/ jueves 14 de octubre de 2021

Se perdió la compasión

Cuchillito de Palo


¿Alguien se acuerda de las últimas catástrofes que dejaron hogares enlutados? Perdemos la sensibilidad y se nos hace piel de elefante frente a la tragedia ajena. Más grave es que son las autoridades las que carecen por completo de la mínima compasión. El dolor humano los deja impávidos, aunque hay excepciones.

El peor ejemplo es el de un Presidente incapaz de poner un pie en los lugares afectados; de conmiserarse de las víctimas y, sobre todo, de ver que se les ayude y se les entreguen los apoyos que, eso sí, de dientes para afuera, alardea en sus mañaneras.

El primer horror fue el de Tláhuac y la caída de dos vagones del Metro. Las dantescas escenas recorrieron el mundo, incrédulo con la posibilidad de que se dé una falla de esos tamaños. Pasan los meses sin claridad en las investigaciones ni se ha responsabilizado a nadie, a pesar de que la jefa de gobierno habló de transparencia para lo que contrató a una empresa extranjera que no da color.

La impunidad rodea la muerte de aquellos que viajaban creyendo que pronto llegarían a su destino. Que fallecieron por la irresponsabilidad, la negligencia y la corrupción de varias autoridades, omisas a los millones de personas que utilizan el transporte. Y si alguien hay frío es la susodicha Claudia Sheinbaum, incapaz de compadecerse. Tampoco lo hizo por la trágica pérdida de niños fallecidos en el derrumbe de la escuela (terremoto del 2017). Como jefa delegacional tenía la obligación de supervisar a sus subordinados y que no se diesen licencias que podían acabar en una desgracia.

Se lavó las manos al igual que lo hace en su actual gestión, responsable del debido mantenimiento a la Línea 12. La amparó el gurú hasta que se olvide. Vino la inundación de Tula, Hidalgo, entre tantas otras consecuencias de las fuertes lluvias y murieron 17 personas en un hospital del IMSS, por falta de energía eléctrica para alimentar a los respiradores que ocupaban.



Como en todo “incidente” nacional, funcionaretes de los distintos niveles se dedicaron a echarse la bolita, al no advertir lo que venía y evacuar a tiempo la instalación. Que si fue la mandamás de Conagua, que si las autoridades estatales o municipales, el caso es que seres humanos perdieron la vida, por la ancestral y repetitiva negligencia de “servidores públicos”.

Ecatepec, Estado de México, vivió también una inundación dramática, que dejó cerca de 120 mil damnificados. A más de un mes la ayuda llega a cuentagotas y las autoridades parecen a la espera de que los afectados se harten de solicitarla y se callen.

El deslave del Cerro del Chiquihuite les quitó la vida a una joven madre y sus dos pequeños, además de a un hombre. Lo mismo: Gran cantaleta de entrada, para luego dar la espalda a quienes perdieron techo y patrimonio.

Sigue la temporada de aguas provocando daños lacerantes y el tlatoani está ocupado en su revisionismo histórico -que nos ha convertido en hazmerreír internacionales- y en la aprobación de sus leyes regresivas, que nos mandarán a las etapas más obsoletas del país.

Del pueblo solo le interesan los votos y, a la manera neoliberal que dice despreciar, “los usa y los tira como desechables”.

Cuchillito de Palo


¿Alguien se acuerda de las últimas catástrofes que dejaron hogares enlutados? Perdemos la sensibilidad y se nos hace piel de elefante frente a la tragedia ajena. Más grave es que son las autoridades las que carecen por completo de la mínima compasión. El dolor humano los deja impávidos, aunque hay excepciones.

El peor ejemplo es el de un Presidente incapaz de poner un pie en los lugares afectados; de conmiserarse de las víctimas y, sobre todo, de ver que se les ayude y se les entreguen los apoyos que, eso sí, de dientes para afuera, alardea en sus mañaneras.

El primer horror fue el de Tláhuac y la caída de dos vagones del Metro. Las dantescas escenas recorrieron el mundo, incrédulo con la posibilidad de que se dé una falla de esos tamaños. Pasan los meses sin claridad en las investigaciones ni se ha responsabilizado a nadie, a pesar de que la jefa de gobierno habló de transparencia para lo que contrató a una empresa extranjera que no da color.

La impunidad rodea la muerte de aquellos que viajaban creyendo que pronto llegarían a su destino. Que fallecieron por la irresponsabilidad, la negligencia y la corrupción de varias autoridades, omisas a los millones de personas que utilizan el transporte. Y si alguien hay frío es la susodicha Claudia Sheinbaum, incapaz de compadecerse. Tampoco lo hizo por la trágica pérdida de niños fallecidos en el derrumbe de la escuela (terremoto del 2017). Como jefa delegacional tenía la obligación de supervisar a sus subordinados y que no se diesen licencias que podían acabar en una desgracia.

Se lavó las manos al igual que lo hace en su actual gestión, responsable del debido mantenimiento a la Línea 12. La amparó el gurú hasta que se olvide. Vino la inundación de Tula, Hidalgo, entre tantas otras consecuencias de las fuertes lluvias y murieron 17 personas en un hospital del IMSS, por falta de energía eléctrica para alimentar a los respiradores que ocupaban.



Como en todo “incidente” nacional, funcionaretes de los distintos niveles se dedicaron a echarse la bolita, al no advertir lo que venía y evacuar a tiempo la instalación. Que si fue la mandamás de Conagua, que si las autoridades estatales o municipales, el caso es que seres humanos perdieron la vida, por la ancestral y repetitiva negligencia de “servidores públicos”.

Ecatepec, Estado de México, vivió también una inundación dramática, que dejó cerca de 120 mil damnificados. A más de un mes la ayuda llega a cuentagotas y las autoridades parecen a la espera de que los afectados se harten de solicitarla y se callen.

El deslave del Cerro del Chiquihuite les quitó la vida a una joven madre y sus dos pequeños, además de a un hombre. Lo mismo: Gran cantaleta de entrada, para luego dar la espalda a quienes perdieron techo y patrimonio.

Sigue la temporada de aguas provocando daños lacerantes y el tlatoani está ocupado en su revisionismo histórico -que nos ha convertido en hazmerreír internacionales- y en la aprobación de sus leyes regresivas, que nos mandarán a las etapas más obsoletas del país.

Del pueblo solo le interesan los votos y, a la manera neoliberal que dice despreciar, “los usa y los tira como desechables”.

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