/ sábado 16 de enero de 2021

Tutti frutti sabatini

VIENTOS

Leer a los críticos de la economía es llegar al umbral que permite el acceso para entender la política. Los estudiantes de la ciencia económica saben bien que en su inicio –y hoy compañeros inseparables- la materia se denominó sencillamente “Economía Política”.

Bien, trataré de escudriñar – un tanto a las volandas – sobre “la búsqueda del poder”, que es el sueño del capitalismo del “poder globalizante” y entender la contienda que representan el enfrentamiento del gobierno presidencialista mexicano en proceso de transformación, contra la intensa lucha – con disfraz democrático – del sector empresarial y adláteres amantes del capitalismo globalizador, que con sencillez periodística, Bob Woodward (magnífico apellido), reportero de “The Washington Post” y uno de los descubridores del asunto “Watergate”, alguna vez escribió que “los periodistas ʹnecesitanʹ de una autocrítica. Su envanecimiento lo llevó a soslayar la noticia de los últimos treinta años: el hundimiento del comunismo”.

Y, claro, prosiguió: “Advertirlo es simple folclorismo. El comunismo ya no es el monigote para asustar al mundo y enraizar el capitalismo internacional, la globalización pues, que al final les dio el poder a los detentadores de los medios financieros, empresariales y de comunicación. El comunismo como espantajo es historia. Ahora el peligro es la religión musulmana y el mundo árabe: la vieja tesis de occidente versus oriente, pero con novísimo disfraz para encubrir los monopolios internacionales que es la mejor traducción de la globalización”. Este es – opinión de este escribidor – el formato estructural de la lucha actual por el poder político internacional que sería el control total y definitivo del mundo, que nuestros empresarios – pigmeos en el escenario internacional – no entienden, en donde pretenden competir con “cuentas de vidrio”. Ya perdimos nuestras industrias cerveceras y licoreras.

Las vinateras, por lo pronto, no les interesa a los grandes capitalistas. Y poco a poco hemos perdido todo. Cuando volteemos la cara, hasta la industria tortillera masiva, hoy regiomontana y la pulquera, hoy hidalguense, se irán a los brazos de los grandes capitales que así dominarían los controles productivos integrales como hoy lo hacen con las producciones cafetaleras. Mundiales y así las azucareras y de plano las pesqueras.

Esa es la lucha por un retomo patriótico, quizá desesperado, del presidente López Obrador al que los políticos procapitalistas quisieran defenestrar y les cala el último tablón de salvación de los mexicanos de verdad, aunque ignorantes de su entorno internacional que los aplasta.

Por lo pronto cito una obra para que se enteren, de cierto, los enemigos infundamentados del presidente, ilusionados con espejismos de baratijas como los españoles dominaron al “Nuevo Mundo”: la obra es “El poder en el mundo” cuyo autor es Joaquín Estefanía. Por hoy lo citaré a manera de incitación al asomo de la realidad para que despierten los ilusos: “Todo ejercicio de poder genera un ejercicio generalmente similar y opuesto”. (Pp. 23 y 24) y “El poder más clásico es el que proviene de la política – aunque veremos que ya no es lo más determinante -, pero también presionan los financieros, los medios de comunicación, los patronales, los sindicatos, los militares, la iglesia y, en el escalón más bajo, los ciudadanos con su voto o su abstención”. (Pp. 24 y 25). Y una “apófisis” gramatical intempestiva: “…el poder es, esencialmente, amoral”. (P.35).

Si la vida me alcanza para más sábados, han de perdonar mi presunción de ilustrador, pero hacen falta lecciones de la educación nacional escondió en su distinguidísima impreparación.


VIENTOS

Leer a los críticos de la economía es llegar al umbral que permite el acceso para entender la política. Los estudiantes de la ciencia económica saben bien que en su inicio –y hoy compañeros inseparables- la materia se denominó sencillamente “Economía Política”.

Bien, trataré de escudriñar – un tanto a las volandas – sobre “la búsqueda del poder”, que es el sueño del capitalismo del “poder globalizante” y entender la contienda que representan el enfrentamiento del gobierno presidencialista mexicano en proceso de transformación, contra la intensa lucha – con disfraz democrático – del sector empresarial y adláteres amantes del capitalismo globalizador, que con sencillez periodística, Bob Woodward (magnífico apellido), reportero de “The Washington Post” y uno de los descubridores del asunto “Watergate”, alguna vez escribió que “los periodistas ʹnecesitanʹ de una autocrítica. Su envanecimiento lo llevó a soslayar la noticia de los últimos treinta años: el hundimiento del comunismo”.

Y, claro, prosiguió: “Advertirlo es simple folclorismo. El comunismo ya no es el monigote para asustar al mundo y enraizar el capitalismo internacional, la globalización pues, que al final les dio el poder a los detentadores de los medios financieros, empresariales y de comunicación. El comunismo como espantajo es historia. Ahora el peligro es la religión musulmana y el mundo árabe: la vieja tesis de occidente versus oriente, pero con novísimo disfraz para encubrir los monopolios internacionales que es la mejor traducción de la globalización”. Este es – opinión de este escribidor – el formato estructural de la lucha actual por el poder político internacional que sería el control total y definitivo del mundo, que nuestros empresarios – pigmeos en el escenario internacional – no entienden, en donde pretenden competir con “cuentas de vidrio”. Ya perdimos nuestras industrias cerveceras y licoreras.

Las vinateras, por lo pronto, no les interesa a los grandes capitalistas. Y poco a poco hemos perdido todo. Cuando volteemos la cara, hasta la industria tortillera masiva, hoy regiomontana y la pulquera, hoy hidalguense, se irán a los brazos de los grandes capitales que así dominarían los controles productivos integrales como hoy lo hacen con las producciones cafetaleras. Mundiales y así las azucareras y de plano las pesqueras.

Esa es la lucha por un retomo patriótico, quizá desesperado, del presidente López Obrador al que los políticos procapitalistas quisieran defenestrar y les cala el último tablón de salvación de los mexicanos de verdad, aunque ignorantes de su entorno internacional que los aplasta.

Por lo pronto cito una obra para que se enteren, de cierto, los enemigos infundamentados del presidente, ilusionados con espejismos de baratijas como los españoles dominaron al “Nuevo Mundo”: la obra es “El poder en el mundo” cuyo autor es Joaquín Estefanía. Por hoy lo citaré a manera de incitación al asomo de la realidad para que despierten los ilusos: “Todo ejercicio de poder genera un ejercicio generalmente similar y opuesto”. (Pp. 23 y 24) y “El poder más clásico es el que proviene de la política – aunque veremos que ya no es lo más determinante -, pero también presionan los financieros, los medios de comunicación, los patronales, los sindicatos, los militares, la iglesia y, en el escalón más bajo, los ciudadanos con su voto o su abstención”. (Pp. 24 y 25). Y una “apófisis” gramatical intempestiva: “…el poder es, esencialmente, amoral”. (P.35).

Si la vida me alcanza para más sábados, han de perdonar mi presunción de ilustrador, pero hacen falta lecciones de la educación nacional escondió en su distinguidísima impreparación.