/ miércoles 13 de mayo de 2020

Sin chelas no hay paraíso

EL MURO

El vino es fifí. Nadie en el pueblo quiere beber y sentirse un ignorante enológico al mismo tiempo. Además, descorcharlo es una pérdida de tiempo adicional porque hay que tener paciencia y pericia para que el tirabuzón de metal vaya por el camino correcto.

Existen demasiadas anécdotas sobre trozos de corcho flotantes en la botella e incluso hay tutoriales disponibles en YouTube para salir del problema. Ni hablar de los tipos de copas acorde a la variedad de uva y la forma correcta de tomarla para no afectar la temperatura de la bebida, del ritual previo a la degustación que incluye agitar levemente la copa para que el líquido cubra todo el cristal, oler, probar.

En el otro extremo, beber Tonayán es una locura. Este licor de caña es sumamente popular entre los estudiantes universitarios por su precio bajo (en promedio, 25 pesos la botella de plástico de casi un litro, perfecto para tiempos de crisis), pero no lo consumen directo, sino que es utilizado para crear una mezcla llamada “agua loca” utilizando polvos sabor de frutas, soda, agua, hielo. Aquí en Mexicali no son populares el tepache, el mezcal, el sotol, el aguardiente, como sí lo son en estados del sur. Existen cualquier cantidad de bebidas alcohólicas alternativas, algunas inusuales como el licor de leche, ya que buena parte de la materia orgánica al destilarse, genera alcohol etílico apto para el consumo humano.

El güisqui –o agua de vida- es gravoso, así que solo aplica para ocasiones especiales. El vodka, el ron, el brandy se venden a un ritmo lento, a pesar de que muchas marcas de esos destilados, dominaron las ventas sobre todo en la década de los 80. El tequila tiene un lugar especial en el mercado de los licores, sin embargo el alto contenido de alcohol de esa y el resto de las bebidas citadas, las convierten en poco apetecibles para amenizar una larga reunión social.

Luego entonces la cerveza comercial o cheve, chela, birria –probablemente de beer en inglés, no de birra en italiano- por su precio razonable, fácil acceso, moderado volumen de alcohol (no la artesanal, que adolece del mismo mal que el vino, es sofisticada y presuntuosa) es la bebida ideal del mexicalense. Beber cheve con moderación aligera pesadas cargas emocionales, hace más llevadero un mal día.

Esta atípica ley seca que estamos viviendo a causa del virus, es la verdadera, aunque cruel muestra del impacto que tiene la cerveza en el ánimo de muchos residentes locales. A diferencia de otros lugares del país donde se prohibió la venta de cualquier bebida con graduación alcohólica, lo que ha orillado a buscar licores de dudosa calidad con los consecuentes fallecimientos por intoxicación, aquí es solo la cerveza la que ha sufrido escasez, pero con eso ha sido suficiente.

Prohibir algo en nombre de un fin supremo tiende a despertar la actitud contraria: Algunas personas saldrán a buscar cerveza a cualquier precio y bajo cualquier riesgo, porque vivir sin chelas es como vivir fuera del paraíso…

vicmarcen09@gmail.com


EL MURO

El vino es fifí. Nadie en el pueblo quiere beber y sentirse un ignorante enológico al mismo tiempo. Además, descorcharlo es una pérdida de tiempo adicional porque hay que tener paciencia y pericia para que el tirabuzón de metal vaya por el camino correcto.

Existen demasiadas anécdotas sobre trozos de corcho flotantes en la botella e incluso hay tutoriales disponibles en YouTube para salir del problema. Ni hablar de los tipos de copas acorde a la variedad de uva y la forma correcta de tomarla para no afectar la temperatura de la bebida, del ritual previo a la degustación que incluye agitar levemente la copa para que el líquido cubra todo el cristal, oler, probar.

En el otro extremo, beber Tonayán es una locura. Este licor de caña es sumamente popular entre los estudiantes universitarios por su precio bajo (en promedio, 25 pesos la botella de plástico de casi un litro, perfecto para tiempos de crisis), pero no lo consumen directo, sino que es utilizado para crear una mezcla llamada “agua loca” utilizando polvos sabor de frutas, soda, agua, hielo. Aquí en Mexicali no son populares el tepache, el mezcal, el sotol, el aguardiente, como sí lo son en estados del sur. Existen cualquier cantidad de bebidas alcohólicas alternativas, algunas inusuales como el licor de leche, ya que buena parte de la materia orgánica al destilarse, genera alcohol etílico apto para el consumo humano.

El güisqui –o agua de vida- es gravoso, así que solo aplica para ocasiones especiales. El vodka, el ron, el brandy se venden a un ritmo lento, a pesar de que muchas marcas de esos destilados, dominaron las ventas sobre todo en la década de los 80. El tequila tiene un lugar especial en el mercado de los licores, sin embargo el alto contenido de alcohol de esa y el resto de las bebidas citadas, las convierten en poco apetecibles para amenizar una larga reunión social.

Luego entonces la cerveza comercial o cheve, chela, birria –probablemente de beer en inglés, no de birra en italiano- por su precio razonable, fácil acceso, moderado volumen de alcohol (no la artesanal, que adolece del mismo mal que el vino, es sofisticada y presuntuosa) es la bebida ideal del mexicalense. Beber cheve con moderación aligera pesadas cargas emocionales, hace más llevadero un mal día.

Esta atípica ley seca que estamos viviendo a causa del virus, es la verdadera, aunque cruel muestra del impacto que tiene la cerveza en el ánimo de muchos residentes locales. A diferencia de otros lugares del país donde se prohibió la venta de cualquier bebida con graduación alcohólica, lo que ha orillado a buscar licores de dudosa calidad con los consecuentes fallecimientos por intoxicación, aquí es solo la cerveza la que ha sufrido escasez, pero con eso ha sido suficiente.

Prohibir algo en nombre de un fin supremo tiende a despertar la actitud contraria: Algunas personas saldrán a buscar cerveza a cualquier precio y bajo cualquier riesgo, porque vivir sin chelas es como vivir fuera del paraíso…

vicmarcen09@gmail.com