/ sábado 15 de agosto de 2020

Tutti frutti sabatini

VIENTOS

Unas viejas lecciones recibidas de mentes iluminadas y una “esponja” en la mente observadora de la conciencia universal, tatuaron con diversas ideas a este espíritu que tendiendo a la libertad, la entiende filosóficamente para no enredarse en las voces divergentes que la pretenden encerrar en un concepto de libertinaje absurdo.

Decía Giovanni Gentile, filósofo, jurista y político italiano (1875-1944), que es necesario “que el hombre que obra políticamente no cese de inspirarse en los fines necesarios de su obrar político, para recordar los dictados de su conciencia moral”.

Lo anterior es un pensamiento que emerge desde los analíticos pasos de Hegel en lo que yo llamo el “descubrimiento” del concepto “Estado”. Antes de Hegel no se sospechaba siquiera “el carácter espiritual” o digámoslo con un poco de rudeza, no se sospechaba que lo espiritual sea la misma sustancia del Estado, que “no puede ser nada sustancial –como decía Gentile- si no es una realidad espiritual”.

De ahí, pues, se desprende que el concepto libertad en su orden ético y moral tiene que ser sometido al respeto por la libertad de mi prójimo. Y así, la sociología entra, sin apuros, en los campos constitucionales para la construcción de normas de respeto por los derechos de todos, cediendo, como explicaba Juan Jacobo Rousseau en su “Contrato Social”.

Por lo anterior y otros principios morales, ya Cervantes hacía hablar a su personaje “El Quijote de la Mancha” a su escudero Sancho Panza recomendándole (cito con mala memoria): “La libertad, Sancho, es el mayor bien que existe y tanto que por ella bien vale la muerte”. De ese tamaño es el valor de la libertad, pero tiene compañía: la libertad de los demás.

Muchos años más tarde, al encontrarse Hegel con la esencia espiritual del Estado, se empujaba la libertad simultáneamente con el concepto de autoridad como la misma existencia de la libertad, cuando explica el concepto de las leyes, que sin ellas la libertad sería “una mera abstracción”. Decía: “No es el maestro el que con su autoridad hace aceptar la verdad, sino que es la verdad la que da autoridad al maestro”.

La libertad, dicen y arguyen algunos, lo es, pero con limitaciones y toda limitación es negativa. Este es el pensamiento anarquista ya convertido en una mera ilusión histórica. El ser humano requiere de limitaciones para su convivencia social moral y ética. Así pues, para vivir en paz dentro de una colectividad humana, las leyes deben tener vigencia, es decir, deben cumplirse o de castigarse si se soslaya su cumplimiento.

Ya terminaré: Es importante asumir, cada persona, sus obligaciones en sociedad. Incluso los niños en pre-escolar, van aprendiendo a respetar a los demás niños y a sus maestros y en el ascenso a los diversos niveles educativos se va enseñando con mayor énfasis a respetar los derechos ajenos y las normas vigentes de las diversas autoridades e instituciones.

La negación de lo anterior, medítelo el lector, es la violencia en la que hoy vivimos, en donde a veces se viola la libertad de expresión a los propios analistas o columnistas en los medios. El mejor ejemplo es el respeto al derecho ajeno, que como decía Benito Juárez: “Es la paz”.

VIENTOS

Unas viejas lecciones recibidas de mentes iluminadas y una “esponja” en la mente observadora de la conciencia universal, tatuaron con diversas ideas a este espíritu que tendiendo a la libertad, la entiende filosóficamente para no enredarse en las voces divergentes que la pretenden encerrar en un concepto de libertinaje absurdo.

Decía Giovanni Gentile, filósofo, jurista y político italiano (1875-1944), que es necesario “que el hombre que obra políticamente no cese de inspirarse en los fines necesarios de su obrar político, para recordar los dictados de su conciencia moral”.

Lo anterior es un pensamiento que emerge desde los analíticos pasos de Hegel en lo que yo llamo el “descubrimiento” del concepto “Estado”. Antes de Hegel no se sospechaba siquiera “el carácter espiritual” o digámoslo con un poco de rudeza, no se sospechaba que lo espiritual sea la misma sustancia del Estado, que “no puede ser nada sustancial –como decía Gentile- si no es una realidad espiritual”.

De ahí, pues, se desprende que el concepto libertad en su orden ético y moral tiene que ser sometido al respeto por la libertad de mi prójimo. Y así, la sociología entra, sin apuros, en los campos constitucionales para la construcción de normas de respeto por los derechos de todos, cediendo, como explicaba Juan Jacobo Rousseau en su “Contrato Social”.

Por lo anterior y otros principios morales, ya Cervantes hacía hablar a su personaje “El Quijote de la Mancha” a su escudero Sancho Panza recomendándole (cito con mala memoria): “La libertad, Sancho, es el mayor bien que existe y tanto que por ella bien vale la muerte”. De ese tamaño es el valor de la libertad, pero tiene compañía: la libertad de los demás.

Muchos años más tarde, al encontrarse Hegel con la esencia espiritual del Estado, se empujaba la libertad simultáneamente con el concepto de autoridad como la misma existencia de la libertad, cuando explica el concepto de las leyes, que sin ellas la libertad sería “una mera abstracción”. Decía: “No es el maestro el que con su autoridad hace aceptar la verdad, sino que es la verdad la que da autoridad al maestro”.

La libertad, dicen y arguyen algunos, lo es, pero con limitaciones y toda limitación es negativa. Este es el pensamiento anarquista ya convertido en una mera ilusión histórica. El ser humano requiere de limitaciones para su convivencia social moral y ética. Así pues, para vivir en paz dentro de una colectividad humana, las leyes deben tener vigencia, es decir, deben cumplirse o de castigarse si se soslaya su cumplimiento.

Ya terminaré: Es importante asumir, cada persona, sus obligaciones en sociedad. Incluso los niños en pre-escolar, van aprendiendo a respetar a los demás niños y a sus maestros y en el ascenso a los diversos niveles educativos se va enseñando con mayor énfasis a respetar los derechos ajenos y las normas vigentes de las diversas autoridades e instituciones.

La negación de lo anterior, medítelo el lector, es la violencia en la que hoy vivimos, en donde a veces se viola la libertad de expresión a los propios analistas o columnistas en los medios. El mejor ejemplo es el respeto al derecho ajeno, que como decía Benito Juárez: “Es la paz”.