/ martes 16 de octubre de 2018

Sugerencia al Ing. Jaime Bonilla

PRISMA

Hace algunos días el presidente electo Andrés Manuel López Obrador hizo un ofrecimiento -uno más- en el sentido de que al final de su administración -dentro de 6 años- existirá en México un sistema de salud comparable con los que operan en países como Canadá e Inglaterra.

Eso quiere decir que las graves deficiencias que presentan hoy los sistemas públicos de salud -IMSS, ISSSTE, Seguro Popular y Hospitales-, falta de personal especializado y de medicamentos requeridos por los usuarios, solo por enumerar dos, seguirán agobiando a millones de mexicanos que hoy padecen sus consecuencias, durante su mandato.

Como es bien sabido, dichas carencias vienen afectando seriamente a quienes sufren enfermedades crónicas como diabetes y cáncer, ya que al acudir en busca de alivio a sus males se encuentran con la mala noticia “falta de personal médico especializado y, sobre todo, de las medicinas” que requieren para curarse.

Instituciones como el IMSS, cuyos directivos presumen de haber logrado superávits en su operación de miles de millones de pesos, nada informan que sus famosos planes de ahorro impactan en la eficiencia que deben tener los servicios médico-asistenciales que reclaman los enfermos.

Desconsolados, los derechohabientes se ven obligados a solicitar servicios de la medicina privada, cuyo costo muchas veces no está a su alcance. Lo más grave es que deben comprar los medicamentos especiales para el tipo de enfermedad que padecen que -por cierto- son carísimos gracias a la voracidad de los laboratorios que los producen y sus sistemas de comercialización. Obviamente, ello provoca que miles -tal vez millones de enfermos-, jamás puedan recuperar la salud perdida, repetimos, gracias a las enfermedades crónicas que padecen y quedan expuestos a la voluntad del Creador.

Ante situación tan dramática, que pasa por encima de los derechos a la salud que constitucionalmente nos corresponden y considerando que tendrán que pasar seis largos años para que se remedie, ojalá que AMLO durante su gobierno pudiera intervenir de manera particular ante los laboratorios -extranjeros en su mayoría- para que frenen su voracidad y reduzcan en lo posible el costo de los medicamentos.

Lo mismo esperamos de los integrantes del Congreso de la Unión que durante sus campañas electorales ofrecieron “defender los intereses de la población”. No es posible que grandes consorcios farmacéuticos extranjeros y sus intermediarios sigan lucrando con las necesidades de millones de mexicanos enfermos impedidos de tener acceso a servicios y medicamentos que necesitan para recuperar lo más sagrado para el ser humano: Su salud.

¿Sería mucho pedir que la anunciada transformación de México incluyera nuestra sugerencia?

salgares4@gamil.com


PRISMA

Hace algunos días el presidente electo Andrés Manuel López Obrador hizo un ofrecimiento -uno más- en el sentido de que al final de su administración -dentro de 6 años- existirá en México un sistema de salud comparable con los que operan en países como Canadá e Inglaterra.

Eso quiere decir que las graves deficiencias que presentan hoy los sistemas públicos de salud -IMSS, ISSSTE, Seguro Popular y Hospitales-, falta de personal especializado y de medicamentos requeridos por los usuarios, solo por enumerar dos, seguirán agobiando a millones de mexicanos que hoy padecen sus consecuencias, durante su mandato.

Como es bien sabido, dichas carencias vienen afectando seriamente a quienes sufren enfermedades crónicas como diabetes y cáncer, ya que al acudir en busca de alivio a sus males se encuentran con la mala noticia “falta de personal médico especializado y, sobre todo, de las medicinas” que requieren para curarse.

Instituciones como el IMSS, cuyos directivos presumen de haber logrado superávits en su operación de miles de millones de pesos, nada informan que sus famosos planes de ahorro impactan en la eficiencia que deben tener los servicios médico-asistenciales que reclaman los enfermos.

Desconsolados, los derechohabientes se ven obligados a solicitar servicios de la medicina privada, cuyo costo muchas veces no está a su alcance. Lo más grave es que deben comprar los medicamentos especiales para el tipo de enfermedad que padecen que -por cierto- son carísimos gracias a la voracidad de los laboratorios que los producen y sus sistemas de comercialización. Obviamente, ello provoca que miles -tal vez millones de enfermos-, jamás puedan recuperar la salud perdida, repetimos, gracias a las enfermedades crónicas que padecen y quedan expuestos a la voluntad del Creador.

Ante situación tan dramática, que pasa por encima de los derechos a la salud que constitucionalmente nos corresponden y considerando que tendrán que pasar seis largos años para que se remedie, ojalá que AMLO durante su gobierno pudiera intervenir de manera particular ante los laboratorios -extranjeros en su mayoría- para que frenen su voracidad y reduzcan en lo posible el costo de los medicamentos.

Lo mismo esperamos de los integrantes del Congreso de la Unión que durante sus campañas electorales ofrecieron “defender los intereses de la población”. No es posible que grandes consorcios farmacéuticos extranjeros y sus intermediarios sigan lucrando con las necesidades de millones de mexicanos enfermos impedidos de tener acceso a servicios y medicamentos que necesitan para recuperar lo más sagrado para el ser humano: Su salud.

¿Sería mucho pedir que la anunciada transformación de México incluyera nuestra sugerencia?

salgares4@gamil.com