/ sábado 4 de abril de 2020

Tiempo

PENSARES

Uno de los mejores regalos que los abuelos pueden darle a sus nietos es el tiempo. Los padres no siempre tienen tiempo para jugar con sus hijos; los abuelos casi siempre encuentran el tiempo para jugar con una pelota o salir a caminar; pueden hallar el tiempo para enseñar a sus nietos a atarse los cordones de los zapatos, a montar en bicicleta.

Los abuelos de un niño iban a cada juego de pelota, partido de futbol. Él recuerda muy bien verlos cuando se sentaban en primera fila en el gimnasio del colegio para animarlo. Su abuelo siempre se ponía uno de sus sombreros; la abuela casi siempre llegaba con sus vestidos floreados. Asistían a cada graduación, Día del Niño y toda clase de festejos. El niño rememoraba las muchas veces que disfrutaron juntos un helado, pensaba a menudo en los almuerzos del domingo y los refrescos fríos al terminar el juego de pelota en las noches cálidas del verano.

Para su cumpleaños sus abuelos le compraban regalos que le gustaban de verdad; pensaban mucho en los regalos que le compraban, no compraban lo que les gustaba a ellos, dedicaban el tiempo para decidir qué le gustaba a un niño de su edad y compraban ese especial tesoro sin tener en cuenta el precio.

Después de que el muchacho se casó y llegaron sus hijos, su vida estaba muy ocupada. Sin embargo, hizo una prioridad: Llamar a sus abuelos todas las semanas. Sus abuelos estuvieron dispuestos a darle su tiempo cuando era un niño y él decidió que les daría un poco de su tiempo. Con frecuencia los niños y los abuelos deletrean así la palabra amor: Tiempo. Debido a que los amaron desde el principio, los niños aman a sus abuelos con todo su corazón.

Los abuelos no deberían morirse nunca, debieran ser inmortales. Un abuelo muerto es como una estatua derribada a pedradas; los abuelos deberían volverse niños otra vez para jugar con sus nietos. Los abuelos son como retratos que caminan y que aman sin decirlo y que se esconden detrás de las puertas para llorar, quien sabe porqué y tienen en los labios una sonrisa triste que quiere acabarse ya.

El abuelo se asoma sin que ellos se den cuenta a las ventanas de los ojos de los niños y allí en esas ventanas nuevas mira la vida, a la hija, al hijo, se mira a sí mismo, a lo que quiso ser y no fue; a lo que quiso que fueran sus hijos y no fueron y se pone alegre al darse cuenta de que en los ojos traviesos de los nietos está él naciendo otra vez, dándole otra vuelta al mundo, principiando a ser, a vivir, a sentir, a jugar y a soñar.

Yo creo en los abuelos inmortales para siempre.


PENSARES

Uno de los mejores regalos que los abuelos pueden darle a sus nietos es el tiempo. Los padres no siempre tienen tiempo para jugar con sus hijos; los abuelos casi siempre encuentran el tiempo para jugar con una pelota o salir a caminar; pueden hallar el tiempo para enseñar a sus nietos a atarse los cordones de los zapatos, a montar en bicicleta.

Los abuelos de un niño iban a cada juego de pelota, partido de futbol. Él recuerda muy bien verlos cuando se sentaban en primera fila en el gimnasio del colegio para animarlo. Su abuelo siempre se ponía uno de sus sombreros; la abuela casi siempre llegaba con sus vestidos floreados. Asistían a cada graduación, Día del Niño y toda clase de festejos. El niño rememoraba las muchas veces que disfrutaron juntos un helado, pensaba a menudo en los almuerzos del domingo y los refrescos fríos al terminar el juego de pelota en las noches cálidas del verano.

Para su cumpleaños sus abuelos le compraban regalos que le gustaban de verdad; pensaban mucho en los regalos que le compraban, no compraban lo que les gustaba a ellos, dedicaban el tiempo para decidir qué le gustaba a un niño de su edad y compraban ese especial tesoro sin tener en cuenta el precio.

Después de que el muchacho se casó y llegaron sus hijos, su vida estaba muy ocupada. Sin embargo, hizo una prioridad: Llamar a sus abuelos todas las semanas. Sus abuelos estuvieron dispuestos a darle su tiempo cuando era un niño y él decidió que les daría un poco de su tiempo. Con frecuencia los niños y los abuelos deletrean así la palabra amor: Tiempo. Debido a que los amaron desde el principio, los niños aman a sus abuelos con todo su corazón.

Los abuelos no deberían morirse nunca, debieran ser inmortales. Un abuelo muerto es como una estatua derribada a pedradas; los abuelos deberían volverse niños otra vez para jugar con sus nietos. Los abuelos son como retratos que caminan y que aman sin decirlo y que se esconden detrás de las puertas para llorar, quien sabe porqué y tienen en los labios una sonrisa triste que quiere acabarse ya.

El abuelo se asoma sin que ellos se den cuenta a las ventanas de los ojos de los niños y allí en esas ventanas nuevas mira la vida, a la hija, al hijo, se mira a sí mismo, a lo que quiso ser y no fue; a lo que quiso que fueran sus hijos y no fueron y se pone alegre al darse cuenta de que en los ojos traviesos de los nietos está él naciendo otra vez, dándole otra vuelta al mundo, principiando a ser, a vivir, a sentir, a jugar y a soñar.

Yo creo en los abuelos inmortales para siempre.


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