/ viernes 17 de enero de 2020

Un Ángel víctima de la sociedad…

Quo Vadis


El pasado 10 de enero “medio mundo” se enteró del grave caso de José Ángel “N”, un menor que antes de suicidarse con una de dos pistolas de su abuelo mató a su maestra e hirió a otros cinco alumnos y un profesor en una escuela de Torreón, Coahuila.

Las teorías de esta agresión se multiplican y van desde el abandono en que este “Ángel” se desenvolvió en los últimos dos años luego de la pérdida de su madre y virtual abandono de su padre, su “vida” con el abuelo (sujeto a proceso por la posesión de las armas, por “homicidio por omisión de cuidado” del nieto y poseer cuentas bancarias que alcanzan los 100 mdp de procedencia inexplicable), la posible influencia de un videojuego de violencia llamado “Natural Selection” o imitación del terrible caso de Eric Harris y Dylan Bennet Klebold, quienes en 1999 en una escuela de Denver, Colorado, mataron a 12 de sus compañeros, a un profesor e hirieron a otros 24 antes de suicidarse.

El caso es que esto provocó la reactivación casi obligatoria de los operativos “Mochila” que se practican en innumerables escuelas públicas en México; no en todas, se aclara y menos en las privadas como el Colegio Cervantes, escenario del caso que nos ocupa “gracias” a la oposición de padres de familia y algunas personalidades defensoras de los derechos humanos…Uuuffff.

En el escenario local la tragedia de Ángel condujo a que, por ejemplo, en la Secundaria Técnica 32 ubicada en el fraccionamiento Villa Bonita de esta capital, emprendieran pláticas de “valores” a los alumnos para que no se aíslen, sino compartan su devenir y virtudes como seres humanos. Bien hasta ahí y por todo lo que se haga para prevenir y procurar que todo menor de edad tenga la debida orientación y crezca “sanamente”, pero… ¿Qué hay de la constante permisibilidad social al “bombardeo” de informaciones identificadas como “nota roja”? Las más de las veces publicitadas por las mismas autoridades con filtraciones o abiertas declaraciones con tufo a morbo describiendo detalles de actos delictivos, sin respeto a las víctimas y donde todo parece importante menos las posibles penalidades de quienes roban, asaltan, asesinan, trafican, violan, etc?

¿Qué hay del cuidado para reglamentar los accesos a producciones audiovisuales acerca de la vida y “obra” de personas que se convirtieron en auténticas amenazas públicas y enemigos de los valores que enaltecen el quehacer humano? ¿Qué hay de muchísimos padres de familia que son todo menos eso y/o de quienes conocen y callan para convertirse en cómplices silenciosos de dramas por abuso y abandono de seres frágiles en estado de indefensión? ¿Qué hay de quienes deben y tienen la alta responsabilidad de hacer posible que el que la hace la pague ejemplarmente con tantas leyes y normas que nos rigen? ¿Qué hay, a final de cuentas, del valor a la vida porque en México nomás no vale nada…?

Por todo eso y más, Ángel, el de Torreón, creo que fue víctima de lo que nosotros como sociedad permitimos y practicamos. De tal suerte que antes de convertirnos en estadística creo necesario reaccionar social e individualmente de otra manera. ¿O no?

Quo Vadis


El pasado 10 de enero “medio mundo” se enteró del grave caso de José Ángel “N”, un menor que antes de suicidarse con una de dos pistolas de su abuelo mató a su maestra e hirió a otros cinco alumnos y un profesor en una escuela de Torreón, Coahuila.

Las teorías de esta agresión se multiplican y van desde el abandono en que este “Ángel” se desenvolvió en los últimos dos años luego de la pérdida de su madre y virtual abandono de su padre, su “vida” con el abuelo (sujeto a proceso por la posesión de las armas, por “homicidio por omisión de cuidado” del nieto y poseer cuentas bancarias que alcanzan los 100 mdp de procedencia inexplicable), la posible influencia de un videojuego de violencia llamado “Natural Selection” o imitación del terrible caso de Eric Harris y Dylan Bennet Klebold, quienes en 1999 en una escuela de Denver, Colorado, mataron a 12 de sus compañeros, a un profesor e hirieron a otros 24 antes de suicidarse.

El caso es que esto provocó la reactivación casi obligatoria de los operativos “Mochila” que se practican en innumerables escuelas públicas en México; no en todas, se aclara y menos en las privadas como el Colegio Cervantes, escenario del caso que nos ocupa “gracias” a la oposición de padres de familia y algunas personalidades defensoras de los derechos humanos…Uuuffff.

En el escenario local la tragedia de Ángel condujo a que, por ejemplo, en la Secundaria Técnica 32 ubicada en el fraccionamiento Villa Bonita de esta capital, emprendieran pláticas de “valores” a los alumnos para que no se aíslen, sino compartan su devenir y virtudes como seres humanos. Bien hasta ahí y por todo lo que se haga para prevenir y procurar que todo menor de edad tenga la debida orientación y crezca “sanamente”, pero… ¿Qué hay de la constante permisibilidad social al “bombardeo” de informaciones identificadas como “nota roja”? Las más de las veces publicitadas por las mismas autoridades con filtraciones o abiertas declaraciones con tufo a morbo describiendo detalles de actos delictivos, sin respeto a las víctimas y donde todo parece importante menos las posibles penalidades de quienes roban, asaltan, asesinan, trafican, violan, etc?

¿Qué hay del cuidado para reglamentar los accesos a producciones audiovisuales acerca de la vida y “obra” de personas que se convirtieron en auténticas amenazas públicas y enemigos de los valores que enaltecen el quehacer humano? ¿Qué hay de muchísimos padres de familia que son todo menos eso y/o de quienes conocen y callan para convertirse en cómplices silenciosos de dramas por abuso y abandono de seres frágiles en estado de indefensión? ¿Qué hay de quienes deben y tienen la alta responsabilidad de hacer posible que el que la hace la pague ejemplarmente con tantas leyes y normas que nos rigen? ¿Qué hay, a final de cuentas, del valor a la vida porque en México nomás no vale nada…?

Por todo eso y más, Ángel, el de Torreón, creo que fue víctima de lo que nosotros como sociedad permitimos y practicamos. De tal suerte que antes de convertirnos en estadística creo necesario reaccionar social e individualmente de otra manera. ¿O no?