/ sábado 3 de agosto de 2019

Tutti frutti sabatini

VIENTOS

Una columnista de “enfrente” inicia su texto (“Daños a terceros”) con una frase que atribuye a una correcta –sin duda- afirmación de su educación materna: “Si lo puedes demostrar, dilo; si no, calla”. Preciosa y concisa expresión educativa… pero no anidó, en la práctica, en una disposición manifiesta, en la hija.

Me refiero al supuesto soborno recibido por un diputado con nombre en la columna –gracias- que no ha informado de dónde vino el ofrecimiento de un (1) millón de dólares (casi veinte millones de pesos mexicanos) y luego de ello votó por la extensión a 5 años de la duración gubernamental única para empatar con las elecciones presidenciales y que es el meollo del asunto que trae de aquí para allá a los críticos que de ordinario, no encontraban temas para llenar sus espacios de dudosa intención.

Dice la esmerada columnista que este relajo (el calificativo es mío) ha causado “la peor de las crisis por las que haya atravesado México”. Pero no, no es para tanto, aunque el problema fundamental es explicarnos a los ignorantes en jurisprudencia si tiene o no valor lo asentado en el artículo 39 constitucional que dice que el pueblo es soberano y tiene en cualquier momento el poder de cambiar, incluso, el sistema de gobierno. Y claro, en una democracia representativa como la nuestra, en donde los diputados (ellas y ellos) son esa representación y por lo tanto, digo yo sin razón aparente, los que deciden por nosotros, aunque jamás nos pregunten algo al respecto.

Renglón aparte, Benjamín Gómez, supuesto sufriente del intento de soborno, si no explica quién fue el “ofrecedor”, entonces es cómplice de un delito punible. Al respecto la columnista en el aparador se fue hasta la cocina: “Es un tema que refleja la bajeza de mucha de la clase política bajacaliforniana… (y concreta en directo): “mezquina (¿no pasa moche?), frágil (¿maleable?), vulnerable (claro, son el blanco), pero sobre todo impune”.

Esto último me causó hilaridad, pues habría que ahondar y bien en tal concepto. La impunidad cuando un delito se realiza y no se castiga, se inserta en un campo punible que se soslaya, como acusar a alguien de algo y soslayarse ya sea por una autoridad competente o por los mismos afectados. Por ejemplo, si yo acuso a alguien de un crimen y se me demanda, no hay impunidad en principio… después, quién sabe. O hay impunidad cuando acuso a un político de supuesto delito como el de soborno consentido y la autoridad se hace como si la virgen le hablara.

En fin, hay mucha tela de donde cortar. Pero eso de lanzarse al mundo insultando a diestra y siniestra, sin “poderlo demostrar”, huele mucho a impunidad periodística, en este caso.

Y no he escrito el nombre de la autora por caballerosidad… y porque este tema es un consejo y no provocación para un conflicto en esta tarea en la que llevo tantos años que hasta me da flojera contarlos. Otra columnista de ahí mismo también cae en el mismo “pecado”. Ya nos encargaremos de llevarlo a este espacio.

Y ya no hay botana, así que es oportuno despedirnos como siempre: arrivedercci.

VIENTOS

Una columnista de “enfrente” inicia su texto (“Daños a terceros”) con una frase que atribuye a una correcta –sin duda- afirmación de su educación materna: “Si lo puedes demostrar, dilo; si no, calla”. Preciosa y concisa expresión educativa… pero no anidó, en la práctica, en una disposición manifiesta, en la hija.

Me refiero al supuesto soborno recibido por un diputado con nombre en la columna –gracias- que no ha informado de dónde vino el ofrecimiento de un (1) millón de dólares (casi veinte millones de pesos mexicanos) y luego de ello votó por la extensión a 5 años de la duración gubernamental única para empatar con las elecciones presidenciales y que es el meollo del asunto que trae de aquí para allá a los críticos que de ordinario, no encontraban temas para llenar sus espacios de dudosa intención.

Dice la esmerada columnista que este relajo (el calificativo es mío) ha causado “la peor de las crisis por las que haya atravesado México”. Pero no, no es para tanto, aunque el problema fundamental es explicarnos a los ignorantes en jurisprudencia si tiene o no valor lo asentado en el artículo 39 constitucional que dice que el pueblo es soberano y tiene en cualquier momento el poder de cambiar, incluso, el sistema de gobierno. Y claro, en una democracia representativa como la nuestra, en donde los diputados (ellas y ellos) son esa representación y por lo tanto, digo yo sin razón aparente, los que deciden por nosotros, aunque jamás nos pregunten algo al respecto.

Renglón aparte, Benjamín Gómez, supuesto sufriente del intento de soborno, si no explica quién fue el “ofrecedor”, entonces es cómplice de un delito punible. Al respecto la columnista en el aparador se fue hasta la cocina: “Es un tema que refleja la bajeza de mucha de la clase política bajacaliforniana… (y concreta en directo): “mezquina (¿no pasa moche?), frágil (¿maleable?), vulnerable (claro, son el blanco), pero sobre todo impune”.

Esto último me causó hilaridad, pues habría que ahondar y bien en tal concepto. La impunidad cuando un delito se realiza y no se castiga, se inserta en un campo punible que se soslaya, como acusar a alguien de algo y soslayarse ya sea por una autoridad competente o por los mismos afectados. Por ejemplo, si yo acuso a alguien de un crimen y se me demanda, no hay impunidad en principio… después, quién sabe. O hay impunidad cuando acuso a un político de supuesto delito como el de soborno consentido y la autoridad se hace como si la virgen le hablara.

En fin, hay mucha tela de donde cortar. Pero eso de lanzarse al mundo insultando a diestra y siniestra, sin “poderlo demostrar”, huele mucho a impunidad periodística, en este caso.

Y no he escrito el nombre de la autora por caballerosidad… y porque este tema es un consejo y no provocación para un conflicto en esta tarea en la que llevo tantos años que hasta me da flojera contarlos. Otra columnista de ahí mismo también cae en el mismo “pecado”. Ya nos encargaremos de llevarlo a este espacio.

Y ya no hay botana, así que es oportuno despedirnos como siempre: arrivedercci.