/ sábado 4 de enero de 2020

Tutti frutti sabatini

Vientos


El fenómeno político es uno que se inscribe desde la prehistoria y es desde entonces que se vienen apareciendo los tres factores fundamentales del mismo y en este orden: el individuo, la colectividad y el Estado. Factores inseparables de cualquier análisis político, incluso con referencia al novísimo año de 2020.

No irrumpen en el complejo desarrollo social de las diversas colectividades en forma simultánea: el hombre aparece primero como actor fundamental, como el ser humano que en su primitivismo descansa en la fuerza bruta, la fortaleza física singular para defenderse de todo aquello que lo amenaza, lo que da lugar a la organización familiar y más tarde , por ese camino, a pequeños grupos tribales que cientos de años o miles después originan los colectivos que ya podemos precisar dentro de la historia, aun cuando algunos se hayan perdido en el tiempo impreciso de nuestras especulaciones que pretenden escudarse en la lógica, cuyas premisas no necesariamente son precisas por la falta de apoyos sólidos.

Con este manejo de frases y oraciones hubimos de pasar poco a poco por la época del feudalismo que se inscribe antes de la llamada Edad Media y en donde encontramos el poder concentrado dentro del campo ya económico-político, en un pequeño grupo de “grandes señores” y sus “señoríos” en los que asumen poderes absolutos que al final de cuentas terminarán en monarquías poderosas que se dicen investidas de poderes divinos, con lo que se inicia una dramática transformación social en donde ante Dios se rinden pueblos y se alzan los poderes que más tarde sufrirán otra transformación cuando aparezcan diversas manifestaciones de estructuras políticas tras la que se encumbran las tesis democráticas y surgen algunas singulares asociaciones como la sueca socialista que se aparta en lo político de su estructura socialista y se alinea en lo que llaman Democracia Monárquica y funcionan en forma superior, sin que existan otras naciones imitantes.

Se ha manejado que la Revolución Francesa produjo un cambio total en el desarrollo de las complejas estructuras políticas en Europa y América primero, y luego en África, dejando al Medio Oriente y al Asia en espacios que aún siguen una transformación singular como China y Rusia. Y mientras esto se sucede con pasividad y a veces con serios desencuentros brutales, nosotros, los mexicanos, que surgimos en la modernidad con nuestra propia revolución social en forma tardía, ni la hemos podido hacer valer en sus principios fundamentales, y en cambio ya procedemos, alegremente, en cambiarla para un modo distinto, ecléctico, de mirar el futuro sin volver los ojos en forma radical al pasado inmediato que debiera merecernos un análisis profundo y no un corte del cordón umbilical con nuestro nacimiento propiciado en 1910 y antes con los Hermanos Flores Magón, pero claro, sin dejar de aplicar los castigos que una justicia correcta propiciara contra los traidores a la nación mexicana, al pueblo confundido hoy con acciones perturbadoras que lesionan a la sociedad a la que se pretende salvar.

2020 debiera ser un espacio de corrección de caminos. El presidente López Obrador, sigo creyendo, trae una idea positiva de gobierno que tenemos que adivinar, pero está cometiendo un error confiando en que los mexicanos, dócilmente, cambiarán. El mal está en nuestra falta de educación y el desarrollo de nuestra indisciplina cuando los factores de ordenamiento están ausentes. Pero en fin… la historia universal se ha escrito con errores, así que una raya más en la piel del tigre no se notará… ¿o sí?

Vientos


El fenómeno político es uno que se inscribe desde la prehistoria y es desde entonces que se vienen apareciendo los tres factores fundamentales del mismo y en este orden: el individuo, la colectividad y el Estado. Factores inseparables de cualquier análisis político, incluso con referencia al novísimo año de 2020.

No irrumpen en el complejo desarrollo social de las diversas colectividades en forma simultánea: el hombre aparece primero como actor fundamental, como el ser humano que en su primitivismo descansa en la fuerza bruta, la fortaleza física singular para defenderse de todo aquello que lo amenaza, lo que da lugar a la organización familiar y más tarde , por ese camino, a pequeños grupos tribales que cientos de años o miles después originan los colectivos que ya podemos precisar dentro de la historia, aun cuando algunos se hayan perdido en el tiempo impreciso de nuestras especulaciones que pretenden escudarse en la lógica, cuyas premisas no necesariamente son precisas por la falta de apoyos sólidos.

Con este manejo de frases y oraciones hubimos de pasar poco a poco por la época del feudalismo que se inscribe antes de la llamada Edad Media y en donde encontramos el poder concentrado dentro del campo ya económico-político, en un pequeño grupo de “grandes señores” y sus “señoríos” en los que asumen poderes absolutos que al final de cuentas terminarán en monarquías poderosas que se dicen investidas de poderes divinos, con lo que se inicia una dramática transformación social en donde ante Dios se rinden pueblos y se alzan los poderes que más tarde sufrirán otra transformación cuando aparezcan diversas manifestaciones de estructuras políticas tras la que se encumbran las tesis democráticas y surgen algunas singulares asociaciones como la sueca socialista que se aparta en lo político de su estructura socialista y se alinea en lo que llaman Democracia Monárquica y funcionan en forma superior, sin que existan otras naciones imitantes.

Se ha manejado que la Revolución Francesa produjo un cambio total en el desarrollo de las complejas estructuras políticas en Europa y América primero, y luego en África, dejando al Medio Oriente y al Asia en espacios que aún siguen una transformación singular como China y Rusia. Y mientras esto se sucede con pasividad y a veces con serios desencuentros brutales, nosotros, los mexicanos, que surgimos en la modernidad con nuestra propia revolución social en forma tardía, ni la hemos podido hacer valer en sus principios fundamentales, y en cambio ya procedemos, alegremente, en cambiarla para un modo distinto, ecléctico, de mirar el futuro sin volver los ojos en forma radical al pasado inmediato que debiera merecernos un análisis profundo y no un corte del cordón umbilical con nuestro nacimiento propiciado en 1910 y antes con los Hermanos Flores Magón, pero claro, sin dejar de aplicar los castigos que una justicia correcta propiciara contra los traidores a la nación mexicana, al pueblo confundido hoy con acciones perturbadoras que lesionan a la sociedad a la que se pretende salvar.

2020 debiera ser un espacio de corrección de caminos. El presidente López Obrador, sigo creyendo, trae una idea positiva de gobierno que tenemos que adivinar, pero está cometiendo un error confiando en que los mexicanos, dócilmente, cambiarán. El mal está en nuestra falta de educación y el desarrollo de nuestra indisciplina cuando los factores de ordenamiento están ausentes. Pero en fin… la historia universal se ha escrito con errores, así que una raya más en la piel del tigre no se notará… ¿o sí?