/ domingo 2 de mayo de 2021

Tiempos político-electorales en México

La Espiga



“Pongan ustedes que el candidato que más conviene al pueblo es el general Obregón, porque como nada más tiene un brazo, será el que robe menos…”: Candidato presidencial Álvaro Obregón, 1928


En nuestro país la evolución de la gobernabilidad democrática ha sido lenta, tortuosa y, a veces, caótica. Después de la dominación española por 300 años, la Independencia, las intervenciones extranjeras, la Guerra de Reforma, la República Restaurada, el Porfiriato y la Revolución Mexicana, hemos aprendido a duras penas a practicar las reglas de la Democracia Liberal.

Por más de 30 años Porfirio Díaz utilizó un aparato de gobierno autoritario donde el hombre fuerte llamado Caudillo o El Padre de la Patria se pasaba por el Arco del Triunfo la división de poderes y los procesos legislativos para imponer leyes, decretos y disposiciones legales.

Francisco I. Madero con su invocación al “Sufragio Efectivo, No Reelección” más bien consiguió que el partido político de los caudillos revolucionarios se mantuviera en el Poder Ejecutivo federal por 70 años, aquí en BC siguiendo la misma línea el partido azul se afianzó en la gubernatura por 30 años ininterrumpidos.

En el 2000 inicia algo parecido a una transición a la democracia, en la cual el partido hegemónico abandona la silla presencial, pero no su influencia y sus modos de operar retratados en la risueña película “La Ley de Herodes” de 1999 dirigida por Luis Estrada. No solo el cine con la cinta histórica “La Sombra del Caudillo” de 1960 dirigida por Julio Bracho basada en la novela clásica de Martín Luis Guzmán, también las Artes Escénicas se han inspirado en el estilo mexicano de hacer política. Baste recordar a Rodolfo Usigli con su obra “El Gesticulador”, estrenada en 1947, en la que sus personajes nos muestran cómo el poder corrompe a los hombres y a sus familias.

El escritor Carlos Monsiváis publicó en 1982 un delicioso libro sobre la vedette Celia Montalván (1899-1958) en el cual relata sus presentaciones en el teatro de cabaret donde reinaba el humor, la picardía, el sarcasmo y la sensualidad. Ella trabajó entre los años veinte y treinta cuando los cachorros del Partido Revolucionario de la Nación diseñaban un país pintoresco, clasista y con un Papá Gobierno a veces duro y a veces magnánimo.

La Montalván aparecía en escena con sus vestidos elegantes de diva sofisticada, como si fuera una Afrodita mexicana que escandalizaba a las familias decentes y de buenas costumbres, mientras los hombres del poder reían con sus alusiones picantes a Carranza, Zapata, Pancho Villa, Obregón… Estas irreverencias provocaban aplausos a raudales, la admiración plena a cómicos y a actrices bastante audaces como para desafiar a la tremenda censura oficial.

Era aquel México mitad ranchero y pueblerino y mitad moderno y progresista, cuando la explosión demográfica todavía no hacía añicos los sueños de prosperidad y bienestar para las mayorías silenciosas, cuando el Brindis del Bohemio era la máxima expresión del lirismo mexicano y nuestras abuelas se asemejaban a doña Sara García.

Actualmente el estilo mexicano de hacer política debe atender a una población de 128 millones de compatriotas de los cuales 63 millones viven en la pobreza y las clases medias luchan por no descender en la escala social.

La Espiga



“Pongan ustedes que el candidato que más conviene al pueblo es el general Obregón, porque como nada más tiene un brazo, será el que robe menos…”: Candidato presidencial Álvaro Obregón, 1928


En nuestro país la evolución de la gobernabilidad democrática ha sido lenta, tortuosa y, a veces, caótica. Después de la dominación española por 300 años, la Independencia, las intervenciones extranjeras, la Guerra de Reforma, la República Restaurada, el Porfiriato y la Revolución Mexicana, hemos aprendido a duras penas a practicar las reglas de la Democracia Liberal.

Por más de 30 años Porfirio Díaz utilizó un aparato de gobierno autoritario donde el hombre fuerte llamado Caudillo o El Padre de la Patria se pasaba por el Arco del Triunfo la división de poderes y los procesos legislativos para imponer leyes, decretos y disposiciones legales.

Francisco I. Madero con su invocación al “Sufragio Efectivo, No Reelección” más bien consiguió que el partido político de los caudillos revolucionarios se mantuviera en el Poder Ejecutivo federal por 70 años, aquí en BC siguiendo la misma línea el partido azul se afianzó en la gubernatura por 30 años ininterrumpidos.

En el 2000 inicia algo parecido a una transición a la democracia, en la cual el partido hegemónico abandona la silla presencial, pero no su influencia y sus modos de operar retratados en la risueña película “La Ley de Herodes” de 1999 dirigida por Luis Estrada. No solo el cine con la cinta histórica “La Sombra del Caudillo” de 1960 dirigida por Julio Bracho basada en la novela clásica de Martín Luis Guzmán, también las Artes Escénicas se han inspirado en el estilo mexicano de hacer política. Baste recordar a Rodolfo Usigli con su obra “El Gesticulador”, estrenada en 1947, en la que sus personajes nos muestran cómo el poder corrompe a los hombres y a sus familias.

El escritor Carlos Monsiváis publicó en 1982 un delicioso libro sobre la vedette Celia Montalván (1899-1958) en el cual relata sus presentaciones en el teatro de cabaret donde reinaba el humor, la picardía, el sarcasmo y la sensualidad. Ella trabajó entre los años veinte y treinta cuando los cachorros del Partido Revolucionario de la Nación diseñaban un país pintoresco, clasista y con un Papá Gobierno a veces duro y a veces magnánimo.

La Montalván aparecía en escena con sus vestidos elegantes de diva sofisticada, como si fuera una Afrodita mexicana que escandalizaba a las familias decentes y de buenas costumbres, mientras los hombres del poder reían con sus alusiones picantes a Carranza, Zapata, Pancho Villa, Obregón… Estas irreverencias provocaban aplausos a raudales, la admiración plena a cómicos y a actrices bastante audaces como para desafiar a la tremenda censura oficial.

Era aquel México mitad ranchero y pueblerino y mitad moderno y progresista, cuando la explosión demográfica todavía no hacía añicos los sueños de prosperidad y bienestar para las mayorías silenciosas, cuando el Brindis del Bohemio era la máxima expresión del lirismo mexicano y nuestras abuelas se asemejaban a doña Sara García.

Actualmente el estilo mexicano de hacer política debe atender a una población de 128 millones de compatriotas de los cuales 63 millones viven en la pobreza y las clases medias luchan por no descender en la escala social.