/ sábado 7 de septiembre de 2019

Tutti frutti sabatini

Vientos


Mijail Gorbachev, ascendiendo al estrellato político mundial con su “perestroika”, fue soslayado por la historia moderna.

En esta historia el actor principal sin hurtadillas tomó espacio: Un capitalismo rabioso y nervioso impactado por un proceso que ponía en evidencia que el socialismo, correctamente bien entendido, es la mejor exhibición de la democracia, sin llegar, claro, a una perfección que solo tiene lugar en la teoría como paradigma de justicia.

Por otra parte, los fanáticos istas del socialismo staliniano y -aunque usted no lo crea- del errático período de Breshnev, ignorantes los más, protegidos a placer los menos, se oponían, sin lograrlo a una “perestroika” que Gorbachov iniciaba con “glasnot”, imaginando que el movimiento reformador acusaba grave inclinación favorable a sus tradicionales enemigos ya apresados en un neoliberalismo que en su extrema acción destroza el concepto a la democracia, excepto para los adoradores del “becerro de oro” que miran en la multiplicación de sus riquezas el maximum de la felicidad, como Mr. Trump.

“Perestroika” es una palabra rusa que tiene varias acepciones tales como renovación, reestructuración, ruptura, revolución… Y Gorbachev prefirió esta última: Una revolución, pero con “glasnot” -otra palabra rusa que significa suave, sedosa-, es decir, una revolución sin violencia.

La explicación anterior viene a cuento, porque me hace sospechar que o nuestro presidente López Obrador leyó a Breshnev o es una grata coincidencia, que claro, ya puso en jarras al empresariado nacional y a la multitud de seguidores que sin asomarse a los espacios de los seguidores de “Morena”, constituyen un valladar cuyo final es inédito.

La teoría de Gorbachev es el resultado de una revisión de los éxitos del socialismo ruso y sus fracasos y corregir lo necesario para llegar a concretar el espíritu fundamental de la Revolución de 1917 que defenestró al zarismo esclavista y adecuarlo a los términos de la modernidad de una sociedad triunfante en la II Guerra Mundial, que conservaba viejos vicios del poder en manos de camarillas poderosas.

Lo que hoy es Rusia, es claro que no es el sueño “perestroiko” de Mijail Gorbachev. En su propio seno surgió un capitalismo creciente que permite a Occidente imaginarse en “un lecho de rosas”, sin que se detengan a estudiar su propio ambiente y los fenómenos internos que dan poder financiero a pocos en detrimento de los muchos.

Ahora la prueba es para nuestro Presidente que ya tiene el poder absoluto para renovar, reformar, retornar a los principios fundamentales de la Revolución Mexicana de 1910 que los victoriosos revolucionarios dejaron en los senderos del espíritu personal, individual, de cada uno que para dominar crearon un partido político que modificándose en su nombre y en el tiempo, terminaron por hacer del mismo una antidemocracia a la que López Obrador refiere, sin palabras, en cada uno de sus actos.

Ruego al lector que no lea esto como si fuera un pensamiento unidimensional del autor de la columna. Lea la historia, las historias y convénzase que el camino está diseñado así y cuyos resultados son todavía inéditos.

Y como siempre y sin viajes antrosos, arrivedercci.

Vientos


Mijail Gorbachev, ascendiendo al estrellato político mundial con su “perestroika”, fue soslayado por la historia moderna.

En esta historia el actor principal sin hurtadillas tomó espacio: Un capitalismo rabioso y nervioso impactado por un proceso que ponía en evidencia que el socialismo, correctamente bien entendido, es la mejor exhibición de la democracia, sin llegar, claro, a una perfección que solo tiene lugar en la teoría como paradigma de justicia.

Por otra parte, los fanáticos istas del socialismo staliniano y -aunque usted no lo crea- del errático período de Breshnev, ignorantes los más, protegidos a placer los menos, se oponían, sin lograrlo a una “perestroika” que Gorbachov iniciaba con “glasnot”, imaginando que el movimiento reformador acusaba grave inclinación favorable a sus tradicionales enemigos ya apresados en un neoliberalismo que en su extrema acción destroza el concepto a la democracia, excepto para los adoradores del “becerro de oro” que miran en la multiplicación de sus riquezas el maximum de la felicidad, como Mr. Trump.

“Perestroika” es una palabra rusa que tiene varias acepciones tales como renovación, reestructuración, ruptura, revolución… Y Gorbachev prefirió esta última: Una revolución, pero con “glasnot” -otra palabra rusa que significa suave, sedosa-, es decir, una revolución sin violencia.

La explicación anterior viene a cuento, porque me hace sospechar que o nuestro presidente López Obrador leyó a Breshnev o es una grata coincidencia, que claro, ya puso en jarras al empresariado nacional y a la multitud de seguidores que sin asomarse a los espacios de los seguidores de “Morena”, constituyen un valladar cuyo final es inédito.

La teoría de Gorbachev es el resultado de una revisión de los éxitos del socialismo ruso y sus fracasos y corregir lo necesario para llegar a concretar el espíritu fundamental de la Revolución de 1917 que defenestró al zarismo esclavista y adecuarlo a los términos de la modernidad de una sociedad triunfante en la II Guerra Mundial, que conservaba viejos vicios del poder en manos de camarillas poderosas.

Lo que hoy es Rusia, es claro que no es el sueño “perestroiko” de Mijail Gorbachev. En su propio seno surgió un capitalismo creciente que permite a Occidente imaginarse en “un lecho de rosas”, sin que se detengan a estudiar su propio ambiente y los fenómenos internos que dan poder financiero a pocos en detrimento de los muchos.

Ahora la prueba es para nuestro Presidente que ya tiene el poder absoluto para renovar, reformar, retornar a los principios fundamentales de la Revolución Mexicana de 1910 que los victoriosos revolucionarios dejaron en los senderos del espíritu personal, individual, de cada uno que para dominar crearon un partido político que modificándose en su nombre y en el tiempo, terminaron por hacer del mismo una antidemocracia a la que López Obrador refiere, sin palabras, en cada uno de sus actos.

Ruego al lector que no lea esto como si fuera un pensamiento unidimensional del autor de la columna. Lea la historia, las historias y convénzase que el camino está diseñado así y cuyos resultados son todavía inéditos.

Y como siempre y sin viajes antrosos, arrivedercci.