/ viernes 2 de noviembre de 2018

Tutti frutti sabatini

Vientos


Cuando los años se te echan encima y no sabes qué hacer con ellos es tiempo del retiro total, de la ausencia, tiempo de entender aquel poema que decía: “ausencia quiere decir olvido, decir tinieblas, decir jamás…”, casi ponerse a las orillas del cansancio impulsor de eso que yo llamo burricidio…

Un bisnieto -bien plantado en sus 21 años- un día me preguntó: “Oye bisa, qué se siente llegar a tu edad ¿eh?”… Este escribidor acababa de cumplir noventa otoños… Y le contesté con la “sabia virtud de conocer el tiempo…”: “Pues mira bisni: es doloroso; es como ver pasar una mujer hermosa y vuelves con rapidez la cabeza para seguir mirando aquel rostro… pero ya pasó y te da la espalda… y entonces aparecen los dolores: Te duele el cuello, la columna… todo te duele”… Y el bisnieto, a esa edad, simplemente dijo “¡Ah!”… No me entendió… Y eso, debí decirle, es el aviso del adiós a las cosas buenas de la vida… perder los ojos (la vista) y lo otro… Es la innegable presencia de la vejez… es la presencia de la vejentud… pasemos ahora a los espacios de los muertos de mentiritas, esos que son víctimas de las “calaveras” del 2 de noviembre… Permítanme presentarles una autocalavera: “La muerte viene bailando/ una muy movida rumba,/ y en una -ya abierta- tumba,/ clavó sus ojos mirando/ si ya estaba bien profunda./ Entonces me recordó/ que ahí me estaba esperando/ y yo la andaba esquivando/ pero que no fuera güey/ y que a su tiempo y cantando/ ella me estaría esperando/ como lo marca su ley/ a las puertas del panteón/ y que ya no escaparía/ de un guadañazo sesgón/ que partiría mi cabeza/ parando mi corazón”… Esta calaca indeja no tiene idea de con quien se mete, díjeme para mis adentros y así la respondí: “Para cantar yo también/ sé versear y rimo bien,/ y tú me vas a pelar/ los dientes, muerte maldita/ pues el Cielo no me quiere,/ el Diablo me necesita/ y para calores sobra/ Mexicali; así que no andes/ tras de mis carnes huesuda,/ pues te puedo asegurar/ que yo te habré de enterrar/ aunque sea suda que suda/ no lo que piensas malvada…”. Y de pronto desapareció y me dejó perplejo…no endejo que es mi natural… Así que luego me fui a platicarles a mis “chicos banda” del encuentro fabuloso… Nadie lo creyó… mejor… y aquí estoy listo para el salmón en salsa de arándanos con chiles de árbol y panecillos con cuernitos y el vinillo blanco del Valle de Guadalupe que hace mi viejo amigo (éramos, no sé si todavía), Luis A. Cetto, que entonces era como un ejote y hoy es como un tamalón rubio… De todas maneras le envío un abrazo y otro para Saúl Rosas de quien perdí la huella… Y juilalá… Arrivedercci.


Vientos


Cuando los años se te echan encima y no sabes qué hacer con ellos es tiempo del retiro total, de la ausencia, tiempo de entender aquel poema que decía: “ausencia quiere decir olvido, decir tinieblas, decir jamás…”, casi ponerse a las orillas del cansancio impulsor de eso que yo llamo burricidio…

Un bisnieto -bien plantado en sus 21 años- un día me preguntó: “Oye bisa, qué se siente llegar a tu edad ¿eh?”… Este escribidor acababa de cumplir noventa otoños… Y le contesté con la “sabia virtud de conocer el tiempo…”: “Pues mira bisni: es doloroso; es como ver pasar una mujer hermosa y vuelves con rapidez la cabeza para seguir mirando aquel rostro… pero ya pasó y te da la espalda… y entonces aparecen los dolores: Te duele el cuello, la columna… todo te duele”… Y el bisnieto, a esa edad, simplemente dijo “¡Ah!”… No me entendió… Y eso, debí decirle, es el aviso del adiós a las cosas buenas de la vida… perder los ojos (la vista) y lo otro… Es la innegable presencia de la vejez… es la presencia de la vejentud… pasemos ahora a los espacios de los muertos de mentiritas, esos que son víctimas de las “calaveras” del 2 de noviembre… Permítanme presentarles una autocalavera: “La muerte viene bailando/ una muy movida rumba,/ y en una -ya abierta- tumba,/ clavó sus ojos mirando/ si ya estaba bien profunda./ Entonces me recordó/ que ahí me estaba esperando/ y yo la andaba esquivando/ pero que no fuera güey/ y que a su tiempo y cantando/ ella me estaría esperando/ como lo marca su ley/ a las puertas del panteón/ y que ya no escaparía/ de un guadañazo sesgón/ que partiría mi cabeza/ parando mi corazón”… Esta calaca indeja no tiene idea de con quien se mete, díjeme para mis adentros y así la respondí: “Para cantar yo también/ sé versear y rimo bien,/ y tú me vas a pelar/ los dientes, muerte maldita/ pues el Cielo no me quiere,/ el Diablo me necesita/ y para calores sobra/ Mexicali; así que no andes/ tras de mis carnes huesuda,/ pues te puedo asegurar/ que yo te habré de enterrar/ aunque sea suda que suda/ no lo que piensas malvada…”. Y de pronto desapareció y me dejó perplejo…no endejo que es mi natural… Así que luego me fui a platicarles a mis “chicos banda” del encuentro fabuloso… Nadie lo creyó… mejor… y aquí estoy listo para el salmón en salsa de arándanos con chiles de árbol y panecillos con cuernitos y el vinillo blanco del Valle de Guadalupe que hace mi viejo amigo (éramos, no sé si todavía), Luis A. Cetto, que entonces era como un ejote y hoy es como un tamalón rubio… De todas maneras le envío un abrazo y otro para Saúl Rosas de quien perdí la huella… Y juilalá… Arrivedercci.