/ viernes 15 de febrero de 2019

Tutti frutti sabatini

Vientos


Señor licenciado Alfredo Pérez de Alva Blanco: esta misiva es tardía; debió llegarte de inmediato luego de que me enteré de tu sorpresivo viaje… cosas de los ajustes internos que sólo me dejan el sábado para publicitar mis furias o mis dolores cotidianos.

No voy a transigir con debilidades sentimentales… seguro no te agradarían en este trance, por más que tú fuiste un gran sentimental que espero trascienda a tu hijo Alejandro con el que iniciabas la tarea del filósofo árabe de “tener un hijo, escribir un libro y sembrar un árbol”… tres tareas, por cierto, superiores a las del fortachón Hércules que de niño le decían su angustioso y pelafustanero diminutivo que no puedo escribir aquí sin causarle deterioro a los pudorosos ojos de las damas pudorosas… cosas idiomáticas… Pero volvamos a las golondrinas, tan realistas que jamás “regresan sus nidos a colgar” en el mismo alero… y tal vez nunca regresan, para contestarle al poeta… pero te voy a extrañar mucho… me decías maestro… ¿De qué Alfredo?... mis luces apenas alumbran los espacios que ando y por cierto ahora muy mal cuando apenas distingo la faz de mis amigos aun cuando los tengo cerca de ma… y claro, me guían sus voces… Solamente te traté de llevar por los caminos que tu padre señaló a todos sus hijos… para que nunca torcieras el camino que Alejandro seguiría de estar tú a su lado… esa es la gran pérdida… y conservo un artículo que un día escribí y te agradó al grado de mandarlo grabar, enmarcar y obsequiármelo… Es mi mejor presea… y con un testigo de gran valor: tu hermano Mario, mi otro hermano en tu gran familia que he admirado siempre... Los tiempos son serios, angustiosos, pringados aquí y allá de violencias varias y una corrupción que dudo pueda hacer desaparecer López Obrador… el amor social no existe… los estudiosos de la Sociología lo saben bien… y entre esta marea indomable, bajo las olas monstruosas del tsunami social que padecemos, tu viaje tiene el sentido de un premio por tu afecto derramado en favor de la gente campirana a la que te entregaste sin más satisfacción que servir a la sociedad que con el tiempo irá borrándote de su mente… como pasará conmigo… con todos, cuya inmortalidad es de aniversario y nada más… pero mientras tu familia y tus amigos de verdad te llevemos en la mente, serás inmortalidad que al fin y al cabo de nada sirve… Así que ve a tu corto o largo viaje novedoso a donde sea que sea… y déjame reiterarte, Alfredo Pérez de Alva Blanco, este afecto siempre sincero por si alguna vez dudaste de ello… llévate mi abrazo fraternal y que en la otra dimensión, si existe, encuentres la felicidad… y a tu salud, hoy habrá botana de lujo: langostas thermidor y mucho chínguere para el trasiego… ¡Salud hermano querido y feliz viaje!... y claro, como siempre: arrivedercci.


Vientos


Señor licenciado Alfredo Pérez de Alva Blanco: esta misiva es tardía; debió llegarte de inmediato luego de que me enteré de tu sorpresivo viaje… cosas de los ajustes internos que sólo me dejan el sábado para publicitar mis furias o mis dolores cotidianos.

No voy a transigir con debilidades sentimentales… seguro no te agradarían en este trance, por más que tú fuiste un gran sentimental que espero trascienda a tu hijo Alejandro con el que iniciabas la tarea del filósofo árabe de “tener un hijo, escribir un libro y sembrar un árbol”… tres tareas, por cierto, superiores a las del fortachón Hércules que de niño le decían su angustioso y pelafustanero diminutivo que no puedo escribir aquí sin causarle deterioro a los pudorosos ojos de las damas pudorosas… cosas idiomáticas… Pero volvamos a las golondrinas, tan realistas que jamás “regresan sus nidos a colgar” en el mismo alero… y tal vez nunca regresan, para contestarle al poeta… pero te voy a extrañar mucho… me decías maestro… ¿De qué Alfredo?... mis luces apenas alumbran los espacios que ando y por cierto ahora muy mal cuando apenas distingo la faz de mis amigos aun cuando los tengo cerca de ma… y claro, me guían sus voces… Solamente te traté de llevar por los caminos que tu padre señaló a todos sus hijos… para que nunca torcieras el camino que Alejandro seguiría de estar tú a su lado… esa es la gran pérdida… y conservo un artículo que un día escribí y te agradó al grado de mandarlo grabar, enmarcar y obsequiármelo… Es mi mejor presea… y con un testigo de gran valor: tu hermano Mario, mi otro hermano en tu gran familia que he admirado siempre... Los tiempos son serios, angustiosos, pringados aquí y allá de violencias varias y una corrupción que dudo pueda hacer desaparecer López Obrador… el amor social no existe… los estudiosos de la Sociología lo saben bien… y entre esta marea indomable, bajo las olas monstruosas del tsunami social que padecemos, tu viaje tiene el sentido de un premio por tu afecto derramado en favor de la gente campirana a la que te entregaste sin más satisfacción que servir a la sociedad que con el tiempo irá borrándote de su mente… como pasará conmigo… con todos, cuya inmortalidad es de aniversario y nada más… pero mientras tu familia y tus amigos de verdad te llevemos en la mente, serás inmortalidad que al fin y al cabo de nada sirve… Así que ve a tu corto o largo viaje novedoso a donde sea que sea… y déjame reiterarte, Alfredo Pérez de Alva Blanco, este afecto siempre sincero por si alguna vez dudaste de ello… llévate mi abrazo fraternal y que en la otra dimensión, si existe, encuentres la felicidad… y a tu salud, hoy habrá botana de lujo: langostas thermidor y mucho chínguere para el trasiego… ¡Salud hermano querido y feliz viaje!... y claro, como siempre: arrivedercci.