/ jueves 10 de junio de 2021

Quien no los conoce, que los compre

CUCHILLITO DE PALO

Poco pudo lloriquear el tlatoani después de las elecciones. Le fue mejor de lo que se esperaba. Se hace de los Estados del Pacífico, con candidatos de undécima y de un montón de Congresos locales, a los que les podrá hincar el diente. Trágico para quienes vivirán bajo la férula de la incompetencia y de la absoluta sumisión a las órdenes del Centro. Pero nadie experimenta en cabeza ajena y hasta que no se da el frentazo no aprende.

Lo ejemplar fue el comportamiento ciudadano. La gente salió a votar convencida del valor de su sufragio, de la posibilidad de elegir a quien era su voluntad, a pesar del miedo -en tantas regiones hostiles del país- y de las muchas presiones. Demostró el crecimiento cívico y la fe en el proceso democrático que, aunque tierno y frágil en ciertos sentidos, empieza a germinar.

Fueron miles de personas las que aceptaron participar en las casi 200 mil casillas. Con entrega y dedicación cuidaron las normas elementales que hacen de unas elecciones un triunfo social. Ni las bravuconerías del emperador de Palacio ni las de su titerillo, Mario Delgado, consiguieron alterar la estructura férrea que organizó, en paz y tranquilidad, las elecciones más grandes de la historia.

El domingo deja lecciones importantes. La oposición pudo arrebatarle la mayoría de alcaldías capitalinas a Morena. Se acabó la corriente que llegó al entonces DF hace más de dos décadas bajo las siglas del PRD.

Hay quien lo atribuye a la tragedia del Metro. Otros, al desgaste propio de los sucesivos mandatos en manos del mismo partido –aunque cambiara de nombre-. La realidad es que la sociedad capitalina es un conglomerado mucho más politizado. Le dio el sufragio al tabasqueño creyendo que sería un mandatario decidido al verdadero cambio. Al rechazo auténtico a la corrupción, al caudillismo y a la desigualdad. Lo único visto es la división del país en dos bandos irreconciliables.

Se sopesaron sus graves errores y desvíos. Su machismo incontenible –nada por y para las mujeres- su decisión de liquidar a los órganos autónomos -contrapesos-, su ruptura con la división de poderes, sus obras faraónicas mientras se abandonó la salud, la educación, el desarrollo y la prosperidad.

Sus ataques a la Iniciativa Privada y su regreso al pasado en ideología y un paternalismo que, en lugar de sacar adelante a los pobres, los ha hundido. Las dádivas no sustituyen a los trabajos remunerados ni dan acceso a oportunidades. También se le arrebató la mayoría fraudulenta de la Cámara Baja, aunque le queda la relativa. Cuando menos no podrá modificar la Constitución a su antojo. Viene la hora de la verdad para la coalición y los partidos que la componen. La sociedad fue clara en su planteamiento y exigencias: Queremos contrapesos y equilibrio. Esperemos que se entienda el mensaje y se recupere la perdida estabilidad.


CUCHILLITO DE PALO

Poco pudo lloriquear el tlatoani después de las elecciones. Le fue mejor de lo que se esperaba. Se hace de los Estados del Pacífico, con candidatos de undécima y de un montón de Congresos locales, a los que les podrá hincar el diente. Trágico para quienes vivirán bajo la férula de la incompetencia y de la absoluta sumisión a las órdenes del Centro. Pero nadie experimenta en cabeza ajena y hasta que no se da el frentazo no aprende.

Lo ejemplar fue el comportamiento ciudadano. La gente salió a votar convencida del valor de su sufragio, de la posibilidad de elegir a quien era su voluntad, a pesar del miedo -en tantas regiones hostiles del país- y de las muchas presiones. Demostró el crecimiento cívico y la fe en el proceso democrático que, aunque tierno y frágil en ciertos sentidos, empieza a germinar.

Fueron miles de personas las que aceptaron participar en las casi 200 mil casillas. Con entrega y dedicación cuidaron las normas elementales que hacen de unas elecciones un triunfo social. Ni las bravuconerías del emperador de Palacio ni las de su titerillo, Mario Delgado, consiguieron alterar la estructura férrea que organizó, en paz y tranquilidad, las elecciones más grandes de la historia.

El domingo deja lecciones importantes. La oposición pudo arrebatarle la mayoría de alcaldías capitalinas a Morena. Se acabó la corriente que llegó al entonces DF hace más de dos décadas bajo las siglas del PRD.

Hay quien lo atribuye a la tragedia del Metro. Otros, al desgaste propio de los sucesivos mandatos en manos del mismo partido –aunque cambiara de nombre-. La realidad es que la sociedad capitalina es un conglomerado mucho más politizado. Le dio el sufragio al tabasqueño creyendo que sería un mandatario decidido al verdadero cambio. Al rechazo auténtico a la corrupción, al caudillismo y a la desigualdad. Lo único visto es la división del país en dos bandos irreconciliables.

Se sopesaron sus graves errores y desvíos. Su machismo incontenible –nada por y para las mujeres- su decisión de liquidar a los órganos autónomos -contrapesos-, su ruptura con la división de poderes, sus obras faraónicas mientras se abandonó la salud, la educación, el desarrollo y la prosperidad.

Sus ataques a la Iniciativa Privada y su regreso al pasado en ideología y un paternalismo que, en lugar de sacar adelante a los pobres, los ha hundido. Las dádivas no sustituyen a los trabajos remunerados ni dan acceso a oportunidades. También se le arrebató la mayoría fraudulenta de la Cámara Baja, aunque le queda la relativa. Cuando menos no podrá modificar la Constitución a su antojo. Viene la hora de la verdad para la coalición y los partidos que la componen. La sociedad fue clara en su planteamiento y exigencias: Queremos contrapesos y equilibrio. Esperemos que se entienda el mensaje y se recupere la perdida estabilidad.


ÚLTIMASCOLUMNAS