/ viernes 10 de agosto de 2018

Tutti frutti sabatini

Vientos


Quisiera en esta ocasión sabatina plantearles un problema de gran profundidad psiquiátrica, porque de ustedes lectores, siempre acomedidos, deberá emerger la conclusión perfecta que ni mi maestra de psicología elemental, doctora Eufrosina Dislababa Karakowsky (de un mestizaje inexplorado) hubiera tenido ocasión de dilucidar.

Se trata pues de algo muy difícil de aclarar… la diferencia entre las ratas y los ratos…. Ambos, como usted ya coligió, hacen pareja y ella, para justificar la determinación divina de “creced y multiplicaos”, pare cada vez que puede y su marido le atora, unos bellos ratitos y unas bellas ratitas… y aquí empieza el problema… las ratitas, por razón natural y no de sexo, siempre resultan malas… aunque algunas estén muy buenas… en cuanto a los ratitos, pues a veces resultan malos y a veces son buenos… malos cuando ellas les patean a los ratitos los símbolos de su masculinidad… y buenos cuando esas mismas criaturas del Señor les recetan caricias en los mismos símbolos… y aunque estas son distracciones aparentemente intrascendentes, pues resultan de mucha trascendencia y confusión, porque como hay profusión de ratitos y ratitas, en un momento dado nadie sabe en dónde se queda aquello de la fraternidad… pero lo cierto es que entre esta clase de mamíferos de cuatro patas, no hay signos de monstruosidades por cruzas de sangre igual… Y pior se la pongo: hay ejemplares de ratas ya crecidas que de pronto se confunden con los mamíferos de dos pinreles y pior pior, metidos en la política o de funcionarios públicos o privados… Y entonces, con la aparición del castigador mayor y su reino de amor y paz con la señora amnistía de pegoste, pues el asunto de tal manera me confunde, como a muchos el perdón de los pecados de una maestra que inexplicablemente resultó más inocente que la paloma de la paz… y si así van a estar los juicios finales, pues más nos vale seguir en el infierno… por cierto ¿cómo le ha ido del calorcito de hoy?... Sí, porque ya sé que el de ayer estuvo de la ingada (palabrita que alguien tendrá que aclarar porque no está en el Larousse que tengo)… y me largo a la botana… hoy, me relató el licenciado Álvaro Sáinz Calderón, será de pulpo a la madrileña… Quesque lo va a cocinar con todos los brebajes adjuntos y especias para el justo sabor, el hijo de Mocorito don Saúl Rosas, alumno distinguido del chef don Antonio Hernández Armenta que en eso de los mariscos y el chile a punto, está café… Y me largo porque la beberecua hoy es gratis, tome lo que tome… aunque un pajarito me dijo que sólo habrá caguas… eso sí, muy bien helodias… pues sella lo que sella, el asunto de las ratitas y los ratitos se queda para un episodio de más prosapia intelectual… vayan reflexionándolo para el doctorado que tendrán los nuevos funcionarios… y un abrazo sudoroso de un adoptivo del infierno que los abraza con amor y paz… y juilalá… arrivedercci.


Vientos


Quisiera en esta ocasión sabatina plantearles un problema de gran profundidad psiquiátrica, porque de ustedes lectores, siempre acomedidos, deberá emerger la conclusión perfecta que ni mi maestra de psicología elemental, doctora Eufrosina Dislababa Karakowsky (de un mestizaje inexplorado) hubiera tenido ocasión de dilucidar.

Se trata pues de algo muy difícil de aclarar… la diferencia entre las ratas y los ratos…. Ambos, como usted ya coligió, hacen pareja y ella, para justificar la determinación divina de “creced y multiplicaos”, pare cada vez que puede y su marido le atora, unos bellos ratitos y unas bellas ratitas… y aquí empieza el problema… las ratitas, por razón natural y no de sexo, siempre resultan malas… aunque algunas estén muy buenas… en cuanto a los ratitos, pues a veces resultan malos y a veces son buenos… malos cuando ellas les patean a los ratitos los símbolos de su masculinidad… y buenos cuando esas mismas criaturas del Señor les recetan caricias en los mismos símbolos… y aunque estas son distracciones aparentemente intrascendentes, pues resultan de mucha trascendencia y confusión, porque como hay profusión de ratitos y ratitas, en un momento dado nadie sabe en dónde se queda aquello de la fraternidad… pero lo cierto es que entre esta clase de mamíferos de cuatro patas, no hay signos de monstruosidades por cruzas de sangre igual… Y pior se la pongo: hay ejemplares de ratas ya crecidas que de pronto se confunden con los mamíferos de dos pinreles y pior pior, metidos en la política o de funcionarios públicos o privados… Y entonces, con la aparición del castigador mayor y su reino de amor y paz con la señora amnistía de pegoste, pues el asunto de tal manera me confunde, como a muchos el perdón de los pecados de una maestra que inexplicablemente resultó más inocente que la paloma de la paz… y si así van a estar los juicios finales, pues más nos vale seguir en el infierno… por cierto ¿cómo le ha ido del calorcito de hoy?... Sí, porque ya sé que el de ayer estuvo de la ingada (palabrita que alguien tendrá que aclarar porque no está en el Larousse que tengo)… y me largo a la botana… hoy, me relató el licenciado Álvaro Sáinz Calderón, será de pulpo a la madrileña… Quesque lo va a cocinar con todos los brebajes adjuntos y especias para el justo sabor, el hijo de Mocorito don Saúl Rosas, alumno distinguido del chef don Antonio Hernández Armenta que en eso de los mariscos y el chile a punto, está café… Y me largo porque la beberecua hoy es gratis, tome lo que tome… aunque un pajarito me dijo que sólo habrá caguas… eso sí, muy bien helodias… pues sella lo que sella, el asunto de las ratitas y los ratitos se queda para un episodio de más prosapia intelectual… vayan reflexionándolo para el doctorado que tendrán los nuevos funcionarios… y un abrazo sudoroso de un adoptivo del infierno que los abraza con amor y paz… y juilalá… arrivedercci.