/ sábado 11 de julio de 2020

Tutti frutti sabatini

VIENTOS

Cuando en algunos países en el mundo la mujer había alcanzado ya ocasión de internarse en el mundo de los hombres, México continuaba con el cerrojo puesto en el portón de acceso.

Para un día llegó un presidente priísta –para las magras memorias- Adolfo Ruiz Cortines que sin más ni más abrió el candado y las féminas tuvieron acceso a la ciudadanía electoral. Por cierto, esto permitió a Baja California presumir la primera diputada federal, la bella y distinguida licenciada de todos mis respetos y recuerdos, Aurora Jiménez de Palacios, que nayarita de origen, llegó al gabinete del primer gobierno bajacaliforniano del licenciado Braulio Maldonado Sández, terrisureño.

Se han cursado casi 70 años de luchas femeninas por alcanzar la igualdad de su género en un medio profundamente machista, cuyas larvas se siguen multiplicando todavía en pleno siglo XXI. Sin embargo, creo que ellas y sus liderazgos están confundidos: la teoría de la paridad no es de equidad y menos democrático. La razón es lógica y las lectoras y el Congreso pongan atención: suponga que hay un espacio que le hace falta a la “paridad” para ocupar ese espacio que nombran equidad y se concede a la mujer para estar iguales. Entonces surge de inmediato la duda: ¿Tiene la mujer mejores calificaciones en la especialidad requerida o la tiene mejor calificada el varón que espera? Porque se trata de puestos que exigen una disciplina y no un apapache amistoso o quizá “calenturiento”. Y si me apuran, todos los puestos deberían ser calificados en competencia de los “buscadores” y podrían ser vencedoras una mayoría de mujeres. ¿Les agradaría a los varones?

Y como en México todos los “tiradores” son grillos políticos, pues he ahí el problema y el porqué se pelea la paridad mal entendida y antidemocrática. Si la mayoría fuera favorable a los varones, ¡imagínense el sainete!...

Si para Karl Popper la democracia “es el régimen en el que es posible deshacer pacíficamente de los gobernantes” y que “se abre para ser recipiendarios de lo mejor calificado (sin exposición discriminatoria de sexos) para los gobiernos”, la teoría democrática no debe vencerse por caprichos pues podríamos, como bien lo expresa Michelangelo Bovere, “no encontrar jamás una clase política y de gobierno satisfactoria”.

Un error selectivo-electoral de aparato o estructura cívico estatal o nacional electoral por un parpadeo o simple simpatía por algún candidato o candidata que no califique para un puesto público especializado en los niveles políticos o de funcionarios, destruiría la efectividad de una buena administración pública en todos sus niveles. Esto me recuerda la ironía de Orwell: “Todos los ciudadanos son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.

Leí la semana pasada –y por eso el largo prólogo- aquí en LA VOZ, en una nota de mi consentida reportera Dulce María Díaz, que está en proceso en la XXIII Legislatura local, con ignorancia –digo- de lo que la democracia es que se han declarado favorables “Observatorio Electoral Ciudadano” y una organización de denominación curiosa “Gente Diversa” de Rebeca Maltos, “para armonizar” con las leyes al respecto que ya privan –arguyen- a nivel nacional.

Este escribidor opina, modestamente, que mejor le pongan cerebro antes de que este Congreso cometa otro descalabro con un absurdo político. Claro que sería legal.

VIENTOS

Cuando en algunos países en el mundo la mujer había alcanzado ya ocasión de internarse en el mundo de los hombres, México continuaba con el cerrojo puesto en el portón de acceso.

Para un día llegó un presidente priísta –para las magras memorias- Adolfo Ruiz Cortines que sin más ni más abrió el candado y las féminas tuvieron acceso a la ciudadanía electoral. Por cierto, esto permitió a Baja California presumir la primera diputada federal, la bella y distinguida licenciada de todos mis respetos y recuerdos, Aurora Jiménez de Palacios, que nayarita de origen, llegó al gabinete del primer gobierno bajacaliforniano del licenciado Braulio Maldonado Sández, terrisureño.

Se han cursado casi 70 años de luchas femeninas por alcanzar la igualdad de su género en un medio profundamente machista, cuyas larvas se siguen multiplicando todavía en pleno siglo XXI. Sin embargo, creo que ellas y sus liderazgos están confundidos: la teoría de la paridad no es de equidad y menos democrático. La razón es lógica y las lectoras y el Congreso pongan atención: suponga que hay un espacio que le hace falta a la “paridad” para ocupar ese espacio que nombran equidad y se concede a la mujer para estar iguales. Entonces surge de inmediato la duda: ¿Tiene la mujer mejores calificaciones en la especialidad requerida o la tiene mejor calificada el varón que espera? Porque se trata de puestos que exigen una disciplina y no un apapache amistoso o quizá “calenturiento”. Y si me apuran, todos los puestos deberían ser calificados en competencia de los “buscadores” y podrían ser vencedoras una mayoría de mujeres. ¿Les agradaría a los varones?

Y como en México todos los “tiradores” son grillos políticos, pues he ahí el problema y el porqué se pelea la paridad mal entendida y antidemocrática. Si la mayoría fuera favorable a los varones, ¡imagínense el sainete!...

Si para Karl Popper la democracia “es el régimen en el que es posible deshacer pacíficamente de los gobernantes” y que “se abre para ser recipiendarios de lo mejor calificado (sin exposición discriminatoria de sexos) para los gobiernos”, la teoría democrática no debe vencerse por caprichos pues podríamos, como bien lo expresa Michelangelo Bovere, “no encontrar jamás una clase política y de gobierno satisfactoria”.

Un error selectivo-electoral de aparato o estructura cívico estatal o nacional electoral por un parpadeo o simple simpatía por algún candidato o candidata que no califique para un puesto público especializado en los niveles políticos o de funcionarios, destruiría la efectividad de una buena administración pública en todos sus niveles. Esto me recuerda la ironía de Orwell: “Todos los ciudadanos son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.

Leí la semana pasada –y por eso el largo prólogo- aquí en LA VOZ, en una nota de mi consentida reportera Dulce María Díaz, que está en proceso en la XXIII Legislatura local, con ignorancia –digo- de lo que la democracia es que se han declarado favorables “Observatorio Electoral Ciudadano” y una organización de denominación curiosa “Gente Diversa” de Rebeca Maltos, “para armonizar” con las leyes al respecto que ya privan –arguyen- a nivel nacional.

Este escribidor opina, modestamente, que mejor le pongan cerebro antes de que este Congreso cometa otro descalabro con un absurdo político. Claro que sería legal.