/ viernes 5 de marzo de 2021

Revivir rencillas superadas

El agua del molino


¿Para qué? Supongo que el presidente López Obrador buscó serlo porque como mexicano ama a México y porque quiso y quiere representarlo políticamente. Y supongo que sabe lo que es México en sus raíces, en su historia y en su evolución.

Supongo que ama y reconoce lo que somos y me parece absurdo que en su proyecto político estuviera o esté cambiar el decurso de nuestro país. Él no creó México ni lo hizo. ¿A qué entonces toda esa alharaca del perdón de España?

Yo creo que el Presidente no ha pensado en que el mestizaje -bueno o malo- hizo al México que representa políticamente. El supuesto perdón supondría revivir odios, complejos, rencores, enfrentamientos ideológicos. ¿Por un lado se busca la unidad y por el otro se reviven las rencillas? Esto es un contrasentido político que no tiene explicación ni justificación. Son las contradicciones presidenciales que tantas dudas despiertan. Sería tan absurdo e ilógico como si uno les pidiera a sus padres perdón por lo que hicieron de malo nuestros abuelos o bisabuelos y por habernos procreado.

Es lamentable que se ignore paladinamente, queriendo tapar el sol con un dedo, que pertenecemos -nos guste o no- a una determinada cultura que es la occidental. Más prudente, más sabio, más político es o sería proponer algunas rectificaciones, digamos, en el espacio de la realidad basada en esa cultura. Lo que repercute o repercutiría en el Derecho, por ejemplo en los derechos humanos. Toda proporción guardada, lo contrario es como si a un individuo se le quisiera modificar genéticamente para que tuviera otro perfil y fuera en suma otro individuo.

No hay que renegar, hasta detestar y abominar de lo que es México. El Presidente llegó al poder para gobernarnos y no para cambiarnos. Yo voté por él y por su proyecto de nación, de país, donde nunca vi incluido ese famoso perdón que implica, quiérase que no, un descontento de lo que es México.

El Presidente gobierna el país del que soy ciudadano mestizo y se olvida, insisto, lo positivo y relevante, trascendente, de toda conquista (o “encuentro de dos mundos”) desde que el mundo es mundo.

Qué difícil es aprender y entender que aquí estamos y que nuestras fobias, pasiones y rencores deben olvidarse en aras de cumplir un destino común. Pero repito una vez más, lo incomprensible es que en el presente se reclame que España pida perdón por el pasado o antepasado, que de distintas formas y maneras influye o ha influido en todos los mexicanos. Yo no quiero que se pida perdón, ni tampoco voté por el hoy Presidente para que reclamara ese perdón. Como elector no me interesa ese perdón y creo que tampoco a millones de mexicanos.

Creo que el Presidente revive rencillas ya superadas, pero que pueden reaparecer. ¿Para qué? ¿Con qué objeto?

El agua del molino


¿Para qué? Supongo que el presidente López Obrador buscó serlo porque como mexicano ama a México y porque quiso y quiere representarlo políticamente. Y supongo que sabe lo que es México en sus raíces, en su historia y en su evolución.

Supongo que ama y reconoce lo que somos y me parece absurdo que en su proyecto político estuviera o esté cambiar el decurso de nuestro país. Él no creó México ni lo hizo. ¿A qué entonces toda esa alharaca del perdón de España?

Yo creo que el Presidente no ha pensado en que el mestizaje -bueno o malo- hizo al México que representa políticamente. El supuesto perdón supondría revivir odios, complejos, rencores, enfrentamientos ideológicos. ¿Por un lado se busca la unidad y por el otro se reviven las rencillas? Esto es un contrasentido político que no tiene explicación ni justificación. Son las contradicciones presidenciales que tantas dudas despiertan. Sería tan absurdo e ilógico como si uno les pidiera a sus padres perdón por lo que hicieron de malo nuestros abuelos o bisabuelos y por habernos procreado.

Es lamentable que se ignore paladinamente, queriendo tapar el sol con un dedo, que pertenecemos -nos guste o no- a una determinada cultura que es la occidental. Más prudente, más sabio, más político es o sería proponer algunas rectificaciones, digamos, en el espacio de la realidad basada en esa cultura. Lo que repercute o repercutiría en el Derecho, por ejemplo en los derechos humanos. Toda proporción guardada, lo contrario es como si a un individuo se le quisiera modificar genéticamente para que tuviera otro perfil y fuera en suma otro individuo.

No hay que renegar, hasta detestar y abominar de lo que es México. El Presidente llegó al poder para gobernarnos y no para cambiarnos. Yo voté por él y por su proyecto de nación, de país, donde nunca vi incluido ese famoso perdón que implica, quiérase que no, un descontento de lo que es México.

El Presidente gobierna el país del que soy ciudadano mestizo y se olvida, insisto, lo positivo y relevante, trascendente, de toda conquista (o “encuentro de dos mundos”) desde que el mundo es mundo.

Qué difícil es aprender y entender que aquí estamos y que nuestras fobias, pasiones y rencores deben olvidarse en aras de cumplir un destino común. Pero repito una vez más, lo incomprensible es que en el presente se reclame que España pida perdón por el pasado o antepasado, que de distintas formas y maneras influye o ha influido en todos los mexicanos. Yo no quiero que se pida perdón, ni tampoco voté por el hoy Presidente para que reclamara ese perdón. Como elector no me interesa ese perdón y creo que tampoco a millones de mexicanos.

Creo que el Presidente revive rencillas ya superadas, pero que pueden reaparecer. ¿Para qué? ¿Con qué objeto?

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