/ sábado 12 de junio de 2021

Tutti frutti sabatini

VIENTOS

El domingo anterior acaeció un hecho cívico inesperado: el aumento de ciudadanos, su concurrencia pues, a las urnas electorales que en términos generales bordeó el 50%.

El trabajo positivo de las autoridades electorales fue evidente y el de los responsables de casillas rindió sus frutos. Ni modo, la democracia en México nos cuesta cara... ¡terriblemente cara! Tal vez... y solo tal vez, ese dinero invertido en educación cívica desde las escuelas primarias y secundarias rendiría pingües resultados y harían de los jóvenes dieciochoañeros ciudadanos responsables de sus nuevas obligaciones cívicas al cumplirlos, con menos gasto público... tal vez... Tengo una idea al respecto, pero para otra ocasión.

Bien cabría reflexionar un poco en el tema que se venía complicando en los altos niveles de la política procedimental electoral y el Supremo Poder Ejecutivo (¡cómo me molesta este título constitucional!; me da la impresión que a mi hijo Jaime Omar también lo molesta porque creo conocer su sensibilidad política y humana). La verdad es que sorprendió el lunes el presidente López Obrador cuando calificó de limpias y democráticas las elecciones dominicales inmediatas anteriores. ¡Uhhhh! Abrazos, ¿no balazos?

Aquí me detengo para prenderme de las “lianas tarzanescas’’ de la historia que al pueblo mexicano (salvo honrosas excepciones) le interesa un bledo, pues pocos saben, y claro, menos entienden, lo que ha costado a los mexicanos ¡EN VIDAS HUMANAS! el acceso a una educación y obligación cívica democrática retomada apenas el domingo anterior como un balbuceo esperanzador de un mañana formidable. ¿Al fin?

El año de 1993 (los entonces nacidos, los ciudadanos mexicanos de esa generación apenas tienen 28 años de edad hoy), la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión de la LV Legislatura, a través de la Comisión de Régimen Interno y Concentración Política, con su Instituto de Investigaciones Legislativas editó un folleto para festejar la conmemoración del 169 aniversario de la firma del acta constitutiva de 1824. Apenas con 61 páginas... sin desperdicio.

La historia de esa firma constitutiva de la Constitución de 1824 nos lleva espiritualmente de la mano al inicio del movimiento independentista mexicano y a encontrarnos con la figura señera de don José María Morelos y Pavón, ese señor “del turbante” que dignificó para siempre la palabra México, el toponímico en el dominio del mundo y no esa patraña oficial de “Estados Unidos Mexicanos”, que es una burda y por supuesto primero y evidente luego, copias de la unión de colonias norteamericanas que constituían, cada una y por separado, un Estado Libre Soberano, un país para ser claros, que justifican su nombre original y único: Estados Unidos... y punto.

Nosotros éramos y somos una estructura española; de provincias sujetas a un imperio y al independizarnos, de otro... luego transformado en República Federal para iniciar una negra historia que aún nos recuerda nuestro desmadrado espíritu siempre mirando al norte queriendo ser iguales con un imposible genético.

El próximo sábado, sí la “calaca” no se atraviesa, aquí estaremos... Y por favor, que me explique - nos explique - el INE cómo le hizo - otra vez - para que los isleños de Cedros votaran por autoridades bajacalifornianas si son una ISLA FEDERAL..... se los avisé con tiempo por esta vía. ¿No saben leer tampoco?

jaimepardo1928@gmail.com

VIENTOS

El domingo anterior acaeció un hecho cívico inesperado: el aumento de ciudadanos, su concurrencia pues, a las urnas electorales que en términos generales bordeó el 50%.

El trabajo positivo de las autoridades electorales fue evidente y el de los responsables de casillas rindió sus frutos. Ni modo, la democracia en México nos cuesta cara... ¡terriblemente cara! Tal vez... y solo tal vez, ese dinero invertido en educación cívica desde las escuelas primarias y secundarias rendiría pingües resultados y harían de los jóvenes dieciochoañeros ciudadanos responsables de sus nuevas obligaciones cívicas al cumplirlos, con menos gasto público... tal vez... Tengo una idea al respecto, pero para otra ocasión.

Bien cabría reflexionar un poco en el tema que se venía complicando en los altos niveles de la política procedimental electoral y el Supremo Poder Ejecutivo (¡cómo me molesta este título constitucional!; me da la impresión que a mi hijo Jaime Omar también lo molesta porque creo conocer su sensibilidad política y humana). La verdad es que sorprendió el lunes el presidente López Obrador cuando calificó de limpias y democráticas las elecciones dominicales inmediatas anteriores. ¡Uhhhh! Abrazos, ¿no balazos?

Aquí me detengo para prenderme de las “lianas tarzanescas’’ de la historia que al pueblo mexicano (salvo honrosas excepciones) le interesa un bledo, pues pocos saben, y claro, menos entienden, lo que ha costado a los mexicanos ¡EN VIDAS HUMANAS! el acceso a una educación y obligación cívica democrática retomada apenas el domingo anterior como un balbuceo esperanzador de un mañana formidable. ¿Al fin?

El año de 1993 (los entonces nacidos, los ciudadanos mexicanos de esa generación apenas tienen 28 años de edad hoy), la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión de la LV Legislatura, a través de la Comisión de Régimen Interno y Concentración Política, con su Instituto de Investigaciones Legislativas editó un folleto para festejar la conmemoración del 169 aniversario de la firma del acta constitutiva de 1824. Apenas con 61 páginas... sin desperdicio.

La historia de esa firma constitutiva de la Constitución de 1824 nos lleva espiritualmente de la mano al inicio del movimiento independentista mexicano y a encontrarnos con la figura señera de don José María Morelos y Pavón, ese señor “del turbante” que dignificó para siempre la palabra México, el toponímico en el dominio del mundo y no esa patraña oficial de “Estados Unidos Mexicanos”, que es una burda y por supuesto primero y evidente luego, copias de la unión de colonias norteamericanas que constituían, cada una y por separado, un Estado Libre Soberano, un país para ser claros, que justifican su nombre original y único: Estados Unidos... y punto.

Nosotros éramos y somos una estructura española; de provincias sujetas a un imperio y al independizarnos, de otro... luego transformado en República Federal para iniciar una negra historia que aún nos recuerda nuestro desmadrado espíritu siempre mirando al norte queriendo ser iguales con un imposible genético.

El próximo sábado, sí la “calaca” no se atraviesa, aquí estaremos... Y por favor, que me explique - nos explique - el INE cómo le hizo - otra vez - para que los isleños de Cedros votaran por autoridades bajacalifornianas si son una ISLA FEDERAL..... se los avisé con tiempo por esta vía. ¿No saben leer tampoco?

jaimepardo1928@gmail.com