/ sábado 14 de noviembre de 2020

Tutti frutti sabatini

VIENTOS

Hoy les hablaré de dos historias, una ya muy lejana en el tiempo y el espacio; la otra fresca, como frutita sabrosa recién tomada de su alma mater. Aquella de una competencia sólo victoriosa para uno; la otra sólo victoriosa para una.

La vieja historia se da en un café que estaba casi a la entrada en la acera de enfrente del estacionamiento de la Casa del Pueblo, que es el edificio que alberga a los ayuntamientos cachanillas. No recuerdo su nombre (del café), pero sí de los reunidos en un espacio de esos llamados "buts" o algo así: los profesores Valdemar Jiménez Solís (+), Celso Aguirre Bernal (+), los abogados Héctor Gasca Reynoso (+). Antonio Limón Hernández (+) y su hijo y este escribidor.

De pronto hizo su aparición Manuel Pérez Rojas (Manuel Rojas, para la literatura local, nacional e internacional), cuando Celso pontificaba sobre la vida esquiva de Joaquín Murrieta, el sonorense confundido por la estupidez con chileno. Y, acomodándose, hizo una pronunciación. "Qué les parece si Jaime escribe la novela histórica, Valdemar escribe un poema, Celso escribe la historia y yo escribo un drama teatral sobre este personajazo de la historia mexicana y californiana, tan esquivo en su biografía, pero tan importante, según rezan sus parientes aquí.

Y la historia se inició: Aguirre Bernal escribió un librito de historia con un capítulo pequeño sobre Murrieta, repetición de lo poco conocido de su vida; Valdemar soslayó su tarea y yo esperé el fruto de mis compañeros de tarea y sigo pensando escribir una novela-histórica, asunto que seguro ya no será posible. Los zopilotes vuelan mi azotea. Pero Manuelito (doble, físicamente, del "Chapo" Guzmán) el sí hizo una investigación profunda y parió el drama teatral magníficamente perfilado. Hizo una investigación profunda del personaje y se ganó incluso el aplauso internacional.

Nosotros estamos en deuda con Manuel y es tiempo de configurar un homenaje por devolverle la imagen de un defensor de los mexicanos que sufrieron los golpes y furia de los cowboys gringos que antes de sus fechorías de 1847 ya estaban arremetiendo en contra de los novohispanos al estilo de los tejanos primerizos y traidores.

Y mi segundo tema que inflama mi alma de grande y esplendorosa imaginación: el nacimiento de mi bisnieta Mabel Del Bosque García, más bella que la belleza, fruto del amor, como un diamante ya pulido que abrió sus ojitos para decirme: "Ya llegué bisa" y claro, volvió a cerrarlos para seguir el justo sueño de los recién nacidos.

Ya me estoy llenando de estrellas como en su momento fueron mis nietas y nietos y luego el paso a los bisnietos y pronto, si sigo con vida, tataranietos… y entonces sí me voy en forma definitiva y no, como decía mi difunta esposa: "Nada más lo prometes, pero no me cumples" y la sigo extrañando. No conoció a Mabel. Tal vez le hubiese gustado el nombre de Emma como se ponía sin ser ese su registro. Y yo no podía\u0009llamarla Emma porque así se llamaba una vieja novia mía… y doña Marina era celosa como una mora.

Las historias de la vida privada, dicen, no se cuentan. Yo sí, porque descargo mi conciencia. Y si fui lo que fui y sigo vivo, es que mi Dios (el mío) o me obliga al castigo y aquí me tiene, o simplemente no considera que fui un pecador tan grande como una locomotora.

Mabel es mi nuevo amor. Le demostraré que la quiero con el doble amor de bisabuelo que hubiera revivido si la hubiera visto como un ángel precioso. Por cierto, ignoro si tiene alitas. Seguro las tiene y un día las acariciaré. Mi niña hermosa, mi consentida, ya que un día, seguro, preguntará: "Mamá (a Jaqueline, su madre): ¿Y cómo eran mis bisas?".

