lo exige la mayoría de la sociedad.

Estas dos realidades, las limitantes económicas como las confrontaciones políticas o sociales, son realidades con las que hay que coexistir -aunque no se quiera- mientras surtan el efecto esperado las políticas públicas federales y, en ese contexto, no solo las autoridades mejoren su quehacer y el manejo del dinero del pueblo (los impuestos, pues), sino también -y de manera prioritaria- se refleje en el salario del trabajador común, una mejora sustancial en su poder adquisitivo.

Por ahí quizá comience a reactivarse e interesarse la mayoría de la sociedad en los asuntos públicos, porque si ahorita le pregunta a cualquier persona común ¿cuál es su mayor preocupación?, seguramente responderá que primero el bienestar personal y de sus seres queridos y por ende la estabilidad y mejora continua en su trabajo y luego la seguridad. Compruébelo informándose; lea o escuche cómo en casi todos los medios de comunicación masiva y redes hay ponderación de hechos lamentables, muchos ociosos o morbosos y muy pocos espacios a lo positivo y creativo, de tal forma que parece no fortalecerse, sino minarse -sin culpar a los medios como mensajeros- lo que debe ser ejemplos de mutua cordialidad, respeto y sana participación ciudadana en asuntos públicos.

Al contrario, el escenario general presenta reprobables y dolorosas realidades por causas humanas o naturales.

Estos dos componentes, la espera para que fructifiquen las políticas públicas que consoliden una mejora en la economía familiar de la mayoría de los mexicanos y los temas ajenos al interés común que abundan y se bombardean en el día a día, hacen imposible que renazca la corresponsabilidad social del ciudadano en los asuntos públicos.

Por eso, por ejemplo, el preocupante abstencionismo de los mexicanos para participar en elecciones; por eso el desaliento o desconfianza de inversionistas y empresarios que son los que realmente crean riqueza y multiplican oportunidades y peor aún, por eso la ignominia a no pocos hechos que ofenden a gran parte de la sociedad, dejando los ciudadanos que las cosas pasen “nadando de a muertito”. Vaya disyuntiva y no hay cómo, cuándo o porqué “ponerlos las pilas” la mayoría para mejorar nuestro devenir con determinación, claridad y voluntad a toda prueba. ¿O no?

pibenavarro@gmail.com