/ sábado 6 de junio de 2020

Tutti frutti sabatini

VIENTOS

Desde hace 27 años conservo un artículo del doctor en Filosofía Política, encuadrado en el Colegio de México, Luis F. Aguilar, que se publicó el 3 de agosto de 1993 en el diario “Excélsior”. Vale la pena discernirlo en estas fechas.

Por su contenido me atrevo a decir que el doctor Aguilar es un seguro defensor del “sistema” democrático mexicano, pues entre otras actividades era director de la revista “Gobiernos” y en ese artículo ataca lo que llama populismo o neopopulismo tras la invasión de San Lázaro poco antes de publicado su artículo que luego fue llevado a una publicación especial de colección (“textos para el cambio”, número 3), editado por el Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, que supongo siglas propiciatorias para cubrir el anonimato del PRI del sexenio de Carlos Salinas de Gortari: “El neo-politeísmo”.

Este prólogo me ha restado espacio, por lo que encadenaré esta colaboración con dos o tres más, que por cierto podrán leerse en forma independiente sin perder su esencia. Y como abierto el portón se pueden colar hasta los indeseables, pues que entren mis vientos y veamos hasta qué tanto se restira el hule…

De entrada el doctor Aguilar insulta al pueblo invasor que lo ha estremecido con estruendo y campanudamente exuda sus toxinas razonando; “Haber calificado apropiadamente como ‘turba’, ‘turbamulta’ a las organizaciones populares urbanas que ocuparon violentamente el Palacio Legislativo, debe haber sonado a escándalo y profanación en la cabeza de los demócratas y populistas que sin muchos matices conceptuales y sin mayores salvaguardas jurídicas, gustan definir la democracia como el gobierno por y para el pueblo y que además conciben muy imaginativamente al pueblo como sujeto político por excelencia de toda virtud cívica. Los hechos del miércoles pasado, más allá de etimologías griegas y supuestos del corazón, muestran cuán corto y fácil es el paso de la democracia a la demagogia y de la soberanía del pueblo al populismo”.

Ignoro qué razón válida puede aportar el doctor Aguilar, que es docto, para apartarse de las raíces etimológicas de la palabra democracia. La definición de la democracia teórica es correcta así y es la mejor síntesis definitoria. Pero además eso no es la base del problema de la “turbamulta” que lo ofende: el fundamento es la hartura contra un gobierno que profesa –pero no cumple- el juego político democrático. Que jamás lo ha hecho desde los “Sentimientos de la Nación” de Morelos que disponía como única profesable, a la religión católica. ¿Se entiende? Que fue seguida, de pronto, en los términos de la Constitución de 1824.

Aceptamos que la democracia puede fácilmente caer en la demagogia. Sobre todo en un pueblo como el mexicano tan falto de preocupación en los asuntos de política, gracias a que el poder “hizo como que hizo” en lo educativo y desde lo positivo se dejó caer en la estupidización del pueblo que además sin medios económicos adecuados, menos podía acceder a una educación suficiente. Pero de ello al irrumpimiento de un “neopopulismo” cuando nunca ha habido “populismo” me suena a presunción doctoral entre lectores supuestos de calidad calificada.

Creo que el doctor Aguilar quedó atrapado en los lazos del sistema priista, puesto que la “turbamulta” iba dirigida a ellos.

La calificación “apropiada” de “turba” y “turbamulta” a la “toma” del Palacio Legislativo, es de tomarse en cuenta, pues se trata (dijo el doctor) de “organizaciones populares urbanas”. Es decir, que su presencia como tales niegan el calificativo del doctor de Filosofía Política. Le vendría bien otro doctorado en Sociología y Psicología. Como auxilio, digo…


VIENTOS

Desde hace 27 años conservo un artículo del doctor en Filosofía Política, encuadrado en el Colegio de México, Luis F. Aguilar, que se publicó el 3 de agosto de 1993 en el diario “Excélsior”. Vale la pena discernirlo en estas fechas.

Por su contenido me atrevo a decir que el doctor Aguilar es un seguro defensor del “sistema” democrático mexicano, pues entre otras actividades era director de la revista “Gobiernos” y en ese artículo ataca lo que llama populismo o neopopulismo tras la invasión de San Lázaro poco antes de publicado su artículo que luego fue llevado a una publicación especial de colección (“textos para el cambio”, número 3), editado por el Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, que supongo siglas propiciatorias para cubrir el anonimato del PRI del sexenio de Carlos Salinas de Gortari: “El neo-politeísmo”.

Este prólogo me ha restado espacio, por lo que encadenaré esta colaboración con dos o tres más, que por cierto podrán leerse en forma independiente sin perder su esencia. Y como abierto el portón se pueden colar hasta los indeseables, pues que entren mis vientos y veamos hasta qué tanto se restira el hule…

De entrada el doctor Aguilar insulta al pueblo invasor que lo ha estremecido con estruendo y campanudamente exuda sus toxinas razonando; “Haber calificado apropiadamente como ‘turba’, ‘turbamulta’ a las organizaciones populares urbanas que ocuparon violentamente el Palacio Legislativo, debe haber sonado a escándalo y profanación en la cabeza de los demócratas y populistas que sin muchos matices conceptuales y sin mayores salvaguardas jurídicas, gustan definir la democracia como el gobierno por y para el pueblo y que además conciben muy imaginativamente al pueblo como sujeto político por excelencia de toda virtud cívica. Los hechos del miércoles pasado, más allá de etimologías griegas y supuestos del corazón, muestran cuán corto y fácil es el paso de la democracia a la demagogia y de la soberanía del pueblo al populismo”.

Ignoro qué razón válida puede aportar el doctor Aguilar, que es docto, para apartarse de las raíces etimológicas de la palabra democracia. La definición de la democracia teórica es correcta así y es la mejor síntesis definitoria. Pero además eso no es la base del problema de la “turbamulta” que lo ofende: el fundamento es la hartura contra un gobierno que profesa –pero no cumple- el juego político democrático. Que jamás lo ha hecho desde los “Sentimientos de la Nación” de Morelos que disponía como única profesable, a la religión católica. ¿Se entiende? Que fue seguida, de pronto, en los términos de la Constitución de 1824.

Aceptamos que la democracia puede fácilmente caer en la demagogia. Sobre todo en un pueblo como el mexicano tan falto de preocupación en los asuntos de política, gracias a que el poder “hizo como que hizo” en lo educativo y desde lo positivo se dejó caer en la estupidización del pueblo que además sin medios económicos adecuados, menos podía acceder a una educación suficiente. Pero de ello al irrumpimiento de un “neopopulismo” cuando nunca ha habido “populismo” me suena a presunción doctoral entre lectores supuestos de calidad calificada.

Creo que el doctor Aguilar quedó atrapado en los lazos del sistema priista, puesto que la “turbamulta” iba dirigida a ellos.

La calificación “apropiada” de “turba” y “turbamulta” a la “toma” del Palacio Legislativo, es de tomarse en cuenta, pues se trata (dijo el doctor) de “organizaciones populares urbanas”. Es decir, que su presencia como tales niegan el calificativo del doctor de Filosofía Política. Le vendría bien otro doctorado en Sociología y Psicología. Como auxilio, digo…