/ miércoles 22 de enero de 2020

Tontos por los números

El Muro


En promedio, una persona debe siempre tener presente en su memoria al menos un Número de Identificación Personal (NIP) de su tarjeta de débito o la de crédito, una contraseña para ingresar a redes sociales, otra para desbloquear el teléfono o la computadora, algunos números de celular o teléfono fijo.

Un proveedor de servicios de cualquier artefacto con acceso a internet advierte que una contraseña será resistente a piratas cibernéticos siempre y cuando contenga una combinación de letras y números. Recordar todo eso es demasiado para una mente de funciones limitadas, sobre todo si tomamos en cuenta que sobrellevar todo lo anterior es una minúscula parte de las presiones innecesarias a las que sometemos a la mente.

En realidad las personas se las pueden arreglar, llevar una vida próspera, sin necesidad de un complejo sistema de numeración. Todas las señales apuntan a que contamos con un mecanismo innato para diferenciar entre una o muchas cosas, lo demuestran las investigaciones en niños, así como las hechas en tribus. La aritmética, que tanto prestigio brinda a quien la domina, tuvo un inicio sumamente práctico: Se usó para mejorar las transacciones comerciales. La geometría nació por la necesidad de facilitar la distribución de tierras.

Contar con el sistema árabe de numeración (guarismo y algoritmo, tienen la misma raíz, al-Jwārizmī, el apodo del Abdallah Muḥammad ibn Mūsā matemático del siglo VII) representa una ventaja porque realizar una simple resta utilizando números romanos es más complejo que usar números del 0 al 9.

Pero abusamos del uso de los números en aras de hacer más creíble o profesional un mensaje sin ser necesario. Todas las mañanas despertamos con la imagen de una muchacha guapa en el segmento del noticiario televisivo dedicado a la proyección del comportamiento climatológico, decir números y más números de lo que ocurrirá no solo en el día de la transmisión, sino a lo largo de una semana, cuando lo más sensato, útil y sencillo de entender sería platicar de forma tal que nos quedara claro, usando metáforas, porque lo único que nos interesa saber es qué tanto frío hará en el día para decidir si llevamos una chamarra o un abrigo.

Los climatólogos podrían hacer algo parecido a los ecologistas con acceso a tecnología, quienes cuentan con un sistema en el que cada nivel de contaminación integrado por un rango de puntos, está identificado con una gama de colores que va desde el verde, donde existe inocuidad, hasta el guinda, en el que la situación es crítica. Al final todo fuera como los ejemplos anteriores donde no existen consecuencias graves, salvo para la persona que no pudo entrar a su cuenta de Facebook o tuvo que llamar a casa para que le recordaran el NIP. El problema llega cuando nos topamos con cifras sobre asuntos que sí nos afectan, como tasa de homicidios o la proyección macroeconómica, que implican el entendimiento sobre estadística, probabilidad, sentido común y razonamiento…

El Muro


En promedio, una persona debe siempre tener presente en su memoria al menos un Número de Identificación Personal (NIP) de su tarjeta de débito o la de crédito, una contraseña para ingresar a redes sociales, otra para desbloquear el teléfono o la computadora, algunos números de celular o teléfono fijo.

Un proveedor de servicios de cualquier artefacto con acceso a internet advierte que una contraseña será resistente a piratas cibernéticos siempre y cuando contenga una combinación de letras y números. Recordar todo eso es demasiado para una mente de funciones limitadas, sobre todo si tomamos en cuenta que sobrellevar todo lo anterior es una minúscula parte de las presiones innecesarias a las que sometemos a la mente.

En realidad las personas se las pueden arreglar, llevar una vida próspera, sin necesidad de un complejo sistema de numeración. Todas las señales apuntan a que contamos con un mecanismo innato para diferenciar entre una o muchas cosas, lo demuestran las investigaciones en niños, así como las hechas en tribus. La aritmética, que tanto prestigio brinda a quien la domina, tuvo un inicio sumamente práctico: Se usó para mejorar las transacciones comerciales. La geometría nació por la necesidad de facilitar la distribución de tierras.

Contar con el sistema árabe de numeración (guarismo y algoritmo, tienen la misma raíz, al-Jwārizmī, el apodo del Abdallah Muḥammad ibn Mūsā matemático del siglo VII) representa una ventaja porque realizar una simple resta utilizando números romanos es más complejo que usar números del 0 al 9.

Pero abusamos del uso de los números en aras de hacer más creíble o profesional un mensaje sin ser necesario. Todas las mañanas despertamos con la imagen de una muchacha guapa en el segmento del noticiario televisivo dedicado a la proyección del comportamiento climatológico, decir números y más números de lo que ocurrirá no solo en el día de la transmisión, sino a lo largo de una semana, cuando lo más sensato, útil y sencillo de entender sería platicar de forma tal que nos quedara claro, usando metáforas, porque lo único que nos interesa saber es qué tanto frío hará en el día para decidir si llevamos una chamarra o un abrigo.

Los climatólogos podrían hacer algo parecido a los ecologistas con acceso a tecnología, quienes cuentan con un sistema en el que cada nivel de contaminación integrado por un rango de puntos, está identificado con una gama de colores que va desde el verde, donde existe inocuidad, hasta el guinda, en el que la situación es crítica. Al final todo fuera como los ejemplos anteriores donde no existen consecuencias graves, salvo para la persona que no pudo entrar a su cuenta de Facebook o tuvo que llamar a casa para que le recordaran el NIP. El problema llega cuando nos topamos con cifras sobre asuntos que sí nos afectan, como tasa de homicidios o la proyección macroeconómica, que implican el entendimiento sobre estadística, probabilidad, sentido común y razonamiento…