/ sábado 21 de agosto de 2021

Tutti frutti sabatini

V I E N T O S

En los albores del gobierno de Baja California del licenciado Milton Castellanos Everardo, un reportero malicioso pretendió con una pregunta hacer el espectáculo periodístico “del siglo”.

Con esa pregunta, que a la memoria me trajo una de las magníficas colaboraciones aquí del licenciado en Economía, Enrique M. Rovirosa (“Estrategias”) que tituló “Sí somos una democracia, ¿por qué temer a un populista?” (23 de enero del 2018), que releí hace dos días, doy cuerpo al tema que absorbió el espacio para este sábado.

La pregunta pudo haber sido incómoda para quien no tuviera la larga experiencia política “a la mexicana” y una amplia ilustración teórica sobre el deber ser de la política que en los libros suele ser luminosa; y fue así: - “Señor gobernador, ¿cree usted en el populismo?”. Eran los tiempos presidenciales de Luis Echeverría Álvarez y la derecha regiomontana y a las callandas las de los empresarios del Distrito Federal y Guadalajara, sin faltar, claro, el Clero Católico.

Pues bien, Milton simplemente respondió: “¿No es el pueblo al que las democracias deben satisfacer en primer término? Eso significa y define al populismo.... vea a un diccionario serio y entérese”. Y no agregó nada más y al reportero de marras su “bomba” le explotó en la cara como una pompa de jabón.

Al respecto y a 46 años de distancia, el licenciado Rovirosa concluyó su escrito enunciado con antelación tallando el brillante siguiente: “Creer en la democracia implica aceptar al populismo y a los populistas, con todas sus virtudes y riesgos. Es la confianza que depositamos en ella cada vez que ejercemos nuestro derecho al voto”.

Entiendo que a pocos interesa el tema. El pueblo al que el populismo pretende beneficiar o es ignorante mayúsculo o importamadrista: Quisiera que todo le llegara del cielo. Sin embargo, casi he terminado una obra de 25 años de investigaciones que espero editar ya pronto antes de que sea una obra póstuma. El título definitivo explica su contenido: “El neopopulismo y la democracia representativa” con una ironía agregada: “En México, dos bromas de mal gusto”.

La historia del populismo es tan vieja como el desarrollo sociológico a partir del primitivismo humano. Y cuando la escritura alcanzó sus primeros triunfos, se iniciaron los autores que desearon dejar huella de sus esfuerzos interpretativos de tales fenómenos. Por supuesto en mi trabajo no pude citar a los cientos de ellos. Pero sólo apuntaré aquí y hoy a uno que vale la pena de leerse: Alexis Henri Charles, Conde de Tocqueville (1805 –1859).

Unos renglones nada más: “El pueblo gobierna. Hay países donde algún poder en cierto modo exterior al cuerpo social, lo maneja y lo obliga a ir por caminos determinados. Hay otros donde la fuerza está dividida, hallándose a la vez, parte en la sociedad, en su conjunto y parte fuera (en una fracción o un mero individuo). Nada semejante se ve en los Estados Unidos. En ellos la sociedad obra por sí misma y sobre sí misma. No hay poder alguno fuera de ella, no hay nadie que conciba la idea, o al menos que la manifieste, de buscar fuera del todo social algún poder. El pueblo participa de la formación de las leyes, por la elección que el hace de los legisladores y del Gobierno, por la designación que hace de los agentes del Poder Ejecutivo. Se podría decir que él mismo gobierna, ya que tan débil es la parte de allí se deja a la independencia administrativa y, tanto la administración se resiente de su origen popular y obedece a la potencia de que emana.

El pueblo reina en el mundo político americano, como Dios en el Universo. Él es la causa y el fin de todas las cosas, todo surge de él y todo lo absorbe”.

Nunca supo Tocqueville del neoliberalismo y de Donald Trump en USA. Y ya seguiremos...

V I E N T O S

En los albores del gobierno de Baja California del licenciado Milton Castellanos Everardo, un reportero malicioso pretendió con una pregunta hacer el espectáculo periodístico “del siglo”.

Con esa pregunta, que a la memoria me trajo una de las magníficas colaboraciones aquí del licenciado en Economía, Enrique M. Rovirosa (“Estrategias”) que tituló “Sí somos una democracia, ¿por qué temer a un populista?” (23 de enero del 2018), que releí hace dos días, doy cuerpo al tema que absorbió el espacio para este sábado.

La pregunta pudo haber sido incómoda para quien no tuviera la larga experiencia política “a la mexicana” y una amplia ilustración teórica sobre el deber ser de la política que en los libros suele ser luminosa; y fue así: - “Señor gobernador, ¿cree usted en el populismo?”. Eran los tiempos presidenciales de Luis Echeverría Álvarez y la derecha regiomontana y a las callandas las de los empresarios del Distrito Federal y Guadalajara, sin faltar, claro, el Clero Católico.

Pues bien, Milton simplemente respondió: “¿No es el pueblo al que las democracias deben satisfacer en primer término? Eso significa y define al populismo.... vea a un diccionario serio y entérese”. Y no agregó nada más y al reportero de marras su “bomba” le explotó en la cara como una pompa de jabón.

Al respecto y a 46 años de distancia, el licenciado Rovirosa concluyó su escrito enunciado con antelación tallando el brillante siguiente: “Creer en la democracia implica aceptar al populismo y a los populistas, con todas sus virtudes y riesgos. Es la confianza que depositamos en ella cada vez que ejercemos nuestro derecho al voto”.

Entiendo que a pocos interesa el tema. El pueblo al que el populismo pretende beneficiar o es ignorante mayúsculo o importamadrista: Quisiera que todo le llegara del cielo. Sin embargo, casi he terminado una obra de 25 años de investigaciones que espero editar ya pronto antes de que sea una obra póstuma. El título definitivo explica su contenido: “El neopopulismo y la democracia representativa” con una ironía agregada: “En México, dos bromas de mal gusto”.

La historia del populismo es tan vieja como el desarrollo sociológico a partir del primitivismo humano. Y cuando la escritura alcanzó sus primeros triunfos, se iniciaron los autores que desearon dejar huella de sus esfuerzos interpretativos de tales fenómenos. Por supuesto en mi trabajo no pude citar a los cientos de ellos. Pero sólo apuntaré aquí y hoy a uno que vale la pena de leerse: Alexis Henri Charles, Conde de Tocqueville (1805 –1859).

Unos renglones nada más: “El pueblo gobierna. Hay países donde algún poder en cierto modo exterior al cuerpo social, lo maneja y lo obliga a ir por caminos determinados. Hay otros donde la fuerza está dividida, hallándose a la vez, parte en la sociedad, en su conjunto y parte fuera (en una fracción o un mero individuo). Nada semejante se ve en los Estados Unidos. En ellos la sociedad obra por sí misma y sobre sí misma. No hay poder alguno fuera de ella, no hay nadie que conciba la idea, o al menos que la manifieste, de buscar fuera del todo social algún poder. El pueblo participa de la formación de las leyes, por la elección que el hace de los legisladores y del Gobierno, por la designación que hace de los agentes del Poder Ejecutivo. Se podría decir que él mismo gobierna, ya que tan débil es la parte de allí se deja a la independencia administrativa y, tanto la administración se resiente de su origen popular y obedece a la potencia de que emana.

El pueblo reina en el mundo político americano, como Dios en el Universo. Él es la causa y el fin de todas las cosas, todo surge de él y todo lo absorbe”.

Nunca supo Tocqueville del neoliberalismo y de Donald Trump en USA. Y ya seguiremos...