/ sábado 27 de junio de 2020

Tutti frutti sabatini

VIENTOS

Dejé pendiente mi compromiso relacionado con el objetivo de prolongar el “Encuentro de dos mundos”, en la medida de mi modesta escultura escritural, por atender fruslerías políticas para un público inapetente de tales nutrientes cívicos por ignorancia.

Continúo, pues, rumbo al 12 de octubre próximo en que se cumplirán 532 años del inicio de “la gran sorpresa” con la casi inútil esperanza de alcanzar a festejarla como mestizo indubitable, muy mexicano, pero jamás desdeñoso de la mitad andaluza de mi sangre.

Vayamos pues al “paseíllo” primario. Para cantar la “odisea” colombina, muchos escritos, mucha tinta, mucho papel emborronado con ideas precisas o balbuceantes de acusaciones absurdas o debidas a explosiones pasionales desdeñables por torpes y majaderas. Primero el idioma: en el “Estudio preliminar” de la obra histórica “Los clásicos”, en su inicio “Historias de Indias” de Editora Cumbres, S.A., 1982, México, se cuenta que “en los días en que Cristóbal Colón a bordo de la “Santa María” iba redactando el diario de su primer viaje, de las líneas que iba trazando su mano mareante iba surgiendo simultáneamente con la revelación de un mundo desconocido una literatura nueva: la literatura hispanoamericana”.

Y así, en palabras que logran sacar del fondo de un mundo nuevo en vías de exploración apenas, lo aventurado y osado con que se va redactando lo inédito hasta entonces y que han logrado gente echada a la mar que nunca habían visto, gente de tierra adentro, gente de castilla, ajena a mares y mareas y a velas infladas que surcan las vías navegables por exploradas, pero también olas que acusan monstruos marinos de terror por la ignorancia y que así se destruye para siempre.

Dice el Estudio que “no podían aspirar las letras a otra movilidad que la de la vida interior, introvertida. Que se hacer muralla adentro. Los de Castilla no eran navegantes. Sus letras tenían un punto de partida distinto de las letras latinas”. Y luego el aval de la resequedad de las tierras castellanas frente a las brisas marinas que producen sueño e ilusiones bordadas en imaginarios viajes más allá del horizonte de una mirada. Y agregan con un sabor que ya trasluce la magnificencia del idioma castellano que “Virgilio, en la ‘Eneida’, recibe el impulso poético en el viento del mar. Como en su canto hay sabor de mar, en los romances de Castilla hay sabor de tierra”.

Y no quisiera abandonarme a mis modestas palabras sin antes transcribir una expresión que bien retrata la inspirada estructura literaria del compilador de “Los clásicos”, Germán Arciniegas, que reza: “Las provincias marítimas, en torno, forman una algarabía de idiomas y dialectos extraños: el árabe, el catalán, el vascuence, el portugués, el gallego. La lengua oficial de la España que nace es la interior, la de Castilla”. ¿No recuerda usted a León Felipe cuando expresó ante la andanada náhuatl de novedades, cosas y alimentos nuevos y palabras y nombres, aquello que podía sonar al tránsito natural de los tiempos: “…yo te di el trigo, la palabra y la canción…?”.

En el diálogo inconcluso por la chabacanería patriótica mexicana que al radicalizarse destruye la estatuaria colombina y en menor grado la cortesiana y ante el soslayo español que prefiere no enterarse… los nuevos tiempos, tal vez con suerte y si fuera posible con inteligencia sacada de un acto de prestidigitación, tal vez, dije, podamos al fin llegar a “la firma” tardía de un abrazo que el poeta americano y nuestro definió capsularmente: “… crímenes son del tiempo, no de España…”.

El próximo 12 de octubre se cumplen 532 años de furias razonables en lo histórico, pero ya infumables. Ojalá y este escribidor lo llegue a constatar.


VIENTOS

Dejé pendiente mi compromiso relacionado con el objetivo de prolongar el “Encuentro de dos mundos”, en la medida de mi modesta escultura escritural, por atender fruslerías políticas para un público inapetente de tales nutrientes cívicos por ignorancia.

Continúo, pues, rumbo al 12 de octubre próximo en que se cumplirán 532 años del inicio de “la gran sorpresa” con la casi inútil esperanza de alcanzar a festejarla como mestizo indubitable, muy mexicano, pero jamás desdeñoso de la mitad andaluza de mi sangre.

Vayamos pues al “paseíllo” primario. Para cantar la “odisea” colombina, muchos escritos, mucha tinta, mucho papel emborronado con ideas precisas o balbuceantes de acusaciones absurdas o debidas a explosiones pasionales desdeñables por torpes y majaderas. Primero el idioma: en el “Estudio preliminar” de la obra histórica “Los clásicos”, en su inicio “Historias de Indias” de Editora Cumbres, S.A., 1982, México, se cuenta que “en los días en que Cristóbal Colón a bordo de la “Santa María” iba redactando el diario de su primer viaje, de las líneas que iba trazando su mano mareante iba surgiendo simultáneamente con la revelación de un mundo desconocido una literatura nueva: la literatura hispanoamericana”.

Y así, en palabras que logran sacar del fondo de un mundo nuevo en vías de exploración apenas, lo aventurado y osado con que se va redactando lo inédito hasta entonces y que han logrado gente echada a la mar que nunca habían visto, gente de tierra adentro, gente de castilla, ajena a mares y mareas y a velas infladas que surcan las vías navegables por exploradas, pero también olas que acusan monstruos marinos de terror por la ignorancia y que así se destruye para siempre.

Dice el Estudio que “no podían aspirar las letras a otra movilidad que la de la vida interior, introvertida. Que se hacer muralla adentro. Los de Castilla no eran navegantes. Sus letras tenían un punto de partida distinto de las letras latinas”. Y luego el aval de la resequedad de las tierras castellanas frente a las brisas marinas que producen sueño e ilusiones bordadas en imaginarios viajes más allá del horizonte de una mirada. Y agregan con un sabor que ya trasluce la magnificencia del idioma castellano que “Virgilio, en la ‘Eneida’, recibe el impulso poético en el viento del mar. Como en su canto hay sabor de mar, en los romances de Castilla hay sabor de tierra”.

Y no quisiera abandonarme a mis modestas palabras sin antes transcribir una expresión que bien retrata la inspirada estructura literaria del compilador de “Los clásicos”, Germán Arciniegas, que reza: “Las provincias marítimas, en torno, forman una algarabía de idiomas y dialectos extraños: el árabe, el catalán, el vascuence, el portugués, el gallego. La lengua oficial de la España que nace es la interior, la de Castilla”. ¿No recuerda usted a León Felipe cuando expresó ante la andanada náhuatl de novedades, cosas y alimentos nuevos y palabras y nombres, aquello que podía sonar al tránsito natural de los tiempos: “…yo te di el trigo, la palabra y la canción…?”.

En el diálogo inconcluso por la chabacanería patriótica mexicana que al radicalizarse destruye la estatuaria colombina y en menor grado la cortesiana y ante el soslayo español que prefiere no enterarse… los nuevos tiempos, tal vez con suerte y si fuera posible con inteligencia sacada de un acto de prestidigitación, tal vez, dije, podamos al fin llegar a “la firma” tardía de un abrazo que el poeta americano y nuestro definió capsularmente: “… crímenes son del tiempo, no de España…”.

El próximo 12 de octubre se cumplen 532 años de furias razonables en lo histórico, pero ya infumables. Ojalá y este escribidor lo llegue a constatar.