/ sábado 23 de noviembre de 2019

Tutti frutti sabatini

Vientos


Tengo un libro muy viejo… de hecho, toda mi modesta biblioteca huele ya a muy viejo; parte, porque algunos son herencia del hogar paterno, antigüedades pues, que, claro, alguna vez fueron novedades y porque otros, los que adquirí con mi peculio o me obsequiaron buenos amigos, en su momento fueron nuevos. Finalmente, porque no pocos adquirí en librerías de viejo. Los que alguna vez fueron nuevos ya empiezan su proceso de resplandores con sus hilos de plata…

Largo el introito, pero es con el objeto de acentuar uno en especial: “Libro de Oro de la Vida”, cuyo contenido son pensamientos, sentencias, máximas y proverbios. Se trata, vale decir, de una selección de su autor L.C. Viada y Lluch metido a “pescador” de filósofos y escritores de fama internacional.

Viada es -era, pero sigue siendo- Individuo de Número de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona y correspondiente de la Real Academia Gallega. La edición que se anuncia como “nueva edición ilustrada”, data de 1923 (casi cien años) se debe a MONTANER Y SIMON, EDITORES de Barcelona y con portada de piel grabada.

Voy a transcribir, para su feliz encuentro o escondida morbosidad, algunos pensamientos o máximas (las que quepan) que sean atinados disparos al mero centro del blanco, que de cierto es negro. Salen pues e inicio con Pi y Margall que pensaba que “las convicciones políticas son como la virginidad: una vez perdida no vuelve a recobrarse”. Tal vez hubiera sido buena idea agregarle el siguiente colofón: “Si alguna vez las tuvieron”.

Existe una teoría envuelta en el ropaje de un largo pensamiento y que desde hace años -70 cuando menos- me acompaña como un farol en calle oscura que mi padre, don Jaime S. Pardo y Pacheco me dejó tatuada en mi espíritu y pertenece a una disertación mayor de don Emilio Castelar, político, escritor y filósofo español. Dice, con referencia a la política: “Por consiguiente, entran tantos factores en sus problemas y resultan estar así tan complicados, que pecaría de insensato el hombre que se empeñara en resolverlos por sí solo y con sus solas fuerzas, porque, obra eminentemente social, corresponde a las sociedades humanas. Así pues, para una grande obra política debe contarse, cuando menos, con una generación, cuando no con dos o tres, que la continúen o por lo menos la desarrollarían y sacarían y aplicarían sus últimas consecuencias”.

Viendo los problemas tan complicados que hoy se procesan en y dentro de una sociedad convulsa que se me antoja como el enfrentamiento de tres revoluciones (la 4T contra la 3T y la narcorevolución), sería prudente que nuestro presidente López Obrador se detuviera un momento a pensar lo anteriormente asentado de Castelar y enterarse que ni un dictador puede resolver tales problemas de violencia y engrandecer al país con modales rococó y perdones al salvajismo.

Convengo en su desesperación –si dice que no la tiene, miente- porque el poder económico de su entorno no conviene destruirse por fundamental del progreso, y que acordando es de inteligentes, debe aceptar –lo que no es denigrante- que las libertades incluyen las de expresión que tano le molestan y que puede desviar a superiores caminos aceptando lo que llama críticas “fifís”, como respuesta a sus retos cotidianos y sus referencias también críticas a los de “atrás” con los que, quiera o no, tiene que convivir cívicamente aun cuando meta razonablemente en lo jurídico a todos esos vivales gandallas del dinero del pueblo.

Lamento que no me lea, pues creo que razonablemente una modesta aportación con sensibilidad social sumada a la suya, de algo le podría servir.

Vientos


Tengo un libro muy viejo… de hecho, toda mi modesta biblioteca huele ya a muy viejo; parte, porque algunos son herencia del hogar paterno, antigüedades pues, que, claro, alguna vez fueron novedades y porque otros, los que adquirí con mi peculio o me obsequiaron buenos amigos, en su momento fueron nuevos. Finalmente, porque no pocos adquirí en librerías de viejo. Los que alguna vez fueron nuevos ya empiezan su proceso de resplandores con sus hilos de plata…

Largo el introito, pero es con el objeto de acentuar uno en especial: “Libro de Oro de la Vida”, cuyo contenido son pensamientos, sentencias, máximas y proverbios. Se trata, vale decir, de una selección de su autor L.C. Viada y Lluch metido a “pescador” de filósofos y escritores de fama internacional.

Viada es -era, pero sigue siendo- Individuo de Número de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona y correspondiente de la Real Academia Gallega. La edición que se anuncia como “nueva edición ilustrada”, data de 1923 (casi cien años) se debe a MONTANER Y SIMON, EDITORES de Barcelona y con portada de piel grabada.

Voy a transcribir, para su feliz encuentro o escondida morbosidad, algunos pensamientos o máximas (las que quepan) que sean atinados disparos al mero centro del blanco, que de cierto es negro. Salen pues e inicio con Pi y Margall que pensaba que “las convicciones políticas son como la virginidad: una vez perdida no vuelve a recobrarse”. Tal vez hubiera sido buena idea agregarle el siguiente colofón: “Si alguna vez las tuvieron”.

Existe una teoría envuelta en el ropaje de un largo pensamiento y que desde hace años -70 cuando menos- me acompaña como un farol en calle oscura que mi padre, don Jaime S. Pardo y Pacheco me dejó tatuada en mi espíritu y pertenece a una disertación mayor de don Emilio Castelar, político, escritor y filósofo español. Dice, con referencia a la política: “Por consiguiente, entran tantos factores en sus problemas y resultan estar así tan complicados, que pecaría de insensato el hombre que se empeñara en resolverlos por sí solo y con sus solas fuerzas, porque, obra eminentemente social, corresponde a las sociedades humanas. Así pues, para una grande obra política debe contarse, cuando menos, con una generación, cuando no con dos o tres, que la continúen o por lo menos la desarrollarían y sacarían y aplicarían sus últimas consecuencias”.

Viendo los problemas tan complicados que hoy se procesan en y dentro de una sociedad convulsa que se me antoja como el enfrentamiento de tres revoluciones (la 4T contra la 3T y la narcorevolución), sería prudente que nuestro presidente López Obrador se detuviera un momento a pensar lo anteriormente asentado de Castelar y enterarse que ni un dictador puede resolver tales problemas de violencia y engrandecer al país con modales rococó y perdones al salvajismo.

Convengo en su desesperación –si dice que no la tiene, miente- porque el poder económico de su entorno no conviene destruirse por fundamental del progreso, y que acordando es de inteligentes, debe aceptar –lo que no es denigrante- que las libertades incluyen las de expresión que tano le molestan y que puede desviar a superiores caminos aceptando lo que llama críticas “fifís”, como respuesta a sus retos cotidianos y sus referencias también críticas a los de “atrás” con los que, quiera o no, tiene que convivir cívicamente aun cuando meta razonablemente en lo jurídico a todos esos vivales gandallas del dinero del pueblo.

Lamento que no me lea, pues creo que razonablemente una modesta aportación con sensibilidad social sumada a la suya, de algo le podría servir.