/ jueves 19 de abril de 2018

Semana para valorar

ENTORNO

La semana pasada mi artículo fue sobre la tercera edad, un segmento de población creciente donde sus expectativas de vida son mayores respecto a hace una década, donde se jubilan a los 65 en condiciones adversas; donde urgen políticas públicas para brindarles mejores oportunidades.

Comenté sobre el proyecto de la Universidad de la Tercera Edad como una opción para seguir preparándose continuamente y darles posibilidades, ya que desafortunadamente los casinos son fuente del entretenimiento para ellos.

Traigo a colación lo anterior ya que mis padres me pidieron de favor llevarlos a San Diego para que mi madre abordara un avión. Pasé con ellos todo un día donde aprecié, recordé y valoré lo que tengo, pues en los apresuramientos diarios no les dedico tiempo de calidad. Es maravilloso y soy afortunado de poder contar con los dos. Lo primero que pensé fue sobre las historias de amor que sí existen, que se construyen a través del tiempo, dedicación, entrega, paciencia y consideración.

Nuestra generación no es igual: A primera de cambio tiramos la toalla y lo digo por experiencia. ¿En qué momento dejé de observar eso y su ejemplo de vida lo hiciera propio? Observaba a mi padre cómo veía a mi madre y viceversa; cómo se profesan amor tomándose de la mano, sin separarlas, unidas como uno solo, a todas partes, con sus pasos disminuidos, sin poder caminar aprisa y también con sus pequeñas discusiones simplemente por tonterías.

Qué padre es el amor de esa manera, tener más de 50 años y seguir juntos, siendo un complemento.

Hablamos de política, coincidimos en que AMLO ganará la Presidencia por su ventaja en encuestas; de mis hermanos y parientes, de mi pareja, de mi futuro, del estilo gerencial de mi padre que por más de 30 años fue directivo de una empresa petrolera americana, de sus errores, de lo que pudo ser, pero está tranquilo y está bien.

Adora a sus nietos, son cuidadores de ellos, de los míos fueron y actualmente siguen siendo de mis sobrinos. Sus comentarios fueron sobre las ocurrencias de los nietos, de sus momentos. Hablamos de la muerte, de sus enfermedades, de sus arrugas, pero con un entusiasmo de lo que hacen, de lo que son, de lo que depara, que quieren terminar la vida con salud.

Cambia la alimentación, recordamos miles de instantes; reímos mucho, también la ida a dormir temprano porque íbamos a madrugar; qué difícil es dormir tan temprano y no por eso dejo de ser su pequeño. Recordé esa etapa, fue sencillamente increíble.

Al día siguiente la despedida de mis padres, aunque son unos cuantos días, llevaban más de 20 años sin separarse. Mi padre la acompañó en todo momento, no se movió hasta que la vio subir la escalera. Estaba triste, lo trataba de animar, de entretenerlo; seguimos platicando, me acompañó a mandados. Una bendición contar con ellos, tenerlos, valorar y recordar lo que soy y lo que tengo y la oportunidad de gozarlos, de preguntarles más, de aprender de ellos, de su enseñanza de vida. Simplemente ser feliz.

ENTORNO

La semana pasada mi artículo fue sobre la tercera edad, un segmento de población creciente donde sus expectativas de vida son mayores respecto a hace una década, donde se jubilan a los 65 en condiciones adversas; donde urgen políticas públicas para brindarles mejores oportunidades.

Comenté sobre el proyecto de la Universidad de la Tercera Edad como una opción para seguir preparándose continuamente y darles posibilidades, ya que desafortunadamente los casinos son fuente del entretenimiento para ellos.

Traigo a colación lo anterior ya que mis padres me pidieron de favor llevarlos a San Diego para que mi madre abordara un avión. Pasé con ellos todo un día donde aprecié, recordé y valoré lo que tengo, pues en los apresuramientos diarios no les dedico tiempo de calidad. Es maravilloso y soy afortunado de poder contar con los dos. Lo primero que pensé fue sobre las historias de amor que sí existen, que se construyen a través del tiempo, dedicación, entrega, paciencia y consideración.

Nuestra generación no es igual: A primera de cambio tiramos la toalla y lo digo por experiencia. ¿En qué momento dejé de observar eso y su ejemplo de vida lo hiciera propio? Observaba a mi padre cómo veía a mi madre y viceversa; cómo se profesan amor tomándose de la mano, sin separarlas, unidas como uno solo, a todas partes, con sus pasos disminuidos, sin poder caminar aprisa y también con sus pequeñas discusiones simplemente por tonterías.

Qué padre es el amor de esa manera, tener más de 50 años y seguir juntos, siendo un complemento.

Hablamos de política, coincidimos en que AMLO ganará la Presidencia por su ventaja en encuestas; de mis hermanos y parientes, de mi pareja, de mi futuro, del estilo gerencial de mi padre que por más de 30 años fue directivo de una empresa petrolera americana, de sus errores, de lo que pudo ser, pero está tranquilo y está bien.

Adora a sus nietos, son cuidadores de ellos, de los míos fueron y actualmente siguen siendo de mis sobrinos. Sus comentarios fueron sobre las ocurrencias de los nietos, de sus momentos. Hablamos de la muerte, de sus enfermedades, de sus arrugas, pero con un entusiasmo de lo que hacen, de lo que son, de lo que depara, que quieren terminar la vida con salud.

Cambia la alimentación, recordamos miles de instantes; reímos mucho, también la ida a dormir temprano porque íbamos a madrugar; qué difícil es dormir tan temprano y no por eso dejo de ser su pequeño. Recordé esa etapa, fue sencillamente increíble.

Al día siguiente la despedida de mis padres, aunque son unos cuantos días, llevaban más de 20 años sin separarse. Mi padre la acompañó en todo momento, no se movió hasta que la vio subir la escalera. Estaba triste, lo trataba de animar, de entretenerlo; seguimos platicando, me acompañó a mandados. Una bendición contar con ellos, tenerlos, valorar y recordar lo que soy y lo que tengo y la oportunidad de gozarlos, de preguntarles más, de aprender de ellos, de su enseñanza de vida. Simplemente ser feliz.