/ miércoles 14 de julio de 2021

Tolerancia

EL MURO

El que tolera respeta, aunque nunca termine por estar convencido. Tolerar tiene la misma conjugación que el verbo soportar, tal vez porque significan casi lo mismo. Quien soporta, apoya, sostiene.

En la tolerancia viene implícito el respeto. Respetar quiere decir tener consideración a alguien una vez que hacemos el esfuerzo de voltear hacia atrás para de esa forma, conocer la historia del prójimo con quien no estamos de acuerdo.

Por lo tanto, a los amigos del alma no los toleramos porque vienen siendo una extensión de nosotros mismos. Tolerar no es sencillo dado que implica un esfuerzo primero de enfrentarnos contra nuestros demonios, nuestras creencias arraigadas, contra aquello aprendido desde la infancia o simplemente contra nuestra necedad.

La incomprensión llega cuando mentalmente imponemos al otro nuestra forma de pensar y bajo esa óptica nos resulta complicado aceptar cómo alguien puede pensar de otra manera, una desatinada, propia de ignorantes. Nos resulta incomprensible que existan torpes que primero pongan la leche en el plato, luego el cornflakes, cuando todo mundo sabe que debe ser al revés. Podemos armar una trifulca verbal por nimiedades como las quesadillas sin queso o las tostadas de ceviche con mayonesa, la cerveza con gomitas o la falta de resistencia física de los jóvenes integrantes de esta nueva generación, la de la cristal, pero esas son minucias a un lado de luchas con victorias pírricas, aquellas que involucran la vida interna de las personas.

La mayoría tiende a dictar lo que es normal, aunque no necesariamente sea lo mejor. En ese sentido hay quien se niega a darle validez a la existencia de cariño real entre dos personas del mismo sexo o quien considera que aquel que rompe con la aparente normalidad sexual es un pervertido. Tomarnos el tiempo de conocer la historia personal de cada caso sería extenuante e innecesario, porque tan solo con aceptar a las personas sería más que suficiente.

Sumirse en discusiones con cruces de argumentos débiles como apelar a la religión o a la ciencia, no abonan en mucho, tan solo hacen más grande el odio, la incomprensión. Debemos aceptar que es complicado incluir nuevas ópticas a nuestra forma de contemplar lo que nos rodea, sobre todo si ésta viene heredada generación tras generación.

Si alguien come una tostada de ceviche con mayonesa o le gusta Bad Bunny, es muy su vida. Lo mismo ocurre si alguien no se siente cómodo con el género con el que nació o si decide unirse en matrimonio o adoptar a un niño. El respeto es la clave, aunque nos cueste trabajo aceptarlo. Es eso o nuestra vida será un infierno lleno de constantes insatisfacciones.

vicmarcen09@gmail.com


EL MURO

El que tolera respeta, aunque nunca termine por estar convencido. Tolerar tiene la misma conjugación que el verbo soportar, tal vez porque significan casi lo mismo. Quien soporta, apoya, sostiene.

En la tolerancia viene implícito el respeto. Respetar quiere decir tener consideración a alguien una vez que hacemos el esfuerzo de voltear hacia atrás para de esa forma, conocer la historia del prójimo con quien no estamos de acuerdo.

Por lo tanto, a los amigos del alma no los toleramos porque vienen siendo una extensión de nosotros mismos. Tolerar no es sencillo dado que implica un esfuerzo primero de enfrentarnos contra nuestros demonios, nuestras creencias arraigadas, contra aquello aprendido desde la infancia o simplemente contra nuestra necedad.

La incomprensión llega cuando mentalmente imponemos al otro nuestra forma de pensar y bajo esa óptica nos resulta complicado aceptar cómo alguien puede pensar de otra manera, una desatinada, propia de ignorantes. Nos resulta incomprensible que existan torpes que primero pongan la leche en el plato, luego el cornflakes, cuando todo mundo sabe que debe ser al revés. Podemos armar una trifulca verbal por nimiedades como las quesadillas sin queso o las tostadas de ceviche con mayonesa, la cerveza con gomitas o la falta de resistencia física de los jóvenes integrantes de esta nueva generación, la de la cristal, pero esas son minucias a un lado de luchas con victorias pírricas, aquellas que involucran la vida interna de las personas.

La mayoría tiende a dictar lo que es normal, aunque no necesariamente sea lo mejor. En ese sentido hay quien se niega a darle validez a la existencia de cariño real entre dos personas del mismo sexo o quien considera que aquel que rompe con la aparente normalidad sexual es un pervertido. Tomarnos el tiempo de conocer la historia personal de cada caso sería extenuante e innecesario, porque tan solo con aceptar a las personas sería más que suficiente.

Sumirse en discusiones con cruces de argumentos débiles como apelar a la religión o a la ciencia, no abonan en mucho, tan solo hacen más grande el odio, la incomprensión. Debemos aceptar que es complicado incluir nuevas ópticas a nuestra forma de contemplar lo que nos rodea, sobre todo si ésta viene heredada generación tras generación.

Si alguien come una tostada de ceviche con mayonesa o le gusta Bad Bunny, es muy su vida. Lo mismo ocurre si alguien no se siente cómodo con el género con el que nació o si decide unirse en matrimonio o adoptar a un niño. El respeto es la clave, aunque nos cueste trabajo aceptarlo. Es eso o nuestra vida será un infierno lleno de constantes insatisfacciones.

vicmarcen09@gmail.com