VIENTOS

Hoy les hablaré de dos historias, una ya muy lejana en el tiempo y el espacio; la otra fresca, como frutita sabrosa recién tomada de su alma mater. Aquella de una competencia sólo victoriosa para uno; la otra sólo victoriosa para una.

La vieja historia se da en un café que estaba casi a la entrada en la acera de enfrente del estacionamiento de la Casa del Pueblo, que es el edificio que alberga a los ayuntamientos cachanillas. No recuerdo su nombre (del café), pero sí de los reunidos en un espacio de esos llamados "buts" o algo así: los profesores Valdemar Jiménez Solís (+), Celso Aguirre Bernal (+), los abogados Héctor Gasca Reynoso (+). Antonio Limón Hernández (+) y su hijo y este escribidor.

De pronto hizo su aparición Manuel Pérez Rojas (Manuel Rojas, para la literatura local, nacional e internacional), cuando Celso pontificaba sobre la vida esquiva de Joaquín Murrieta, el sonorense confundido por la estupidez con chileno. Y, acomodándose, hizo una pronunciación. "Qué les parece si Jaime escribe la novela histórica, Valdemar escribe un poema, Celso escribe la historia y yo escribo un drama teatral sobre este personajazo de la historia mexicana y californiana, tan esquivo en su biografía, pero tan importante, según rezan sus parientes aquí.

Y la historia se inició: Aguirre Bernal escribió un librito de historia con un capítulo pequeño sobre Murrieta, repetición de lo poco conocido de su vida; Valdemar soslayó su tarea y yo esperé el fruto de mis compañeros de tarea y sigo pensando escribir una novela-histórica, asunto que seguro ya no será posible. Los zopilotes vuelan mi azotea. Pero Manuelito (doble, físicamente, del "Chapo" Guzmán) el sí hizo una investigación profunda y parió el drama teatral magníficamente perfilado. Hizo una investigación profunda del personaje y se ganó incluso el aplauso internacional.

Nosotros estamos en deuda con Manuel y es tiempo de configurar un homenaje por devolverle la imagen de un defensor de los mexicanos que sufrieron los golpes y furia de los cowboys gringos que antes de sus fechorías de 1847 ya estaban arremetiendo en contra de los novohispanos al estilo de los tejanos primerizos y traidores.

Y mi segundo tema que inflama mi alma de grande y esplendorosa imaginación: el nacimiento de mi bisnieta Mabel Del Bosque García, más bella que la belleza, fruto del amor, como un diamante ya pulido que abrió sus ojitos para decirme: "Ya llegué bisa" y claro, volvió a cerrarlos para seguir el justo sueño de los recién nacidos.

Ya me estoy llenando de estrellas como en su momento fueron mis nietas y nietos y luego el paso a los bisnietos y pronto, si sigo con vida, tataranietos… y entonces sí me voy en forma definitiva y no, como decía mi difunta esposa: "Nada más lo prometes, pero no me cumples" y la sigo extrañando. No conoció a Mabel. Tal vez le hubiese gustado el nombre de Emma como se ponía sin ser ese su registro. Y yo no podía\u0009llamarla Emma porque así se llamaba una vieja novia mía… y doña Marina era celosa como una mora.

Las historias de la vida privada, dicen, no se cuentan. Yo sí, porque descargo mi conciencia. Y si fui lo que fui y sigo vivo, es que mi Dios (el mío) o me obliga al castigo y aquí me tiene, o simplemente no considera que fui un pecador tan grande como una locomotora.

Mabel es mi nuevo amor. Le demostraré que la quiero con el doble amor de bisabuelo que hubiera revivido si la hubiera visto como un ángel precioso. Por cierto, ignoro si tiene alitas. Seguro las tiene y un día las acariciaré. Mi niña hermosa, mi consentida, ya que un día, seguro, preguntará: "Mamá (a Jaqueline, su madre): ¿Y cómo eran mis bisas?".